El día amaneció tomado por el taró que es el nombre que le damos en Ceuta y en general en Alborán a la niebla pesada que se produce como consecuencia de la conjunción de dos factores meteorológicos: la calma y la fuerte insolación. Nada tiene que ver con el vocablo árabe que se utiliza habitualmente “dbaba” para referirse a la niebla en general, sin embargo, presumo que el término debe tener relación con la dominación árabo-bereber del sur de la península ibérica. Como tenía pensado nadar en el mar bien temprano con mis perros salimos de casa para sumergirnos en el denso, espeso y espectral manto acuoso rumbo hacia la ensenada del Sarchal. Estas nieblas estivales no despejan fácilmente así que cuando llegamos a la orilla la visibilidad continuaba muy reducida pero sentía la presencia cercana de algunos nadadores de aguas abiertas que al igual que nosotros habían decidido hacer su deporte este mismo día. Caminar rodeado del meteoro neblinoso constituye una experiencia interesante y bastante intensa pues los sonidos se perciben muy lejanos “en otra atmósfera”, es un estado mágico en la que la naturaleza se muestra sorprendente por estos cambios que vamos experimentando, la niebla no solo es falta de visibilidad sino una sensación que podemos apreciar interiormente; las experiencias más relevantes son las que parten de nuestro interior, los sentidos son radares de captación y si nos sentimos felices en presencia de fenómenos como el taró es que nuestro interior está vibrando en sintonía con los sentidos y empezamos a captar la magia de la naturaleza.
La explicación racional y científica es igualmente interesante y nada baladí pues parte de la capacidad de observación del ser humano y su destreza detectando las variables que explican los fenómenos físicos. De esta forma, la ausencia de vientos y la notable insolación que se está produciendo en estos días y sobretodo, la presencia de partículas en el ambiente provenientes del Sahara, provoca una elevación de las temperaturas inusual y típica de nuestros veranos. Así el agua marina se evapora y las pesadas brumas húmedas se concentran sobre el mar y rodean a la ciudad mojándolo todo a su paso. Es una suerte de precipitación horizontal de gran interés y beneficio para la vegetación costera y nuestras maquias y manchas boscosas litorales de las que se benefician todo el sistema natural emergido de Ceuta. Cuando llegué al Sarchal y comencé a descender por el camino, la plantas que lo bordean estaban completamente empapadas de agua que destilan de las nieblas y depositan en el subsuelo. Solté a mis canes y bajé con los brazos abiertos sintiendo la bendita humedad que refresca a las plantas litorales dejando que las yemas de mis dedos saludaran a las refinadas y recias especies vegetales, Aman y Agrom hacían lo propio metiendo sus corpachones entre la humedad floresta pues gozan mucho retozando entre vegetales ya sea en una tórrida costa, en prados o en los frondosos bosques y maquias; al igual que Goethe cuando le escribe a su gran amor imposible Charlotte von Stein puedo decir que cada vez me siento más inspirado por la naturaleza que no cesa de llamarme y atraerme hacia su sagrado reino “No puedo decirte lo legible que se está volviendo para mí el libro de la naturaleza; mis largos esfuerzos por descifrarlo, letra a letra, me han sido de gran ayuda; ahora, de repente, todo está dando resultados y mi serena alegría es inexpresable” (extraído del bellísimo libro “La Metamorfosis de las plantas” editado recientemente por Atalanta). Hay muchos amores en la historia de un ser humano y dejando aparte el sagrado amor conyugal a la pareja espiritual, si hemos tenido la dicha de encontrarlo en ese mundo físico, he de decir que el amor por la vida que nos rodea y por las maravillosas obras de las que somos capaces de hacer los seres humanos lo considero un sentimiento sutil de primer nivel y que puede colmar sobradamente las expectativas espirituales de cualquier hombre o mujer que camina sobre la faz de este sin igual planeta azul.
Salimos de la orilla envueltos en el misterioso y espectral taró y enseguida nos vimos canes y simio rodeados de una espectacular explosión de grandes y ovales criaturas gelatinosas que desprendían, como las medusas, un olor picantón pero que a diferencia de ellas no son urticantes pues contienen otro tipo de células que le facilitan su alimento. El mega-plancton que forman los Ctenóforos que así es como se denominan científicamente este grupo de seres vivos se nutre apresando pequeños animalitos, habitantes de la columna de agua y también eventualmente de otros que caminan sobre las rocas del litoral somero; un espacio que tan buenos ratos me proporciona durante mis travesías a nado por la bahía sur de Ceuta.
