En los próximos días podría sonar su teléfono y que una voz desconocida le avise: “Es usted contacto estrecho de una persona que ha dado positivo en coronavirus”. Y le pregunte dónde ha ido, con quién se ha relacionado en las últimas semanas o cuáles son sus contactos más cercanos.
Este es ahora el trabajo de los nuevos detectives con bata o médicos con lupa: los rastreadores. Se trata de un grupo de profesionales sanitarios que ahora hacen las veces de detectives. Se encargan de hacer un seguimiento exhaustivo a los contagiados de coronavirus, reconstruir sus pasos en las últimas semanas e identificar a su entorno más cercano. Estos son los famosos rastreadores de contactos y su labor está siendo esencial en el proceso de desescalada.
En Ceuta, los encargados de esta ardua misión son los componentes del Servicio de Vigilancia Epidemiológica de la Ciudad. El jefe de Medicina Preventiva del Hospital Universitario, Julián Domínguez, explica para FaroTV cómo es trabajar en este escenario inédito en el país y cómo están ejerciendo los rastreados esta insólita vigilancia.
En la ciudad autónoma se están vigilando los positivos por coronavirus desde que empezó la crisis sanitaria. El primer positivo que se detectó en Ceuta llegó en un helicóptero, procedente de Málaga. Rápidamente, el equipo de Medicina Preventiva del Hospital Universitario de Ceuta activó el protocolo de rastreos en la segunda semana de marzo, antes de que se declarara el estado de alarma.
Pero el rastreo de contactos no es algo tan nuevo. Ya se ha hecho con otras enfermedades infecciosas como el sarampión, la varicela, la tuberculosis o la meningitis. El sistema es prácticamente el mismo.
¿Dónde está lo insólito? ¿Cómo se pone en marcha todo el operativo? El primer paso es confirmar que el paciente tiene coronavirus. El trabajo de los rastreadores comienza cuando aparece un caso sospechoso, ya sea por una llamada al 900 720 692 o porque acude a algún centro de salud. Los médicos de Atención Primaria comprueban si sus síntomas son los de la COVID-19 y si es así pasa a formar parte de la lista de “sospechosos”.
“Lo primero es la declaración del médico que declara una infección respiratoria aguda cuyos síntomas sean compatibles con el COVID-19, como son fiebre, tos, sensación de falta de aire, y puede tener otros síntomas como anosmia (falta de olfato) o ageusia (falta de sabor), sensación de opresión, dificultad para hablar o para andar, diarreas o vómitos”, enumeró el jefe de Medicina Preventiva del Hospital Universitario.
El informe médico de ese caso sospechoso se registra en la INTRANET del Instituto de Gestión Sanitaria e inmediatamente llega un mensaje al teléfono de estos ‘detectives’ del Servicio de Medicina Preventiva de que “tenemos un correo electrónico con un posible caso de COVID-19”.
A la vez, estos casos clínicos con infección respiratoria aguda a través de la plataforma “se conectan directamente con Atención Primaria y se hace una petición de PCR automática e inmediata en menos de 24 horas”. “En realidad, son horas, pero si es temprano se hace en el mismo día y sino al día siguiente en el caso de que hubiera un volumen muy grande”, continuó Julián Domínguez.
Una vez se ha registrado al paciente y se le ha hecho la PCR, se pone la maquinaria en marcha. “Con el resultado de la PCR positivo pasa a ser un caso confirmado y se traslada la declaración a Sanidad. Y si fuera un caso negativo podría seguirse estudiando como caso probable o descartado, en cuyo caso continúa en estudio y podría volver a repetirse PCR excepcionalmente. Se pasa como caso sospechoso a Sanidad y ahí comienza un trabajo muy importante que es el control de los contactos. Nosotros hacemos el seguimiento epidemiológico, mientras que el seguimiento clínico de los pacientes lo hace su propio médico”, aseguró Domínguez.
“Lo más importante de todo es que haya declaración y que los datos de la persona estén bien porque sino no localizamos a los pacientes. El segundo punto crítico sería la realización de una PCR y el tercero ya el seguimiento de los contactos”, explicó el responsable del Servicio de Medicina Preventiva del HUCE.
