Internet está formada-al modo de los años 60 -por infinitos recortes de muchas cosas guardadas en una inmensa caja de galletas. ¿A qué recuerdan esa imagen? Pues olvídenlo, porque una Sociedad Médica (de esas que no conoce nadie) ha establecido que si nos anclamos en el pasado, nos morimos o nos quedamos lelos. Y no queremos, así que regateamos entre noticias, memes, tiktoqueos y todo lo que se digitaliza para intentar restarle números a la Parca y vivir hasta el próximo siglo. Yo dejé el pan, pero me encontró el centeno. Con el gym todavía no convivo, pero puede que quizás esté en ello. O no.
Tampoco me veo musculada como una Hulka entre otras cosas porque me pitan mucho conduciendo y me regalan alguna que otra peineta a las que no hago caso, porque si lo hiciera lo mismo asentaba dientes en encías y narices en cirujanos plásticos. La gente es muy borde y yo tengo muy mal genio. Mala combinación, pero eso, afortunadamente, no cambia y te pone en perspectiva al futuro que es otra de las claves para perpetuarse.
Relacionarse es otra de ellas, no siendo precisamente fácil hacerlo en la era en que las compras las hacemos desde casa y nos tiran los paquetes por encima de la valla. Esas charlas triviales con cualquiera que pelara la hebra que nos alegraban antes la existencia, se han reducido a la nada más absoluta porque todo el mundo tiene prisa o está trabajando a tope o muy atareado.
Los días de sol invernal en la cara solo los disfruta el gallego de edad indefinida que trastea en los Toruños como en su casa , desde casi la amanecida hasta que los mosquitos emergen - en tropel-de alguna parte de las marismas. Se hizo muy amigo de un solitario ciclista, también de edad indefinida y rostro quijotesco que saludaba a doquier y que escuchando sus diatribas podías llegar a pesar que era un conspiranoico de manual del FBI.
Es lo bueno de relacionarse desde lejos, que a nadie le humean los alerones , ni se inmutan cuando te largas porque no te interesa lo que estás oyendo. No sé si mi modo de vida sin prebióticos, sino dosis de jamón y tortilla, sin vitaminas ingeridas en pastillas, sino sol, playa y bosque de quejigos, sin gym ni proteínas, sino visualidades y mucho cotilleo con ustedes, me proveerá de larga vida. Pero si no, ya les digo que me quitan lo bailado, lo besado, lo abrazado, lo leído, lo tricotado, lo cosido, lo amado y lo odiado, que no es moco de pavo sino de gallina.
El futuro-la preocupación e interés por él como clave para una mejoría física y mental-no me parece incierto sino prometedor, a pesar de políticos que parecen aferrarse a los ciudadanos como ladillas, pero que no serán más que hojas rotas de calendario cuando los veamos a través del filtro del tiempo.
En cambio, los grandes logros que nos esperan, esos hongos que destruyen casi cualquier cosa incluida la radiactividad (esperemos que a nosotros no), esos viajes espaciales que no tendremos que experimentar (gracias, gracias, gracias), esos nuevos planetas en los que se asentarán para luego hacer realitys y esos avances médicos que nos harán vivir a perpetuidad, serán increíbles de experimentar.
Y no podemos olvidarnos de las IA que serán cada vez más listas en un mundo donde habrá cada vez más tontos de puro no pensar. No sé si ustedes gustan, pero yo me rechupeteo de ganas con el futuro como si fuera tortilla de papas medio cruda o ibérico de jamón. Ansío el sol en la cara, un beatífico sueño, un libro masticable con las encías del alma desde las tapas hasta el último párrafo, un recuerdo al amor que tuve, una abrazo de los amores que aún me quedan, un wasap profundo y sentido de alguien que está a miles de kilómetros y mucha serenidad para encarar lo inevitable que es la sal en los ojos, los pliegues del tiempo y las cornadas de la vida.