El sufrimiento de Izan, el joven de Lloseta (Mallorca) que sufrió un episodio de bullying en un campamento de verano hace unos días, aún perdura en el imaginario español. Lo típico que hubiese sido el cantarle “cumpleaños feliz” por sus 11 años, se convirtió en una serie de insultos de la talla de “gordo” o “foca”. Además, destacar que este duro momento fue inmortalizado a través de un teléfono móvil.
Este caso sale a la palestra a raíz de que su hermano lo sube a redes para concienciar de que el acoso escolar existe. El detonante de dicha acción fue tras el regreso de Izan a su casa, donde dijo que “así no vale la pena vivir”. Las alarmas saltaron, se tenía que tomar cartas en el asunto para que esto no fuese a más. Días después, este contenido audiovisual se hizo viral de tal manera que la ola de solidaridad se desbordó por completo.
Este ejemplo no es el único, ni siquiera es un caso aislado. Según los datos de Bullying Sin Fronteras, España se encuentra entre los 10 países con más casos de acoso escolar del mundo. En el curso 2021/2022 se detectaron más de 11.200 casos, un 20% más que el año anterior. Además, esta oenegé cita que nuestro país ha tenido un crecimiento de bullying y ciberacoso, en los últimos cinco años.
La vuelta al cole comienza este jueves, 8 de septiembre, en Ceuta y los centros escolares tienen desplegadas todas las medidas oportunas para que estas incidencias no sucedan en las aulas. De todos modos, la seguridad nunca está al 100%. “La prevención, el trabajo en equipo y la colaboración con las familias son fundamental para acabar con él”, explica Rafael Moreno, orientador en el I.E.S Abyla desde hace cuatro años.
Todos los centros de estudios de la ciudad autónoma tienen un plan que les aporta la Dirección Provincial. Similar, pero cada uno lo hace suyo. “Nosotros marcamos algunos matices y lo trabajamos de una forma”, asegura Moreno. Él no está solo en todo esto, sino que cuenta con su equipo más cercano que está compuesto de la profesional técnico de servicios a la comunidad, Mari Ángeles Godino y la trabajadora social, Victoria Santana.
Las primeras semanas de clase son cruciales y el plan de acción tutorial del Abyla se pone en marcha cuanto antes. Para ello, el departamento de Orientación elabora actividades y “hay asociaciones locales que nos ofertan charlas y talleres que fomentan el respeto, la tolerancia e igualdad”, dice Moreno. Todo esto para surtir de información a los jóvenes con la finalidad de reducir las probabilidades de que se produzca un incidente de este calibre.
"Es fundamental trabajar con los testigos, aquellos que perciben los casos de bullying y se callan"
En la misma línea, “es fundamental trabajar con los testigos, aquellos que perciben que está desarrollándose un caso de bullying. Los niños que se callan, hacen que el problema crezca y se convierten en cómplices. Trabajar con ellos para que den la voz de alarma es igual de importante para cerrar cuanto antes este conflicto”, dice Mari Ángeles Godino.
Por otro lado, los profesores tienen que estar formados. “A principio de curso, se imparte una serie de nociones para que sepan distinguir lo que es el acoso y no, cómo se comunica y se lleva a cabo lo ocurrido con los alumnos”, afirma Godino.
Las secuelas que acarrea un episodio de bullying en la víctima son varias. “La autoestima se ve mermada y se refleja a la hora de comunicarse con otros. Este acoso genera un déficit en cuanto a habilidades sociales. Igualmente, el joven puede sentir rechazo a la hora de ir al colegio, incluso padecer un cuadro de ansiedad o depresión. En el peor de los casos, puede presentar un comportamiento autolítico o suicida”, explica Alfonso Cruzado, psicólogo general sanitario y especializado en neuropsicología.
Detectar un hecho como este, “no es cosa de una sola persona, sino que hay que atajarlo en equipo”, asevera Moreno. Desde el director hasta el personal no docente y pasando por el claustro de profesores y departamento de orientación. Todos son piezas claves, imprescindibles para dar la voz de alarma.
"El acoso escolar no es cosa de una sola persona, sino que se debe atajar en equipo"
Desde que se detecta una sospecha, el protocolo se activa. Esto denota que existe un problema dentro de la comunidad educativa. “El primero en comunicar que un pupilo sufre bullying es el profesor , el cual lo pone en conocimiento a la Dirección y Orientación”, explica el encargado de este departamento. A posterior, estos comienzan con el protocolo con total discreción.
Este reglamento consiste en entrevistarse con la víctima, los testigos de clase, posibles acosadores o familiares. Las pruebas que se obtienen se convierten en datos, los cuales constan en un acta para que no falte detalle alguno. Todo reflejado en este documento “para que no haya malas interpretaciones”. Cuando todo se recaba, se da un paso más. Una Comisión de Evaluación —formada por el director, la trabajadora social, profesional técnico de servicios a la comunidad, orientador y tutor— se abre para analizar el suceso. Este procedimiento suele durar dos semanas lectivas; es decir, 10 días.
