Uno de los manantiales de donde saco fuerza interior para continuar en la lucha es la cantidad de veces que habré montado y desmontado una sala de tenis de mesa, donde habrían de entrenar los chavales.
Asimismo, diré que uno de mis mayores orgullos es haber sido discípulo-ayudante del maestro alemán de origen chino, Jiade Fang, por tres años. También fui compañero de entrenos del jugador internacional polaco, Dariusz Kich; y qué decir de mis primeros pasos con el campeón del Paraguay, Lucho. De ellos aprendí la técnica, pero sobre todo, a mantener el espíritu joven y vital.
No hay título que iguale en nivel esta oportunidad que he tenido en Ceuta. Aun así, me planté en Ciudad Real tres semanas para sacarme el modesto título de entrenador de primer nivel.
Pero volvamos a lo de la sala fija, porque este hecho ha condicionado mi vida decisivamente. Resulta, que el sistema de entrenamientos en los gimnasios de los colegios tiene una falta, y es que sólo puedes ocuparlo a una hora determinada, un par de veces por semana. Imaginaos, llego al Camoens, monto cuatro mesas, entreno, y desmonto las cuatro mesas. Así por muchos años en el Lope de Vega, y hasta hace un par de años en el San Agustín. Recuerdo que estuve yendo tres temporadas al Severo Ochoa, y allí había de apartar todos los pupitres de un aula, montar dos mesas, jugar, quitar las mesas, y volver a poner los pupitres en su sitio. Una locura.
La noticia de que en el Club Loma Margarita han puesto una sala con dos mesas de tenis de mesa me alegró el día
Quizá sea por todo esto la alegría que me dio el otro día un amigo, a cuyo hijo le gustaría entrenar conmigo. Me dijo: “¿Te has enterado de que en el Club Loma Margarita han puesto una sala con dos mesas?”
Esta noticia se me grabó en la mente, y ni corto ni perezoso, me presenté en el Club para comprobar in situ las características del local. A continuación, entré en contacto con los responsables del Club, y éstos al ver mi motivación, me han dado vía libre para aprovecharla.
En una primera instancia este deporte del tenis de mesa es una especie de pachanga para pasar un buen rato entre el padre y el hijo, o entre dos amigos mientras esperan su hora de entrar al padel o al tenis. Entonces, mi primera labor será concienciar a aquel que se quiera acercar, por curiosidad o por convencimiento, de que estamos ante uno de los deportes más técnicos que existen, y que el aprendizaje de sus gestos es un reto vital del que solo algunos salen victoriosos.
En estas circunstancias voy a dar por iniciada La Escuela de Tenis de Mesa de Loma Margarita, ofertando doce plazas, que son las que puedo atender en humildad. La condición es hacerse socio del Club, y esto dará derecho a dos sesiones conmigo a la semana.
En definitiva, aunque tengo muchas obligaciones, el haber sido testigo de todo el tenis de mesa que ha tenido lugar en Ceuta desde el nacimiento de la federación es un patrimonio al que no quiero renunciar.
El ofrecimiento está hecho; ahora solo cabe esperar.