Percibimos voces de asustados y sorprendidos nadadores que mis perros captaron con sus orejas atentas y vi como ponían rumbo a sus cuarteles de verano pero por sus expresiones sabía que estaban muy excitados con el espectáculo, y algunos realmente abrumados, no obstante como van casi todos con traje de neopreno no pudieron apreciar en la piel de sus cuerpos las texturas de estas criaturas y su inocuidad al rozar los cuerpos desnudos. A diferencia de los cnidarios (el grupo al que más tiempo he consagrado mis actividades científicas en el campo de la zoología marina) los ctenóforos tienen coloblastos que son un invento celular creado por este extraño grupo de animales para poder alimentarse. Se trata de un filamento culminado por una estructura adherente donde las presas quedan sujetas a los tentáculos y son llevadas a la cavidad gástrica. No todos los ctenóforos poseen tentáculos para atrapar a las pequeñas presas del zooplancton de las que se alimenta primordialmente pero sí que tienen las estructuras anatómicas que les facilitan el movimiento a través del agua, zoológicamente se denominan “peines” y sus células son ciliadas para favorecer el movimiento y la locomoción a través de la masa de agua. Un elegante y silencioso sistema de transporte a través del azul.
Estos son otros rasgos identitarios de estos “alienígenas” maravillosos que pululan por nuestros mares.
Para entender el porqué de estas concentraciones de ctenóforos al parecer perteneciente a la especie Leucothea multicornis necesitamos realizar un ejercicio de ecología marina e integración de información al gusto de Humboldt. Digo al parecer, porque las identificaciones de especies no son cuestión sencilla y se suelen despachar con suma ligereza por aquellos que no entienden las dificultades que entraña la taxonomía y la clasificación. Una de las nuevas fronteras de la investigación sobre biodiversidad en nuestros mares y océanos está justamente en la revisión del inventario de las especies de invertebrados marinos. Los recientes descubrimientos sobre especies crípticas están indicando que no se han atendido convenientemente los aspectos taxonómicos por parte de muchos científicos que solo querían obtener un nombre fácilmente para poder continuar con sus investigaciones en diferentes campos del conocimiento. En el laboratorio del Museo del Mar tengo algunas especies crípticas de corales (una de ellas encontrada en la isla de Creta estará dedicada a mi admirada Rachel Carson) para describir pues las tradicionales distribuciones de muchas de ellas no eran tales sino la expresión oculta de una variabilidad solo al alcance de los análisis morfológicos finos y avanzados. Gran parte del problema ha sido el sesgo económico que han tenido las investigaciones hacia unas determinadas especialidades que interesaban a la industria y también a la falta de talento entre los científicos rutineros que hacen ciencia en el mundo, muchos de ellos nunca han sabido diferenciar entre un simple y necesario estudio faunístico de un verdadero trabajo de taxonomía. Hoy en día la formación sólida de un naturalista es un ejercicio difícil dentro de un mundillo acostumbrado a no salir de los laboratorios e intentar explicarlo todo entre cuatro paredes y a través de las pantallas del ordenador, lo cual está muy alejado de las realidades y de la tradición formativa de un verdadero científico de ecosistemas. El viaje en la naturaleza y pasar el tiempo necesario entre especies y hábitats ya sea en tierra firma o en el mar imprime carácter y provoca el progreso del científico; España ha tenido una larga tradición exploradora con fines científicos y en el campo del naturalismo sanitario tuvimos al gran botánico Celestino Mutis quizá el más imponente de ellos por su labor en los territorios americanos del virreinato de nueva Granada y sus preciosos dibujos y contactos con Linneo. En el ámbito de la exploración del nuevo mundo desarrollada por militares hay muchos y buenos ejemplos pero con dotes brillantes para la observación de naturaleza son escasos. Sin lugar a dudas que Félix de Azara es uno de los más importantes cuyo trabajo fue de notable interés para Charles Darwin. Las campañas exploratorias son importantísimas en la formación de campo desde Alejandro de Humboldt por citar quizá al científico más relevante que haya existido en relación al conocimiento natural profundo; con su trabajo comienza el naturalismo moderno y la integración de conocimientos diversos para comprender los fenómenos ecológicos. Este sabio alemán muy cercano a los románticos alemanes y amigo personal de Goethe logró conciliar arte y ciencia consagrándose al desarrollo del naturalismo de la mayor calidad. Hay que indicar que el talento se tiene o no y aquí la madre naturaleza dota a cada cual con el suyo; los oficios de naturalista y taxónomo no son tareas fáciles y requieren unas capacidades para la observación y la descripción de la naturaleza que no están al alcance de cualquiera. De esta cuestión han opinado mucho y bien E. O. Wilson y S. J. Gould dos de naturalistas americanos a los que admiro por su talento y elevada producción tanto puramente científica como de corte divulgativo.