Si se certifica que estas evidencias son un claro ejemplo de acoso, este se traslada a la inspección para tomar las medidas oportunas. “Desde el primer momento, la protección de la víctima es fundamental”, dice Rafael Moreno . También cabe que sea una “falsa alarma”. Por ejemplo, en el I.E.S Abyla no hubo ningún incidente con estas características durante el curso 2021-2022. Lo que un principio parecía serlo, finalmente quedó en agua de borrajas.
En la mayoría de veces no es acoso, “es simplemente una evidencia de lo compleja que es la etapa de la adolescencia”, afirma Moreno. Aún así, sea cual sea la situación, “siempre intentamos tomar cartas en el asunto”. De todos modos, cabe matizar que en 2019, este centro escolar tuvo “tres o cuatro incidencias”, recuerda Mari Ángeles Godino.
El núcleo familiar se convierte en la tercera pata que sujeta todo este mecanismo de prevención. Igualmente, los padres y madres deben estar atentos de sus hijos, “no pueden cerrarse en banda” porque los centros escolares “no podemos controlarlo todo y menos cuando esto se produce en las redes sociales, como Twitter, Instagram o TikTok”, dice el orientador.
“El bullying ha evolucionado. Antes solo se producía en clase, ahora se magnifica porque te pueden hacer una foto o vídeo, te hacen un meme y luego se publica en Internet. Esto lleva a que sean cientos los que vean este tipo de burla y la presión en la víctima es aún mayor, lo cual puede desembocar en unas secuelas que les merme en su día a día”, explica Alfonso Cruzado.
"Si el departamento de Orientación de un instituto no gestiona bien, hay un problema"
El mal uso de las redes es un problema. “Aquí la familia es importante, tiene que estar atenta a lo que ve su hijo y con quién habla. No basta con darle el dispositivo para tenerlo entretenido durante un rato”, asevera Godino. De esta forma, se puede cortar este pesar que sostiene sobre sus hombros la víctima. En muchos ocasiones, este duelo se lo callan, sienten pudor por reconocer el duro trance por el que pasan. En otras, “ellos vienen a Orientación y nos lo cuentan”, comenta Moreno. Asimismo, añade que “este departamento es la casa de todo el mundo, ante un contratiempo las puertas siempre permanecen abiertas. Incluso, nos vienen los padres y madres llorando y les tenemos que ofrecer nuestras habilidades para así ayudarles”.
La prevención se convierte en el principal objetivo. Evitar que un alumno, de cualquier edad, sufra acoso en el aula o las redes sociales. “Este es uno de los momentos más complicados que se puede sufrir en la etapa infantojuvenil. Sentir ese rechazo proveniente del grupo de iguales, cuando estos son los más importantes a esa edad”, dice Cruzado. Por ello, “en las horas de tutoría hay que hacer dinámicas de grupos, estar pendientes de si un adolescente se acerca al docente”, aconseja el psicólogo. Por lo que, en todo momento, hay que arropar a la víctima, hacerla ver que no está sola.
Las vacaciones de verano llegan a su final. Atrás quedan los meses de descanso y ahora se da paso a un nuevo curso escolar. Al igual que los adultos que se pueden permitir —económicamente— unas vacaciones, antes de regresar a las obligaciones y sufren el conocido trastorno posvacacional; los más pequeños también pueden padecerlo. Como consejos, el psicólogo caballa Claudio Biondi, explica que “se debe buscar una adaptación progresiva en los horarios”. Con ello, se refiere a cuándo irse a la cama o levantarse. Por otro lado, “el ir remarcando los aspectos positivos de la vuelta al cole, como es encontrarse con los profesores y compañeros”. Esto les permitirá contar qué tal fueron esos días en la playa, por ejemplo. A su vez, el profesional de la salud mental reconoce que “los padres somos culpables de que esto no se haga así porque les alargamos las vacaciones hasta la última jornada”. Este cambio drástico provoca una falta de respuesta ante tantos estímulos nuevos y llevan a que no se afronte en condiciones. “Nuestro cuerpo, que viene del relax y de no tener horarios, colapsa y no responde a tanta demanda”, añade. Por otro lado, “es interesante que el niño organice los horarios y las actividades” para que se administren el tiempo. En este aspecto, el psicólogo resalta que se suele caer en el fallo de “apuntar al niño en todas las actividades extraescolares posibles”. Lo recomendable es que haya antes una conversación con el fin de saber qué es lo que le gusta o lo que no. “De entre todas las opciones, ¿cuáles quieres?” Si se le da la oportunidad de elección, “se le hace un favor porque ya desde pequeño aprenden a tomar decisiones y así se sentirán bien en un futuro próximo”. Por último, Biondi recuerda que “los menores tienen que jugar y si es en la calle y con compañeros, mejor”. Por ello, dentro de tanta obligación, cabe igualmente ese espacio para la diversión y que desfoguen de responsabilidades.
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