Poblado Regulares, un recuerdo a los que lucharon por su Patria

La barriada del Poblado de Regulares, que también aglutina Claudio Vázquez y Narváez Alonso, tiene tras de sí una historia de hombres valientes, jóvenes que se alistaron en el Cuerpo de Regulares para luchar por su patria.

Hoy los vecinos de esta barriada, descendientes de esos militares, no quieren olvidar a aquellos que hace casi un siglo partieron de sus casas para alistarse a esta unidad y dedicarse en cuerpo y alma a la vida militar. Ejemplo de ello es la Asociación Cultural de Descendientes de Militares Regulares, ACUDEMIRE, cuyas paredes plasman pequeños trazos de esas vidas. “Se ha creado para  hijos y nietos de antiguos regulares, para no olvidar su historia, que es muy bonita, pero también triste por lo que han pasado. Han luchado por el cuerpo y por España y se merecen mucho”, explica el presidente de la Asociación de Vecinos del Poblado de Regulares, Alí Hamido, quien recuerda al coronel-jefe Faura. “Le agradecemos todo lo que ha hecho por la barriada y las viudas. Este hombre lleva el Cuerpo de Regulares en la sangre”, añade.
Karim Hussain es uno de los socios y su abuelo fue uno de los fundadores de la asociación. “Estuvo 28 años de campaña en el Tabor número 3. Entre las anécdotas que me contaba está la del Ebro, donde pasaron varios días aislados de otros campamentos y tuvieron que comer cosas que no se comerían normalmente”.
Junto a esta asociación, uno de los locales más antiguos de la zona lo regenta Yousef Mohamed. No hay vecino en la zona que no conozca el comercio de ultramarinos ‘Sarguin’ con más de medio siglo de vida. “Empezó mi abuelo, después mi padre y ahora yo y no ha cambiado nada. Yo venía cuando era pequeño, no me gustaba al principio pero al final ya llevó siete u ocho años”, asevera.
Este local forma parte indiscutible de esta barriada, al igual que la cafetería pastelería ‘Rabeh’, otro de los establecimientos históricos ubicados en Claudio Vázquez. Con treinta años de existencia, es el primero de Ceuta que comenzó la venta de dulces árabes y ahora ofrece desayunos y meriendas a sus vecinos, con una amplia variedad de productos de origen árabe. “Al principio tuvo mucho éxito y venía gente de todas partes, pero ya hay más bares y los clientes se reparten”. Aún así, su clientela fija sigue acudiendo a diario a disfrutar de un buen té en un ambiente más que familiar.

Viudas y militares retirados

Ningún tipo de ayuda

Fueron años muy duros y muchos ya no están para contarlo. Sí quedan algunas de sus viudas, alrededor de 20. Mujeres que se sacrificaron por la profesión de sus maridos y que, a día de hoy, viven en el olvido por el propio Cuerpo de Regulares. Lahiba Wafi  es una de ellas. Echa la vista atrás para recordar los 35 años de servicio de su marido, Mohamed Miludi. Ese recuerdo y unas antiguas fotos es lo único que conserva de él. “Cuando murió mi marido, no me quedó nada. Sólo 50 euros por la Fiesta del Borrego, pero ya tampoco nos dan eso”.
“No tienen recursos, no han tenido apoyo y al principio ni siquiera pensión. Hace unos años es cuando se la han dado, pero aún así  cobran una miseria y son sus hijos los que ayudan cuando pueden”, se lamenta su hija Habiba Mohamed.
“Mi marido tenía marcapasos y era diabético y sólo cobraba 70 euros al mes. Nadie se preocupa por nosotras”, dice Lahiba. Todo lo contrario a “otras viudas de militares que tienen unas buenas pensiones”, continúa su hija. “Eso no es una pensión para un militar que estado en la guerra y luchado tanto por su país”.
De siete hijos, únicamente sobreviven cuatro, uno de ellos, que sufre una enfermedad mental, vive con ella. “Con los apenas 300 euros de mi madre y lo poco que recibe mi hermano apenas les llega para sobrevivir”, dice Habiba.

