El siempre astuto Rubalcaba ha puesto sobre el tablero la idea de introducir fragmentos de canciones en la vida política. Su “sin ti no soy nada” constituyó todo un éxito a nivel mediático, con la consiguiente repercusión popular. En ese sentido, creo que la anunciada decisión de Zapatero de no volver a presentarse como cabeza de lista en las elecciones generales previstas para el próximo año también merece que nos acordemos de otra célebre canción. Porque ese “me voy, pero sigo”, que con tanto entusiasmo ha sido recibido entre las filas socialistas, trae a la memoria aquella ranchera mejicana titulada “No me amenaces”, en cuya letra, y más de una vez, se repite la frase “Que te vas, y te vas, y te vas, y no te has ido”.
Resulta más que curioso el hecho de que la citada decisión de ZP haya producido una generalizada sensación de desahogo en su partido. Ahí, donde todos, como una piña, lo han apoyado contra viento y marea; ahí, donde se le considera un gran estadista, un hombre capaz de producir la mayor conjunción planetaria que hayan visto los siglos, una figura egregia destinada a arreglar el mundo y una personalidad irrepetible en el campo del progresismo; ahí, precisamente, su anuncio de no presentarse produjo ese suspiro de alivio al que, con su fijo humor, ha aludido Mingote en una de sus viñetas, un suspiro capaz de producir, por sí solo, la gran ventolera en toda la calle madrileña de Ferraz.
El propio José Blanco lo ha definido con una palabra más propia de la jerga de los drogadictos que de lo que pueda esperarse de un Ministro. Que Zapatero no vuelva a presentarse ha supuesto “un chute de moral”. Un chute, para los que no lo sepan, es una inyección intravenosa de droga, nada menos. Lo cierto es que, según las últimas encuestas publicadas, realizadas tras conocerse la decisión de ZP, el PSOE ha recuperado entre dos y tres puntos en la intención de voto.
Puestas así las cosas, la única pregunta lógica que cabe hacerse es la de por qué hemos de soportar en la Presidencia del Gobierno a este “pato cojo” –como dicen los norteamericanos- cuya ausencia en la lista electoral socialista concita entre los suyos suspiros de alivio, les supone “un chute de moral” y, además, nada más conocerse, hace que entre un dos o un tres por ciento del electorado nacional –es decir, entre ochocientas mil y un millón de personas- haya optado ahora por votar al PSOE, únicamente por el hecho de que Zapatero no será candidato.
Bueno, no lo será, o lo será, porque incluso cabe todavía la posibilidad de que, de poco que hubiera evidencias perceptibles a nivel popular acerca de una salida de la crisis económica, ZP diese marcha atrás y dijese que, ante el clamor del pueblo, va a volver a presentarse.
Todo es posible en España.