Opinión

Preámbulo

Cuan generosas pueden llegar a ser las palabras. Nos crecen las alas cuando escuchamos hablar de libertad, justicia, o paz; y ya solo nos queda pensar en los hombres y mujeres que, en el ejercicio de su dignidad, sepan llevarlas a término.
Un abanico de sensaciones amanece en mi interior, y estas germinan al dar lectura al preámbulo de la Convención ONU sobre los derechos de las personas con discapacidad. Su lectura no impide esta reflexión.
Como su propio nombre indica, el “ser humano” tiene un ser, una esencia. Si seguimos su dibujo, la existencia tendrá sentido, y ya se sabe que en el sentido y la plenitud la salud mental arraiga, echa raíces. Por el contrario, en la ausencia de sentido y porqué, los problemas fructifican.
Entonces, ya solo queda averiguar cuales son las esencias que vertebran el alma humana, y el texto de la Convención ONU parece juicioso en extremo.
Buen empiece al considerar a la humanidad como la “familia humana”, ya que este concepto nos predispone mejor para la unión; y es sabido que la unión hace la fuerza. Solo desde la fortaleza podremos derribar las barreras que nos separan; que separan la exclusión de la participación plena y efectiva. Al mismo tiempo, el sentido de pertenencia reforzará nuestra identidad ante el avance de la incertidumbre, de su gravedad.
Siguiendo la línea, el referirse a los derechos y libertades como fundamentales, se está ahondando en la idea de que la sociedad debe construirse como un edificio, comenzando por los cimientos. Un mal cálculo en la inherencia de nuestros derechos puede hacernos tambalear. Un mal cálculo hará que la práctica vital se vuelva fatigosa, y el disfrute de la libertad perderá intensidad.
Los vínculos que nos unen deben estar sellados por planes y programas que promuevan la verdadera igualdad de oportunidades y condiciones, en el entendimiento de que la discapacidad supone una desventaja de salida en este mundo exigente e híper competitivo.
Para que las expectativas de desarrollo personal enriquezcan al conjunto, hablemos de cuantas fórmulas de participación sea posible, pues solo en el ejercicio venceremos a las limitaciones, que como espejismos nos impiden avanzar.
La evolución solo puede darse en un entorno de desarrollo sostenible. Esta idea informará el calendario de actuaciones concretas, de tal manera, que las conquistas y peleas ganadas no puedan revocarse.
El signo del destino, que es la Convención ONU, está escrito en clave de recomendación. Ahora, solo queda que los poderes públicos proclamen su vigencia.

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