Andrés Rocher Gamero puede adornar desde hoy su nombre con el título de “Ilustrísimo Don”. Es el privilegio, como le recordó el delegado del Gobierno, Francisco Antonio González, que concede la Medalla al Mérito del Trabajo que se había encargado de colgarle instantes antes de la solapa por encargo de la ministra de Empleo y Seguridad Social.
Un reconocimiento, ganado a pulso, con el que el Gobierno central sacó lustre a mediados del pasado mes de septiembre al puñado de décadas de dedicación, un día tras otro, acumuladas por ese ceutí nacido en 1927 para levantar su empresa, ‘Frutas Rocher’, todo un emblema ya del tejido comercial ceutí. Hasta sus almacenes de Muelle Alfau acude cada día, puntual. Tanto, que en 2014 era el ceutí con más años cotizados a la Seguridad Social. Más de setenta, casi nada.
El acto duró apenas diez minutos, pero en ese tiempo Andrés Rocher tuvo tiempo de emocionarse, de hacer partícipe de sus logros a su mujer, de escuchar elogios del delegado hacia su historia de superación personal y de que una de sus nietas canalizara la admiración de toda la familia en una breve intervención. Con la medalla luciendo en la chaqueta y el diploma bajo el brazo, fue incapaz entre lágrimas de articular más que un puñado de palabras, entre ellas un sentido agradecimiento a su mujer por los años compartidos. “Mi generación fue muy desdichada”, le confesaría luego al delegado del Gobierno.
De esos tiempos difíciles, y de superarlos, sabe don Andrés. Huérfano ya antes de nacer, su madre se convirtió en motor de la familia. Suya fue la primera tienda de frutas y verduras, germen de la que luego sería empresa ahora emblemática. El acto también le sirvió a González para dar su particular salto hacia atrás en el tiempo y recordar aquellos años 80 en los que, empleado aún de una naviera, “el camión de ‘Frutas Rocher’ nos hacía sufrir todos los días porque llegaba siempre justo de tiempo para el embarque, pero al final lo hacía y cumplía su horario”. En ese viaje al pasado, el delegado alabó el papel de esa madre que tuvo “el arrojo y el valor” de luchar contra la corriente y sacar adelante a sus hijos en tiempos que se volverían convulsos. También le reconoció el mensaje oculto en una frase que Rocher pronunció hace meses en una entrevista concedida a El Faro, cuando confesó que uno de sus lemas durante tantas décadas ha sido el de anteponer “una fruta más cara y de calidad a otra barata y de mala”. Un hombre, en definitiva, que en palabras de González “da buen nombre al oficio de frutero” y confirma que “ser constante, tener tesón y llegar a cierta edad con ánimo” son armas para labrarse el propio futuro y el de sus allegados.
De boca de su nieta recogió más elogios. Por ejercer como su “mentor”, por hacerse cargo de su madre y de sus dos hermanos y por “llevar la palabra trabajo en la sangre, un esfuerzo diario que es todo un ejemplo a seguir”.
Trabajador infatigable, empresario modelo... Andrés Rocher puede disfrutar desde ayer del ‘Ilustrísimo’ y adjuntarlo a su dilatada, ya enorme, vida laboral.
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