Opinión

Platón en Valencia

Volvemos a clase en Ceuta. La vida, las prisas, la rutina y, tal vez, la juventud, hicieron que los alumnos no supieran bien el tema de lo ocurrido en Valencia. Sabemos poco de lo que sucede, aunque manejamos toneladas de información. La vida pasa como un huracán y se nos escapa la realidad a una velocidad vertiginosa. No hay generaciones peores o mejores; son distintas: otras circunstancias, otros intereses, otros valores. Viajamos juntos, pero las perspectivas indican puntos de mira que distorsionan la imagen de lo que nos pasa, de lo que sentimos y del compromiso con este mundo globalizado y manipulado a más no poder.

Aprovechando que en la PAU de este año hay una disertación con el siguiente formato: "Evaluar la madurez, la creatividad, el pensamiento crítico y la actualidad del texto propuesto", les planteé: "¿Qué lectura habría hecho Platón sobre el caos organizativo en Valencia causado por la DANA?" Sería una forma de valorar la teoría política del filósofo, teniendo como referencia la actualidad de los hechos.

La política, según Platón, tiene que preocuparse del bienestar del Estado, que debe favorecer el bien público y no el bien particular, porque el interés común liga y une las partes del Estado, mientras que el interés privado las desune. El liderazgo político debe ser asumido por los filósofos-reyes. Son estos últimos quienes han cultivado tanto la mente que son capaces de entender las ideas y, por lo tanto, tomar las decisiones más sabias, al contrario de la masa. Además, el filósofo griego propone un orden en las formas de gobierno, siendo la aristocracia la mejor, pues se trata del gobierno de los mejores, y la tiranía la peor. Entre medias se sitúan la timocracia, la oligarquía y la democracia. La oligarquía es el gobierno de un grupo restringido de los más ricos, que gobiernan en función del cálculo de los intereses económicos y, en particular, del acrecentamiento de sus propias riquezas.

Para Platón, la ley democrática es el capricho del pueblo, con sus variaciones de ánimos y apetitos, e indiferente al buen orden. Los alumnos no suelen creer en la democracia y apuntan a la tiranía (siempre de extrema derecha) como si esta fuera una forma de gobierno utópica. Ignoran lo que ha significado una guerra civil y el golpe de Estado del General Franco. Las redes sociales, el envenenamiento colectivo y la desesperanza forman parte de una mezcla venenosa para sus intereses.

Frente a esta partitocracia plagada de corruptelas, de intereses de partido y de sofistas recalcitrantes, los alumnos dejan de creer en el poder del pueblo y esperan resucitar a un caudillo como gobierno ideal. ¿Qué hubiera dicho Platón? Volviendo a la pregunta inicial: el pueblo se rebela contra los gobernantes que, en este caso, no son los más sabios. La actuación de ellos es, harto de todos los políticos, arengar a las masas ante la desesperación. Recordar el recibimiento de los reyes y del presidente del Gobierno.

Ser gobernante ahora no es ser filósofo, sino un pasmarote a manos de lo que interesa a los que los mantienen (pensemos en Trump). No se busca la armonía porque los dirigentes hacen dejación de funciones. La organización es nefasta; es posible que unos esperen los fallos de los otros. Buscan seguir gobernando o derrocar al gobierno, no porque crean que lo harían mejor, sino por el poder en sí mismo.

Mazón se ha desdicho y lanza la culpabilidad al Gobierno de la Nación, aunque hace unas horas lo apoyaba. Los gobernantes son los que están encadenados en la caverna y el más espabilado, que no el filósofo, los convence para que confíen en ellos. Los guerreros (fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado) esperan órdenes, pero estas no se producen. Los dirigentes no asumen sus responsabilidades y buscan una "cabeza de turco". Vistos los hechos, el Estado se desmorona y los tiranos se frotan las manos.

Me pregunta un alumno si en la actualidad los enemigos de la democracia son los que la aborrecen, pero se visten de demócratas. ¿Qué nos pasa? Como decía Ortega y Gasset: "No sabemos lo que nos pasa, por eso nos pasa lo que nos pasa".

Suena el timbre y la clase debe finalizar. Dos chicos lanzan gritos contradictorios: "Todo para el pueblo, pero sin el pueblo" y "Nada para el pueblo, pero sin que el pueblo se entere".

Más Platón y menos Prozac.

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