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“Por las venas de la familia Moro corre vino y esa esencia del buen hacer”

Javier Moro, director y co-propietario de bodegas ‘Emilio Moro’, que cuenta con 170  hectáreas, y Cepa 21, con 50 hectáreas, presentó anoche, en un catering privado al que asistieron medios de comunicación, amigos, clientes y gerentes, sus producto vinícolas en el restaurante ‘El Refectorio’, con el que guarda una relación comercial y personal desde hace 20 años.

–Cuéntenos la relación que guarda su familia con la viticultura.
–Yo pertenezco a la tercera generación. Mi abuelo se llamaba Emilio Moro, mi padre se llamaba Emilio Moro y yo no tengo la suerte de llamarme así pero, por lo menos, llevo el apellido. Tradicionalmente, somos una familia de viticultores absolutos pero comercialmente sólo llevamos en el mercado 21 años; para una bodega es poco tiempo ya que hay que medir una trayectoria.
–Hace 21 años...
–Hace ese tiempo que tenemos la contraetiqueta del Consejo Regular y el nombre porque, tradicionalmente, tanto mi abuelo como mi padre vendían los vinos de otra manera. Antes se vendía a los antiguos arrieros, que compraban una cuba entera de 200 o 300 cántaros y cada cántaro equivalía 16 litros de vino. Pero nunca se había etiquetado.
–¿Cómo surge la idea de fundar oficialmente la marca?
–Dentro del protagonismo que estaba adquiriendo la Ribera, nosotros hemos sido un poco pioneros, en ese sentido. Lo hemos tenido muy fácil porque entendemos que para hacer un buen vino hacen falta buenos viñedos y nosotros tenemos viñedos plantados el año pasado, pero también los tenemos centenarios; fruto de esa herencia familiar. Ahí es dónde realmente radican los grandes vinos. Apelamos a la raza del clon ‘Tinto fino’, a la que en esa zona es donde mejor se representa y de dónde sacamos la máxima expresión a esos vinos de carácter con mucha fruta, mucho empaque... Vinos  muy agradables en boca, aterciopelados, pero que marcan muy bien todos los matices de la tierra.
–¿En qué radica la importancia de los viñedos centenarios?
–En que tienen raíces muy profundas y están hechos a la climatología del lugar, donde se muestra perfectamente su sintonía con el vino que hacemos. Son producciones muy cortas, porque los viñedos ya están cansados, pero lo que aportan, en parámetros de los componentes que lleva el vino, se representan mucho mejor en esos viñedos que en los jóvenes.
–¿Cuál es la filosofía de las bodegas Emilio Moro?
–Tenemos cinco vinos: Finca Resalso, Emilio Moro, Malleolus, Malleolus de Valderramiro y Malleolus de Sanchomartín. Todos están elaborados con la variedad ‘Tinto fino’. Nuestra política es utilizar los viñedos más jóvenes para hacer los vinos más jóvenes, como es Finca Resalso, cuyos viñedos tienen entre cuatro y catorce años y le damos cuatro meses de barrica; un toque que nos gusta darle a todos los vinos, aunque en nuestros vinos jóvenes lo que más se manifiesta es la fruta, toda la entereza de la añada. Para la marca que lleva el nombre de la bodega se usan los viñedos medios, entre quince y veinticinco años y doce meses de barrica conjugadas 50 por ciento americana y 50 por ciento francesa.
–¿Es importante la madera en este proceso?
–Mucho, la madera tiene que estar sana y trabajar con maderas nuevas para que todo el proceso sea perfecto.
–Y, ¿cuándo nacen los otros tres vinos?
–Remontándonos quince años atrás, en la ribera del Duero sólo se trabajaba con barrica americana y de ahí también fuimos pioneros, ya que nuestra bodega ha sufrido dos transformaciones. Andábamos con la idea de vinos crianza, reserva, gran reserva... Hasta que en el año 1998 decidimos dar una vuelta de imagen a la bodega, nos deshicimos de las denominaciones y fue cuando nacieron Malleolus, Malleolus de Valderramiro y Malleolus de Sanchomartín con la contraetiqueta genérica del Consejo Regulador.
–¿Se deja llevar el cliente por la catalogación de crianza y reserva?
–Sí, totalmente. Hay gente de la vieja escuela que está un poco confundida, en el sentido de que porque lea en una etiqueta reserva, tenga que ser bueno forzosamente. Cuando en realidad puede ser un mal vino, puede ser mejor un vino joven... Cuando nos dice reserva nos está mostrando la estancia en barrica, no la calidad del vino; la calidad del vino la aporta uno. A raíz de salirnos de ese encasillamiento que marca el Consejo, ya que no entendemos esa política, decidimos crear un nombre para cada estilo de vino y personalidad. En función de la estructura, así le damos el aporte de barrica.
–¿Qué busca realmente Emilio Moro en su producción?
–Buscamos un equilibrio donde, al beber el vino, el consumidor sepa dónde está la madera y dónde está la fruta.
–¿Cómo se llegan a los vinos de pago de la bodega?
–Malleolus es una palabra que viene del latín y significa majuelo. Dentro de nuestros dos viñedos más emblemáticos quisimos hacer dos vinos de pago en el que se identificara el estilo propio de cada majuelo, en este caso Malleolus de Valderramiro es el viñedo más antiguo que tenemos, tiene 97 años y la producción por cepa no llega ni a un kilo y su potencial altísimo. Así que lo elaboramos a parte y son los vinos de pago, los que proceden de sólo un viñedo. Entonces la producción que sale cada año son las botellas que hay. En el caso de Valderramiro la producción suele rondar las 7.500 botellas.
–¿Cuál es el objetivo?
–Llevar a la máxima expresión la variedad ‘Tinto fino’. Son productos muy especiales y muy elitistas. También es paradójico pero es lo que más se vende. Afortunadamente, tenemos alrededor de un 30 por ciento de exportación mundial.
–¿El futuro del vino está en el extranjero?
–Sí, hay que salir fuera a vender. Los españoles estamos un poco mal acostumbrados, nos juntamos todos a vender en España cuando el futuro, efectivamente, está fuera. Hay que salir a competir en masiva, hay que implantar nuestro carácter; tenemos una relación calidad-precio en los vinos españoles extraordinaria, pero es necesario mirar al extranjero.
–Hoy ha venido con el traje de chaqueta, pero ¿también se pone el traje de faena en la bodega?
–Si hay que ponerse las botas y lo que haga falta se pone, porque el bodeguero y el dueño siempre tienen que estar cerca de los viñedos, del proceso del vino... Es básico mantener el contacto, ya que los vinos no se hacen en la oficina. Yo llevo la parte comercial de las dos bodegas y viajo mucho pero, en época de vendimia, estoy al pie del cañón.
–¿Cómo ha sido su infancia entre viñedos? Porque todos tenemos la imagen típica de la películas de vendimias, con el pantalón remangado pisando uvas...
–Eso lo he vivido. Nací en Pesquera de Duero y allí, en la escuela, la época de vendimias era una fiesta y no había clases para que pudiéramos vendimiar con nuestras familias. Ahora las técnicas son muy elaboradas, pero antiguamente se descargaba toda la uva en los lagares, donde se pisaba y allí nos tirábamos todos los hermanos y primos... He tenido la suerte de haber vivido y mamado eso, y quiero educar a mis hijos en ese cariño por la uva, por la bodega porque por nuestras venas corre vino y esa esencia del buen hacer.

