Opinión

El porqué del atrevimiento

Hasta llegar al concepto del ATREVIMIENTO hay un previo y fascinante camino de reflexión para poder entenderlo, pero soslayado, de momento, el atrevimiento se define como una facultad exclusiva del humano para la supervivencia, es decir, para el paso por la vida arrostrando los problemas y las dificultades. Es el atrevimiento el disparador que nos impulsa definitivamente hacia los deseos; es el último eslabón de la decisión, y se manifiesta en el instante, en el momento sublime en el que se pasa de la potencia al acto. Es el momento de máxima tensión en que el individuo, dominado por el deseo, desoye la cautela que le aconseja el espíritu de conservación y a pesar de la duda que lo angustia y despreciando el posible “consuelo de la fe”, asume su poder de libre albedrío, y actúa.

Los animales nunca se encuentran en la circunstancia de atreverse porque sólo son guiados por el instinto. No tienen que atreverse porque no tienen la posibilidad de dudar, no tienen deseos, sólo tienen necesidades que los empujan directamente desde la potencia al acto. El animal nunca se individualiza, siempre es pura especie y sus actos son espoleados por el instinto, implacable; ante la misma circunstancia siempre actúan de la misma manera. El humano es capaz de dominar totalmente el instinto que le ordena cautela y prudencia, o incluso inacción, y a pesar de ello, actúa asumiendo el riesgo, supera la emoción del miedo y se puede convertir en un valiente, incluso en un héroe si claramente pone en riesgo la vida.

Y por hacer un elogio de los conceptos no podemos olvidar que aquellos monos que hace un millón de años se empeñaron en dejar de serlo sin saber qué serian después, habían creado el concepto del atrevimiento, concepto que felizmente nos acompaña hoy en la incontenible evolución. Y es en el movimiento de reflexión sobre una experiencia concreta y continuada cómo, apoyándonos en conceptos previos que ya se tienen adquiridos y con la ayuda del lenguaje, se crea un nuevo concepto para esa nueva experiencia….

Es el mecanismo mental conocido como DIALÉCTICA: consiste en comparar algo que se conoce con su contrario, que también se conoce pero que niega lo primero, por ejemplo, si comparamos el día con su contrario que es la noche, que niega el día, aparece un nuevo concepto que es el de la jornada, que ya comprende al día y a la noche, que no niega a ninguno de los dos sino que los abarca en un nuevo concepto….al que se aplica un nuevo nombre: la jornada.Ese parece que fue un método para la elaboración de los conceptos que imprescindibles junto con la experiencia y percepción de la realidad es como se crea el conocimiento que siguiendo ese método, puede ser un conocimiento absoluto, es decir, que abarque a toda la realidad que permiten nuestros sentidos, pues intuimos que hay existencia que se niega a nuestro conocimiento por la acción de filtro con la que actúan nuestros cinco sentidos.

Siendo la sensación la primera etapa del conocimiento, es decir el primer contacto con la realidad (interna o externa), de ella se sigue la percepción cerebral donde se generan las emociones que son las respuestas del “YO” que provocan los distintos estados de ánimo.

El humano que ya es consciente de que su vida carece de finalidad, es decir que de ella no se espera ningún efecto ni rendimiento, decanta su actitud, al menos, por conseguir y mantenerse en el mayor grado de estabilidad, que se traduce en el menor grado de excitación posible …. en el apaciguamiento de las pasiones; y es porque ese mínimo estado de estrés proporciona cierto placer. La excitación produce displacer, pero naturalmente es inevitable porque escapa a nuestro control, es inconsciente.

A cualquier animal la supervivencia le inclina a la evolución natural de su especie, que rechaza cualquier alteración que lo aparte del placer de la estabilidad emocional …. alteración que siempre supone displacer.

