Una especia de búnker en la entrada de la nueva Plaza de España y los contenedores de basura con el Hotel Riu al fondo.
Aunque resido lejos, suelo viajar de vez en cuando a Madrid por diversos motivos y me alojo precisamente en la Plaza de España porque se trata de un sitio céntrico, con un área libre envidiable y con el monumento a Miguel de Cervantes en su interior. Tanta importancia tiene la plaza y alrededores que según la prensa, el Ayuntamiento de Madrid decidió reformarla completamente en un costoso proyecto de casi 100 millones de euros iniciales y que tardaría varios años en terminarse. El sitio, dotado además de un aparcamiento público subterráneo, ganaría en prestigio al quedar unida dicha plaza y en consecuencia la Gran Vía con los jardines de Sabatini. el Palacio Real y el templo de Debod, comunicando categoría al conjunto. Se trataba según el director del proyecto que ganó el Concurso Público convocado, que se modificaría completamente la zona relacionando la urbana Gran Vía con la naturaleza “que viene de la sierra a través del Campo del Moro y los jardines de Sabatini”. Se trataba por tanto de una nueva estructura verde como contraste a conocidas avenidas comerciales. El extraño edificio verdoso junto a los contenedores y la batería de servicios higiénicos instalados en sitio destacado de la Plaza. Hasta aquí todo perfecto y así seguiría hospedándome en Madrid en una zona despejada que, habiendo ganado prestigio por su unión al Palacio Real, sería el soñado sitio tranquilo para un viajero ocasional y para los que tenían la fortuna de residir en sitio tan especial. Igual debieron pensar tres hoteles de cinco estrellas que se situaron alrededor de la Plaza, junto a espaciosas tiendas también del grupo Inditex, restaurantes y otros negocios. Pero al terminarse las costosas obras y ponerse en actividad la nueva Plaza de España, la realidad cambió completamente mis expectativas y las de tantas otras personas y empresas. No se ejecutó la zona verde prometida y al contar con tanto suelo de cemento, alguien decidió convertir gran parte de la Plaza de España en un ruidoso recinto ferial. Empezaron por instalar puestos de venta de todo tipo de artículos en stands de madera, continuaron con un cine de verano y culminaron con establecimientos desmontables que ofrecen comidas típicas de varios países, con el consiguiente aporte de basuras y restos al conjunto. Inmediatamente fue necesario instalar numerosos aseos transportables, contenedores y otros elementos no apropiados, junto a una especie de búnker a mi juicio impresentable. Y todo acompañado de ruidosa música que terminó de ahuyentar la paz de aquella prometedora zona. El proyecto de Plaza de España como magnífica zona verde convertida después en recinto ferial. Con los propietarios indignados ante la grave situación, decidieron algunos llamar a la Policía Local por los ruidos excesivos e incluso los malos olores que generaban los restos de comida en el fin de semana. La respuesta es que se había calificado la zona de Recinto Ferial (sic) y por tanto las características de la célebre Plaza de España iban a ser en el futuro la de residencia de casetas de venta o restauración, contenedores, ruidos hasta nocturnos, filas de aseos públicos, depósitos de basura y desde luego malos olores. Con toda seguridad, los residentes en la zona tendrán que reaccionar en defensa de la soñada y proyectada Plaza de España, al igual que los prestigiosos hoteles que la bordean y los acreditados comercios que se instalaron pensando que lo hacían en un lugar muy especial. Unos constituirán Asociaciones de Vecinos, recurriendo otros a las organizaciones empresariales o profesionales. Esperemos que quién corresponda compruebe todo esto y regrese al proyecto inicial con el prestigio y belleza que se esperaba del mismo.