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Policía “normalizada” en el Príncipe

La obsesión de los distintos delegados del Gobierno siempre ha sido la de garantizar la seguridad en el Príncipe. Una barriada a la que la propia acción política dejó abandonada, creciendo de forma alocada, permitiendo el asentamiento de personas que eran desconocidas para los vecinos de toda la vida que tuvieron que cogerse las maletas y cambiar de zona de residencia.

Otros, los que no han podido, siguen viviendo sabiéndose en desigualdad de condiciones. Siempre señalados por la acción de unos; potenciales víctimas de grupos delincuenciales que se crean sus propias coberturas para evitar la acción policial. Si llegan agentes, se les responde con piedras. Si se producen detenciones, se responde con una presión en bloque como la producida el pasado lunes, cuando cuatro agentes de radiopatrullas terminaron acorralados por una treintena de individuos amenazantes y agresivos.
La Operación Guadiana, impuesta por el anterior delegado José Fernández Chacón, terminó siendo un fracaso. Sin decomisos de armas y transformando a los policías en marionetas. Tal es así que se le terminó rebautizando como la Operación Paripé. Después llegarían controles  aleatorios pero sin una organización definida que convirtiera en habitual la presencia de la Policía Nacional en la barriada.
Desde el pasado mayo, en cambio, sí se están instaurando controles fijos en el Príncipe Alfonso y Felipe en horario de mañana y tarde. Controles que se han saldado con varias detenciones y que, de hecho, son aplaudidos por la propia Asociación de Vecinos de la barriada, que siempre se ha posicionado muy crítica por la ausencia de patrullas dentro del barrio para frenar los tiroteos que han causado heridos graves y muertes a plena luz del día.
Cuando los vecinos denunciaban que pistoleros encapuchados, con chalecos antibalas y armados se paseaban con total impunidad por el barrio no mentían. Era así. Una impunidad que bebe en un tanto por ciento elevado en la ausencia de una figura policial como tal.
Según los datos policiales facilitados a El Faro, el pasado mayo la Policía Nacional mantuvo 30 contactos ciudadanos en las dos barriadas y efectuó controles fijos que se saldaron con la práctica de 19 detenciones. Se levantaron 32 actas por estupefacientes y otras 8 por armas blancas o de otro tipo, aunque ninguna de fuego. Se llevaron a cabo 176 despliegues a pie y 57 fijos, se controlaron 179 vehículos y se identificó a 564 personas. De los 19 detenidos en mayo tanto en Príncipe Felipe como Alfonso, diez lo fueron por infracción a la Ley de Extranjería, cuatro por reclamaciones judiciales y el resto por delitos contra el patrimonio o las personas.
Junio se cerró de forma similar. En esta ocasión con 17 detenciones, de las que tres fueron por reclamaciones judiciales, es decir, estaban ocultándose de su deber de responder ante la justicia. Hasta 426 personas fueron identificadas, se hicieron 153 despliegues a pie, se mantuvo 19 contactos con los ciudadanos y se recuperaron 8 armas blancas. La idea que se persigue es normalizar la presencia del CNP y extender dichos controles a la franja nocturna.

Recuperar lo que antes existía

La presencia de la Policía Nacional o de la Guardia Civil en el Príncipe era algo normal en la barriada. Los agentes conocían a los vecinos y éstos respetaban a quienes representaban la autoridad. Pero eso era antes. Antes de que, a finales de los años 90, la administración, sin explicación alguna, optara por ir degradando la barriada. Se ordenó la retirada de la Guardia Civil, antes ya lo habían hecho los militares, se cerró la comisaría que el CNP tenía en el barrio... hasta patrullar por el Príncipe se convertía en algo anecdótico. Los vecinos empezaron a sufrir una pérdida de derechos fundamental: el de la seguridad y el de la garantía de su propia integridad física. Algo que se produjo de la misma manera en la que se iban implantando individuos desconocidos para el resto, haciéndose con poder, captando a menores y adolescentes para la práctica de delitos, instaurando el miezo.. así hasta convertir el lugar en un punto inaccesible para las fuerzas de seguridad, en un búnker para la delincuencia. Ahora toca recuperar lo perdido.

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