Es el humano el único ser viviente que provoca su inestabilidad emocional, y es así porque altera la evolución natural introduciendo experiencias inadecuadamente en el espacio y en el tiempo. Por poner un llamativo ejemplo: son los humanos los únicos que aplazan el apetito sexual para otro momento considerado más oportuno o conveniente; todos los demás animales tienen su espacio y su tiempo para satisfacer ese apetito en el que concurren circunstancias hormonales, climáticas o ambientales determinadas; algunas no conocidas por no estudiadas. El humano provoca o aplaza sus propias pasiones a capricho en el espacio y en el tiempo: son catalizadores que a voluntad aplica a sus relaciones lo mismo que en la química se aplican a las reacciones para acelerarlas o retardarlas.

Si la intencionalidad hacia la vida es una facultad común a todas las especies vivas y que procede del exigente impulso vital de su composición celular, la individuación humana, es decir, el proceso que engendra al hombre como individuo psicológico en una unidad autónoma, en un todo distinto y diverso, es una facultad exclusiva del ser humano que lo identifica y diferencia del resto de sus congéneres. En la naturaleza, excepto en la especie humana, se sigue un patrón que no contempla la individuación: todos los individuos de una especie responden a una psicología colectiva que en estado de naturaleza es invariable y limitada; ante una misma circunstancia se actúa siempre de la misma manera.

No es así la especie humana porque se individualiza, que es contemplar la particularización de lo universal de la especie hasta convertirlos en seres singulares hasta el punto de permitirles el proceso de autorrealización, es decir, el devenir de cada “YO” en sí mismo; un apasionante reto personal que es la formación de la propia conciencia y que concluye en nuestro carácter distinto e intransferible que de plano rechaza la alienación…..

Está claro que la individuación es una tarea personal, pero nuestras posibilidades que en principio son todas por naturaleza, se ven restringidas primero por la inmadurez tan prolongada de la primera infancia que es insoslayable tanto como por la continua relación social que también es inevitable, que si bien ayuda al acceso a la cultura, ésta se ajusta al paradigma y a la episteme de la época, es decir, a la manera de vivir y de pensar de cada espacio vital y su cultura. Ésta es una situación de la que el individuo no puede evadirse ni tiene recursos para sortear las dificultades: se nace y se vive en el seno de una familia, y se pertenece socialmente a un Estado, que aunque de derecho, impone ciertas limitaciones en beneficio de la convivencia para lo que promulga la Constitución correspondiente de obligado cumplimiento.

En esta sociedad así estructurada, el conocimiento adquirido debe ser acreditado por el Estado donde el aprendizaje responde a un diseño curricular concebido por el propio Estado a su conveniencia de manera que posibilite el desarrollo humano del sujeto con los contenidos que el Estado propone y exige para incorporarse a la sociedad que el mismo Estado diseña para conservar su propia estabilidad. Si colocamos el foco de nuestra atención a la distancia que abarque una amplia perspectiva, lo que observaremos de nuestra sociedad, no nos gustará, y si nos preguntan si queremos cambiarlo y la respuesta queda anónima, diremos que sí y que de inmediato; pero dependerá del estatus del encuestado:

Si el preguntado pertenece a la dirección del Estado dirá que el cambio está en marcha, pero que será lento, aunque sin duda es el objetivo prioritario del Gobierno.Si preguntado la élite capitalista dirá que ahora no es el momento. Pero así llevamos engañados, por lo menos, desde el siglo XIX esperando ese momento. Si preguntamos al que clama por el pan de cada día, quizás nos mire con desprecio y nos responda que cómo tenemos la desfachatez de hacerle la pregunta. En cualquier otro caso si la solución pasa porque se recorte nuestra posible comodidad, responderemos que la solución se busque por otro lado.

Después de este rodeo y volviendo al ATREVIMIENTO, en cuanto entendemos que la decisión comporta riesgo, la voluntad puede estar presente, la razón también aconseje, los códigos éticos exijan …. pero todo eso son conceptos metafísicos; porque lo que subyace en ese “animalito” que llevamos dentro se hace firme en la estabilidad, que le es placentera, incluso inhibe la curiosidad y sobre todo rechaza de plano el atrevimiento.

La revolución queda pospuesta para otro momento.

¡ Y es que esto de ser humano es muy complicado!

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