 

Cepa 21 es la expresión clara de la revolución vitivinícola

–Háblenos de Cepa 21...
–Es un proyecto de nueva creación familiar. Queríamos hacer algo propio, nuestro, entonces nació la idea de esta bodega y partimos de cero, comprando el terreno. Era un proyecto demasiado importante que nosotros no podíamos afrontar al cien por cien por lo que buscamos socios.
–¿De dónde procede su nombre?
–Cepa 21, significa que está arraigado a la cepa pero en pleno siglo XXI, por lo que el diseño de la bodega es minimalista de corte moderno, con un restaurante de calidad con unas vistas maravillosas y rodeado por las 50 hectáreas de viñedos. Es otro concepto de vino, mucho más moderno, que llegue a todo el mundo, sea fácil de beber y trasmita porque es el concepto de la bodega; presentar al siglo XXI una era nueva y una imagen nueva a la hora de desarrollar el proceso.
–¿Cuáles son los vinos de Cepa 21?
–La idea es hacer solamente tres vinos. Hito es la marca joven que se presentó en febrero de 2010; un vino muy bien conceptuado con ocho meses de barrica pero también guarda el concepto de joven, queriendo ser mayor, a un precio muy bien equilibrado.  Y también tenemos el vino Cepa 21 que es de más categoría, con catorce meses de barrica y viñedos viejos, a lo que se suman uvas buenas y viejas de la zona. A finales de este año presentaremos un vino que se llamará Malabrigo, que es uno de los pagos de Cepa 21.

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