Las cosas más sorprendentes que te pueden pasar siempre están a la vuelta de la esquina. Por casualidades y causalidades, por rebotes del destino o porque la imaginación de los que escribimos nos facilita habitar mundos paralelos, lo cierto es que existen personas que se convierten en musas inspiradoras. La narración de este cañonazo es la crónica de un viaje en blablacar en la que ni quito ni pongo. Me limito a transcribir, como si un juez me preguntara, la charla mantenida durante las horas que duró el trayecto Algeciras/Elche; unas siete aproximadamente y una longitud de 582 kilómetros.
Después de estar una semana visitando la página de la aplicación de coches compartidos, no encontré ninguna combinación posible, tendría que ser la tortura del autobús la que me llevara a casa, como el anuncio de "turrones el almendro". En este caso saldría a las 22 horas y aterrizaría a las 8 horas del día siguiente. Como los viejos no estamos para muchos trotes, no compré el billete hasta el último momento. 24 horas antes. Ya adquirida la plaza, Calíope, musa de la poesía épica y la elocuencia, me echó una mano para que conociera a Pilara la festiva.
Quedamos a las 11 en Algeciras y emprenderíamos otra de las aventuras fantásticas que se dan en esta manera de "hablar mientras viajas". Allí estaba en el punto de encuentro, puntual como el reloj de las campanadas; la estatua de Paco de Lucía sería el punto exacto. La simpatía desbordada de Pilara, la locuacidad y desinhibido de su personalidad serían una fuente en la que bebería para aumentar la sed del futuro cañonazo.
Aunque mi compañera me recordara a Fidel Castro en sus discursos infinitos (dicho con todo el cariño del mundo), no supe exactamente a qué se dedicaba. Junté ideas: óptica, empresaria, multinacional, representante de productos relacionados con las gafas, médica, psicóloga, conferenciante. Lo que sí me quedó claro es que había estudiado: matemáticas, física y química como base, y todo el área de anatomía humana del sistema visual, Optometría, Óptica Oftálmica, instrumentos ópticos y optométricos.
Era lo de menos, lo de más fueron sus expresiones, frases hechas, anécdotas y ditirambos, diatribas, críticas o invectivas. Con el permiso de Pilara, anoté expresiones y palabras que me llamaron la atención por parecerse a las usadas en los guiones de Almodóvar: "La vida es una perra, y luego te entierra", "se quedó en un amén", "personas que llegan al alma", "ya no canto canción de amor en tu ventana, y no me pasa nada". Confundió Pepe Sánchez con Pedro Sánchez, el desnarigado con el desorejado.
Otras expresiones fueron: "No estaba follando pero cerca estuvieron", "Siguen comiéndose los mocos juntos. Esta mujer puede cambiar la versión y cuadrarle a la perfección", "Yo con españoles no voy nunca a Marruecos", "Para sobrevivir hay que ser astuto, simpático y no tener compasión", "Lo que no pasa en ningún sitio pasa en Algeciras", "Ceuta intentó tirarme pero le gané la partida". Así comenzó, con esta entradilla de 5 horas, contándome la historia de su familia.
Mi tatarabuela se llamaba Festividad y mi abuela Paquica la festiva (era muy chiquitita). Su tatarabuela, cuando se fue a lavar, se encontró una camada de perros y se los escondió en la pechera. "¿Festiva, qué llevas ahí?", le preguntaron. Los perros fueron saliendo de las tetas en manada y las carcajadas dieron la vuelta al pueblo. Festiva era muy pedigüeña, le gustaba pedirle al cura. Iba todos los días a la iglesia, aunque tenía sus cabras y sus viandas para comer. Por casualidades de la vida, el cura terminó matándola al atropellarla con el coche.
Las hijas de su tatarabuela se conocían con el mote de "las festivas". Mi abuela era muy chistosa, pero era elegante y fina. La llamaban la pulguita porque, antes de acostarse, fumigaba las mantas y sábanas para que no hubiera bichos ni pulgas, eso ha quedado en nuestro linaje, eran tiempos de miseria. Mi abuela vivió hasta los 97, tuvo 9 hijos y 100 descendientes. Su tataranieta la llevó a que conociera al nuevo miembro de la familia. Se llama YULEIMA. "¿CHULETA?", exclamó la centenaria. Otra vez las carcajadas de las festivas.
Hasta los 95 años viajaba en moto a horcajadas, pues no quería molestar a sus hijas. "Nena, llévame no sé dónde". Y así la saga de los asperinos (aspenses) quedaría en el anecdotario de mi viaje número 53.
32,500 kilómetros dan para mucho.