Abandonado por su país

Ejemplo de la dureza de esos años es Abdelhuaed Mohamed, antiguo legionario que también ahora se siente abandonado por su país, después de años de servicio en el Tercio.”Antes me trataban como a una persona, pero ahora me siento como si fuera un inmigrante, porque no miran por los hijos de Ceuta. Soy español, mi padre, yo y mis hijos todos hemos sido militares y hemos dado todo por la patria”.
Mohamed únicamente percibe una pensión de 284 euros y denuncia que ni siquiera su mujer recibe una ayuda “porque nos dicen que vive en Castillejos, cuando jamás ha salido de la casa. ¿Por qué nos tratan así?”, se pregunta.

El último regular

De los 33 militares supervivientes que hasta hace un tiempo residían en la zona, hoy en día, Hayad Hamed es el único militar que aún sobrevive. A sus 99 años, rememora una vida muy dura en la que sólo cobraban dos euros mensuales. “Hemos pasado hambre. En el Ebro nos quedamos aislados y tuvimos que comer hierba, ni siquiera había para pan”.
Con 18 años se alistó al Ejército, en el que permaneció durante 30, tiempo más que suficiente para vivir intensamente la vida militar. Sin embargo, se lamenta de la forma en que el Ejército ha pagado los sacrificios de estos militares. “No se han portado bien con nosotros. Hemos tenido una vida muy mala, trabajando día y noche por dos euros”.
Tras abandonar el Ejército, se dedicó a la construcción, donde finalizó su vida laboral.
La promesa que, en su día, les hizo Franco de darles trajes con botones de oro, también cayó en saco rato. “Cuando todo terminó, ya no conocía a nadie”, sentencia.

Grandes necesidades

Rajma Mohamed tampoco ha tenido una vida fácil. Hija y esposa de militares, tuvo nueve hijos, 33 nietos y ya incluso es bisabuela. Su marido, Mohamed Hacon, sirvió en Regulares durante 30 años. Fueron décadas muy duras, con muchas necesidades en las que un kilo de azúcar y medio litro de aceite era todo lo que recibían gracias a la  cartilla de racionamiento. “Lo hemos pasado muy mal y después de tanto sufrimiento, ahora no nos queda nada”, se lamenta.
Pese a la dureza de la profesión militar, Rajma recuerda alguna anécdota en vida de su marido. “Yo me iba con él cuando lo mandaban por distintas ciudades de Marruecos. Vivía esa aventura mientras no tenía hijos”, recuerda.
Tras abandonar la vida militar, este padre de familia buscó un oficio para alimentar a su numerosa familia y se convirtió en zapatero, “el mejor del barrio” comentan las vecinas.

Quejas y logros

Orgullosos de las infraestructuras y de la seguridad gracias a la colaboración ciudadana

Uno de los motivos que enorgullece a esta barriada es la seguridad que han logrado, tras años de vandalismo y delincuencia. Hoy se vanaglorian de ser una de las zonas más seguras de la ciudad. “Este cambio se debe a la continua lucha y a que los vecinos colaboran con la Policía. En cuanto ven algo raro, avisan y gracias a ello vivimos muy tranquilos”, explica Hamido.
En cuanto a las infraestructuras también se han producido importantes cambios: la habilitación de un parque infantil para los más pequeños o la mejora de los alrededores del polideportivo. “Anteriormente era una escombrera, pero hemos hecho un vallado y vamos a sembrar plantas”.
Además, en las inmediaciones del polideportivo, lo que antes era un barranco, ahora se ha transformado en una carretera  y zona de aparcamientos.

El cableado de telefonía cuelga de forma caótica entre las casas

Aunque no son demasiadas las quejas del Poblado de Regulares, no todo se encuentra en perfecto estado y ejemplo de ello es el cableado de telefonía que cuelga casi a pie de calle en algunas zonas. “Se tiene que arreglar porque hay personas que no pueden ni abrir sus ventanas”, se lamenta Hamido.
Aunque en su día se reparó la acometida del alumbrado, estos cables que aún se expanden de forma caótica entre algunas viviendas es uno de los problemas más urgentes a resolver. “Lo que no pueden hacer es colocarlos e irse, porque un día algún vecino los va a tirar al suelo”.
La carencia de un local social es otra de sus demandas, que hace unos años plantearon a Defensa. “Pedimos un antiguo colegio de los años 70 abandonado y cercano a Comisaría, pero no nos lo dieron por temas de seguridad”.
Ante la falta de un lugar donde realizar actividades, la barriada las organiza en el polideportivo, o bien celebran eventos al aire libre, como es el senderismo.