José Martínez Pirri marcó una época con el Real Madrid y dejó su huella en la selección española. Dieciséis temporadas al servicio del club blanco y galardonado con la Laureada por el coraje que dio forma a su leyenda, al jugar una final del Generalísimo con 40 de fiebre y la clavícula rota. Médico y director deportivo, se despidió con un informe demoledor.
La medicina le impulsó a triunfar en el fútbol. Quién sabe si alguien se hubiese fijado en aquel centrocampista derrochador de coraje que daba sus primeros pasos en su Ceuta natal, en el Atlético Ceuta, antes de trasladarse a Granada para cursar sus estudios.
Un solo año en Segunda, en las filas del Granada CF, le sirvió para dar el salto. De Pepe su nombre pasó a Pepirri, antesala del definitivo Pirri. El Real Madrid pagaba un precio mínimo por un jugador que llegaba en condición de 'amateur' y que dedicaría toda su carrera al club para quedar como uno de los ejemplos a los que acudir cuando se apela al coraje.
Llegó tras el adiós de Alfredo Di Stéfano para integrar el inolvidable 'Madrid de los Yé-yé', como se apodó a un grupo de jugadores que dominaron el fútbol español en la década de los 60.
Con Pachín, Pedro de Felipe, Felo, Manuel Sanchís, Ignacio Zoco, Amancio, Grosso, Velázquez y capitaneados por Gento.
Con apenas 19 años y el peso del dorsal 10, debutó nada más y nada menos que en un clásico ante el Barcelona y sustituyendo a un tal Puskas. Nada afectó a su rendimiento. Miguel Muñoz era el técnico que le daba la oportunidad e impulsó su carrera. Con movilidad en varias demarcaciones del centro del campo y posteriormente como líbero, Pirri fue uno de los padres del compromiso y la garra madridista, asociando su nombre a la máxima entrega.
Para la eternidad quedó su participación lesionado en dos encuentros. En la ida de la final de la Recopa de Europa de 1971 contra el Chelsea se rompió un brazo y jugó la vuelta con el brazo en cabestrillo. De sus 16 temporadas en el Real Madrid, sus 170 goles en 561 partidos, hubo uno que enmarcó su carrera, la final del Generalísimo (actual Copa del Rey) de 1975 que disputó con la clavícula rota ante el Barcelona.
"El día antes de la final estaba en la cama con mucha fiebre. Los médicos decían que no podía jugar. Amanecí con 40, pero decidí jugar. En el minuto 10 tuve la mala suerte de romperme la clavícula. Jugué todo el partido con fiebre y la clavícula rota". Un mes después, Bernabéu entraba en el vestuario del equipo y delante de sus compañeros le otorgaba la Laureada. Solo la tienen dos jugadores: Pirri y Goyo Benito.
Un rodillo en España con diez ligas conquistadas e integrante del equipo que ganó la sexta Copa de Europa, Pirri se casó con la actriz de moda del momento en España, Sonia Bruno, algo que en la época no estaba bien visto y provocaba el recelo del mismísimo Bernabéu para quien no había más estrellas que sus futbolistas. Pusieron patas arriba Madrid el día del enlace y el presidente les acabó regalando la nevera de su nuevo hogar.
En 1980, se marchaba para una corta aventura en el Puebla mexicano. Su despedida llegó con un homenaje peculiar entre los dos equipos de su corazón, el Real Madrid y una selección española con la que disputó 41 partidos y marcó 16 goles. Buscó sin éxito la gloria en los Mundiales de Inglaterra 1966, en la que debutó con la absoluta con la decepción de la eliminación en el grupo tras caer ante Argentina y Alemania Occidental; despidiéndose como capitán en Argentina 1978, donde pagó caro el golpe del debut cayendo ante Austria.
Tras colgar las botas en 1982 regresó a su casa, el Real Madrid, para iniciar una larga etapa de trece años en los servicios médicos del club. El presidente Luis de Carlos le ofreció ser mánager general pero Pirri quería dar salida a su pasión por la medicina.
Pasó a pisar el césped del Bernabéu en el que tanta entrega derrochó, para atender a los jugadores que lo necesitaban durante los partidos.
Su etapa profesional acabó en los despachos en el 2000, sin escuchar la propuesta de Florentino Pérez para que siguiese en el club blanco, entendiendo que su puesto quedaba ocupado con la llegada de Jorge Valdano.
Era el fin a una larga aventura que acabó con la publicación del que debería haber sido confidencial 'informe Pirri'.
En él, cumpliendo con su labor del denominado ahora director deportivo, informaba a presidencia del crecimiento de un tal Iker Casillas, lo imprescindible que eran jugadores como Raúl, Roberto Carlos o Redondo y con crudeza señalaba jugadores que también marcaron la historia madridista, como Fernando Hierro por su estado de forma o Guti, del que decía "no está centrado en su profesión".
Fue el revuelo de su adiós antes de colaborar en sus últimas apariciones públicas con un medio radiofónico como comentarista.