Las causas de la caída de las cifras del comercio ceutí no sólo hay que buscarlas en el flujo comercial con Marruecos, pero lo que sí ha provocado es un mayor desequilibrio en las proporciones del PIB. Cada día que transcurre pesa mucho más la Administración Pública frente al sector privado.
Ceuta hace mucho que dejó de ser un centro de oportunidades para el comercio, y desde entonces no ha parado de caer hasta la actual situación en la que se le califica como una de las 4 regiones con más falta de oportunidades y con menor progreso social de la UE.
Y no es que haya empeorado la calidad de vida en la ciudad. En algunos aspectos ha mejorado y en otros no tanto. Eso de que cualquier tiempo pasado fue mejor, no es tan cierto como fácil parece decirlo.
Pese a las enormes carencias todavía existentes, es innegable un mejor servicio sanitario, educativo, judicial, en materia de seguridad ciudadana, y un largo etcétera en el que la Administración Pública no sólo ha mejorado la calidad, sino también la cantidad de infraestructuras y personal.
Pero todo esto parece haberse desarrollado ignorando las necesidades de un sector privado que se iba hundiendo, y aunque sea políticamente incorrecto decirlo, se ha ninguneado o victimizado la modificación de los hábitos de una sociedad que iba cambiando su perfil hasta calificarla como una de las 3 peores regiones de la UE de abandono temprano escolar.
¿ Y cómo es posible que en una ciudad sin oportunidades, con una de las tasas de paro más elevadas de la Unión Europea, con unos índices de pobreza dantescos, sostenga ese número tan elevado de abandono escolar ? Esto sólo puede obedecer a motivos nada esperanzadores. O se está esperando a que “papá Estado” se ocupe de nosotros, llámese “Plan de Empleo”, “Brigadas Verdes”, subsidios, etc. o muchos jóvenes aspiran a dedicarse a otras labores muy lucrativas que no se pueden hacer públicas. Porque “nini” sólo se puede ser si en casa entra el suficiente dinero para permitirnos ni estudiar, ni trabajar.
El futuro de Ceuta no puede pasar por un mayor gasto social, eso es dar por muerto a todo el tejido social, y desconfiar de la capacidad de reacción de una población que asiste sin tapujos al espectáculo del clientelismo político sindical.
Tampoco es necesario disminuir la presencia de la Administración Pública, quizá muy al contrario es necesaria una mayor implicación de aquellas estructuras del Estado que permitan y favorezcan un clima de oportunidades que dejen de tener los ojos puestos en una frontera que es un atolladero caprichoso de quienes no están muy interesados en la larga y sana vida social de la ciudad.
Las soluciones no son fáciles ni indoloras, ni nadie tiene la varita mágica para hacerlo. Pero sin miedo a equivocarme mucho pasa por apostar un nuevo tejido empresarial más acorde a los tiempos acompañado de un sistema educativo encaminado a formar una mano de obra cualificada capaz de afrontar los nuevos retos de la propia economía mundial.