Pero volviendo a la cuestión esencial, ¿por qué se producen estas concentraciones de plancton? Se pueden plantear atrevidas hipótesis para intentar explicar estos fenómenos que han existido en otras épocas pero que en el caso del mar han pasado muy desapercibos. Antes de nada, debo indicar que no me siento solo en la labor que desarrollo y percibo manos invisibles que impulsan mis investigaciones y clarividencia ante los hechos que voy explicando cada vez con mayor facilidad y celeridad, esto que siento no lo puedo explicar solamente a la luz de la experiencia acumulada. Sé que hay algo más detrás de este espectacular crecimiento científico que estoy viviendo pero no tengo explicación dentro de los ámbitos de la física y por ello me dejo guiar por la metafísica y los sentimientos. Hay un espacio en el que se puede sentir y soñar pero no razonar, ni explicar satisfactoriamente; siempre sonará a patraña para la mente positivista y harto confiada en el tótem del nuevo ídolo cientifista.
Como y porqué ocurren estos fenómenos son cuestiones que se pueden razonar atendiendo a la ecología regional a gran escala. Para el pensamiento moderno fue Humboldt el primero en comenzar a dar explicaciones de ecología regional para los cambios climáticos que encontró en la América equinoccial, recorriendo territorios con su amigo y colega de andanzas Aimé Bonpland. El emplazamiento geográfico del norte de África está influenciado por un poderoso mar de arena y polvo llamado Sahara que no cesa de irradiar calor a la atmósfera pues la inmensa radiación solar que está recibiendo constantemente es devuelta. Pero el desierto actual es el resultado de un colosal cambio climático provocado por el propio planeta desde el periodo Jurásico y que llevó a la extinción a millones de especies animales y vegetales. Su actual extensión es algo menor a China y su influencia manifiesta desde el mar Rojo hasta las costas de Senegal y Cabo Verde y mucho más allá a través del Océano Atlántico. La extensión del desierto ha estado variando y ha sido mayor hacia el sur después de la última glaciación y la previsión es que volverán a producirse variaciones en función de la mayor o menor inclinación del eje de la Tierra.
Se conocen vestigios claros de antiguos ríos y escorrentías que provocaron acumulación de travertinos (algunos se pueden visitar si viajamos a la preciosa región de Tata en Marruecos) que surcaron el Sahara hace miles de años. Una exposición monográfica sobre el Sahara se podría preparar en el Museo del Mar en un futuro próximo para ayudar a comprender como domina el clima de la región y en cierta medida de Europa e influye incluso en regiones atlánticas tan alejadas como la América tropical; las arenas saharianas encontradas en Yucatan así lo atestiguan. En lo concerniente al mega-plancton gelatinoso y a este fenómeno de julio de 2020 con respecto a los grandes ctenóforos, debemos indicar que el polvo en suspensión cargado de hierro parece ser uno de los principales agentes fertilizadores externo al propio sistema oceánico. Las explosiones de microalgas en la masa de agua marina norteafricana tienen relación con estos procesos; las mareas rojas estuvieron afectando intensamente a las islas Canarias hace un par de años y sus conclusiones apuntan al Sahara como agente causante. El calor, el polvo y los vientos se aúnan para provocar un fenómeno particular de grandes dimensiones que fertiliza la superficie marina facilitando la reproducción en masa del plancton (microalgas; zooplancton; Mega-placton gelatinoso y otros) iniciando una cadena de vida imparable pero con matices (sin aclarar científicamente) que provocan la proliferación de una determinada especie sobre la otra en función de los ciclos anuales. Es evidente que los grandes predadores pelágicos como las tortugas marinas, en especial la tortuga laúd D. coriacea en el caso del plancton gelatinoso o la tortuga boba en el caso del Pateixo o cangrejo rojo nadador (veáse Ocaña et al., 2009), los cetáceos o el tiburón ballena de aguas templadas se mueven buscando estas concentraciones de vida para alimentarse y aprovechar estos repentinos festines. Hay que tener en cuenta que la mayor parte de las zonas oceánicas más productivas del planeta están asociadas a los principales desiertos (California; Perú, Namibia y el Sahara) pues la asociación de calor, polvo en suspensión, viento y una costa bañada por una importante masa oceánica produce ciclos de concentración de nutrientes en la superficie marina ya sean provenientes del fondo oceánico profundo (producción de surgencias de aguas profundas) o del propio desierto.
