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Durante el acto también se ha reconocido la labor de cinco de las compañeras de Soraya, así como al conocido árbitro ceutí, Mohamed Kasem
La reivindicación con mayúsculas bañó el breve y emotivo acto del Premio doctora Soraya que, nuevamente, acogió una abarrotada Sala de Usos Múltiples de la Biblioteca. A pocos minutos de dar comienzo, en la estancia se desafiaba la temperatura exterior, y como si de otro lugar se tratase, los ánimos, la tensión y la constante llegada de amigos, conocidos y familiares de los homenajeados, incrementaban el clima que se respiró a lo largo de un acto breve y sencillo, pero no exento de una gran emotividad y demanda social.
Hacía prender la mecha, ella, Habiba Abdelkader, la protagonista indiscutible, sobre la que se depositaban todas las miradas y, que en la línea en la que ha destacado desde que fundó Al-Ámbar, recogía el premio doctora Soraya y se dirigía a los presentes.
“Esta semana es el momento idóneo para reivindicar los derechos y dignidad de las mujeres, un reto inmenso al que desde nuestra asociación, Al-Ámbar, dedicamos un gran esfuerzo”, eran las primeras palabras de Abdelkader que proseguiría con un mensaje a través del que habló alto y claro por el dignificación de las mujeres y, en especial, de aquellas con las que trabajan y que se enfrentan a un doble o triple hándicap.
“En cuanto a reivindicar sus derechos, quiero dejar claro el maltrato psicológico por parte de las administraciones que sufren todas ellas”, señalaba. En concreto, partió de su eterna demanda: el reconocimiento de las residentes marroquíes indocumentadas a las que se les niega la residencia y que se encuentran en un limbo administrativo.
No fueron las únicas mujeres para las que Abdelkader tuvo voz. Por el contundente hilo de sus reivindicaciones también pasaron las porteadoras. “En cuanto a reclamar la dignidad de las mujeres pongo el foco en la centenares de mujeres porteadoras, que duermen cada noche en la frontera envueltas en plástico, que son tratadas como ganado y a las que ignoran tanto España como Marruecos sin aportar ninguna solución”, manifestaba.
Las mujeres víctimas de violencia de género también cobraron, por desgracia, protagonismo en la lista de esas dignificaciones. “Me refiero, sobre todo, a aquellas que después de un breve tiempo, bajo la tutela de la Ciudad, quedan desprotegidas”, expresaba Abdelkader entre un mar de aplausos que la vitoreaba y tras el que, una vez silenciado, quiso compartir su premio con “las mujeres del Príncipe y, el Príncipe en general”.
La emotividad también estuvo presente y se personificó con el reconocimiento a las compañeras que trabajaron “hasta sus últimos días” junto a la doctora Soraya, las enfermeras Fatima Zohra, Mina Abdelkader, Menana Hossain, Amesa Milud y Fabiba Abdelkader.
Las sanitarias aprovecharon para alzar la voz por el reconocimiento de una profesión que “vive en la sombra y que carece del reconocimiento social que su esfuerzo se merece”.
El acto se cerraba con un simbólico y especial homenaje al conocido árbitro ceutí Mohamed Kasem, por el eterno trabajo y labor de inclusión en el deporte que ha ejercido a lo largo de toda su trayectoria con los jóvenes de las barriadas más desfavorecidas.
Las últimas palabras que precedieron a la obligada foto de familia fueron las de la portavoz de MDyC, Fatima Hamed, que tras recordar a Soraya como “ejemplo de humildad, entrega en el trabajo y superación”, puso en énfasis la necesidad de reconocer “el trabajo de muchas mujeres ceutíes que a diario trabajan como referentes en aras de alcanzar la justicia social. Es necesario que los tengamos como referente y que entre todos continuemos con la lucha ”, manifestaba.
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Falta un año y medio para las elecciones y la fati buscando votos a cambio de ramos de flores y placas de hoja lata, por cierto todos los premiados son del p.p.
Queremos igualdad, queremos los mismos derechos, queremos que no exista el racismo, y este acto que es? O es que si la situacion es al reves no se puede llamar racismo. Aprendamos a convivir y dejar de dar tanto premios, y tantas tonterias y ser igual en todos y cada uno de los aspectos. No por llevar un pañuelo y ser mujer te mereces más que otra persona que no lo lleva. Despues la sociedad es racista, bien pues en este acto los racistas son ellos.