De hecho, en el Sahara los años menos productivos desde el punto de vista pesquero coinciden con los más lluviosos (véase Planeta Azul, Planeta Verde, Margalef, 1992). Las lluvias provocan unas transformaciones espectaculares del paisaje costero de los desiertos pues la acumulación de sedimentos como consecuencia de la gran escorrentía destruye comunidades litorales de gran importancia como lo acontecido con las grandes rasas intermareales de la región del Sus marroquí (véase Ocaña et al., 2019). La pluviometría resulta esencial en la dinámica costera sahariana y son los periodos más secos los que provocarán las concentraciones de recursos pesqueros de los años venideros. Las explosiones de plancton gelatinoso (medusas y ctenóforos) son la prueba tangible de la existencia de estos ciclos productivos y de la participación del Sahara en la fertilización de la superficie marina. De alguna forma, estamos asistiendo a procesos catastróficos debido a picos productivos y a la subida de las temperaturas como consecuencia del ascenso de polvo en suspensión; sin embargo, estos ciclos saharianos son mucho más asumibles que los provocados por el océano Pacífico en las costas peruanas con el temible “Niño” que hace descender la productividad del mar como consecuencia de las corrientes cálidas.
Para entender algo de nuestro clima norteafricano debemos primero adentrarnos en el conocimiento sobre el gran desierto y sus consecuencias meteorológicas. Nos rodean ciclos temporales que condicionan la vida en el planeta y que no acertamos a poder predecir y algunos nos provocan molestias y otros directamente catástrofes. Se muestra mucha ingenuidad cuando se piensa en el desierto como en un accidente geográfico más bien molesto o un como destino vacacional exótico y relativamente cercano para los turistas del sur de Europa. Sin embargo, un gran desierto como el Sahara es sobretodo una bello y duro paisaje además de un poderoso agente fertilizador necesario para la puesta en marcha de cadenas alimenticias marinas únicas, propios de un sistema autorregulado y vivo como es Gaia.
Al terminar de nadar con mis perros no podía dejar de pasar la ocasión de ir rápidamente a casa a coger mis máquinas submarinas digitales y volver a captar instantáneas de estos bellos “alienígenas”. Nos pusimos en marcha hacia la casa y en media hora ya estaba de vuelta para volver a observar pero ya bien equipado para tomar imágenes. El sol había disipado mucho la niebla y todo resplandecía, soplaba un suave poniente por rachas que rizaba la superficie del agua lo suficiente para dificultar la visibilidad de los ejemplares mas someros. No obstante, solo había que esperar un poco y quedarse inmóvil asido a una roca para ver pasar a estos platillos volantes gelatinosos con sus fosforescentes resplandores. Algunos cuadros eran muy bellos, sobretodo aquellos que tenían de telón de fondo los tonos azulados y verdosos de la masa de agua en movimiento o también en los momentos en los que algunos ejemplares se acercaban a las rocas y se producían espontáneas y efímeras composiciones entre estos sublimes sumergibles y las algas expuestas a la luz del sol. Un cuadro natural especialmente conmovedor lo conforman el alga Laurencia obtusa en compañía de los ctenóforos.
Mientras recojo las cámaras y me voy secando no puedo dejar de pensar en estas sutiles criaturas marinas provenientes de un muy lejano pasado. El mar es fuente de ancestralidad y por ello conserva un gran número de grupos zoológicos que solo se encuentran representados en su seno. Los Ctenóforos ya existían posiblemente durante el Proterozoico un vasto periodo de tiempo cuyo rango es de 2500- 545 millones de años pero con certeza se tienen fósiles desde el Paleozoico en el periodo Cámbrico (aproximadamente unos 600 millones de años). Relatan los paleontólogos, que en aquella era, la mayor parte de las tierras emergidas estaban unidas formando el supercontinente Gondwana y simplificando mucho se podría afirma que existía solo un vasto oceano llamado Panthalassa. Por todo lo expuesto aquí y sobretodo por lo que mucho que todavía desconocemos sobre los ctenóforos no podemos dejar de maravillarnos ante semejante grupo de especies que con tan sencilla pero no simple anatomía han conseguido dominar el agua y sobrevivir flotando de aquí para allá a lo largo de cientos de millones de años.
* El autor Óscar Ocaña es director del Museo del Mar de Ceuta