El coronavirus es ya una pandemia mundial de la que no se salva ni un rincón del planeta y cuya propagación es muy rápida. Con el COVID-19 la transmisión se puede producir de una forma muy acelerada porque puede haber un elevado grupo de gente asintomática. Este es el verdadero desafío de los rastreadores: evitar que el virus siga propagándose.
Cada día a primera hora el equipo que capitanea Julián Domínguez se reúne para ver cuál es la situación actualizada al minuto. Todo para acorralar al coronavirus. “Recibimos la actualización diaria de Microbiología en la cual nos comunican las PCR realizadas en el momento y los resultados. Si no hay ninguna positiva pues empezamos a comunicar los negativos. Y si hubiera un positivo pues entraríamos en el circuito”, prosiguió.
Un paciente que ha dado positivo con coronavirus debe informar de cuáles han sido sus últimos movimientos: a dónde ha ido, con quién se ha relacionado y cuáles son sus contactos estrechos, ya sean familiares o laborales. Para ello, el rastreador además de contar con su expediente médico de Atención Primaria y la declaración como posible COVID-19 de Sanidad, también dispondrá de “todos los datos fundamentales del paciente”.
Pero, ¿cuál es la verdadera función de un rastreador? Tratar de reconstruir los pasos previos de un contagiado por COVID-19. La idea es saber si en los días anteriores a que se manifestaran los primeros síntomas de la enfermedad o en las dos semanas posteriores el positivo tuvo "contactos estrechos" con otras personas, que podrían ser nuevos contagiados todavía no detectados. Por ello, se le hace un cuestionario vía telefónica.
El trabajo de estos detectives es también hacer seguimiento de la cuarentena del positivo y de sus contactos cercanos. Pero comienza con unas simples, aunque a veces, incómodas preguntas. Recaban los datos de las personas con las que ha tenido relación entre los dos y los cinco días previos al desarrollo de los síntomas. A ello se suman las preguntas que le hacen. Entre ellas, si vive solo, con quién ha estado, si ha ido al supermercado o si ha estado en alguna terraza.
“En algunos casos la gente no quiere decir dónde ha estado porque quizás piensa que no ha cumplido las medidas y en algún caso es verdad que no se han cumplido las medidas o no han mantenido las distancias y no lo quieren decir”, aseguró Julián Domínguez.
En ocasiones, los profesionales se encuentran con que un infectado solo tiene un contacto, pero otras veces el trabajo se complica y su red puede llegar hasta más de diez personas. De esa manera, van elaborando un mapa con todos los contactos, en los que se pueden dar “casos secundarios, terciarios y hasta una cuarta cadena”. Esto influye directamente en la fase del confinamiento en la que estemos los ceutíes. A mayor avance en la desescalada, más vida social y más complicado es el trabajo del rastreador.
Es un trabajo fundamental para que la desescalada del confinamiento siga siendo prudente y cauta, y para evitar posibles nuevos brotes de la epidemia. Aunque los rastreadores pueden no ser personal sanitario, lo ideal es que sí lo sean. Sanitarios o no trabajarán conforme a los parámetros que marca el Ministerio de Sanidad. Pero sobre todo, lo más importante es que “sean capaces de hurgar en las personas con el objetivo de intentar relacionar personas con personas”.
En Ceuta viven poco más de 80.000 personas, por lo que el rastreo de contactos no ha sido tan difícil. En la actualidad, el Servicio de Vigilancia Epidemiológica de la Ciudad está realizando el seguimiento a más de 170 personas que son contactos de casos activos. Pero testar a todo el mundo, aseguran, sería absurdo. “No hay que hacerlas de entrada a todo el mundo, sino hacer el aislamiento los 14 días que es lo ideal”, explicó Domínguez. Pero en algunos casos, “se han ido a hacer las pruebas y las personas no estaban allí”.
No obstante, en el cien por cien de los casos que hay en nuestra ciudad se ha hecho la PCR en el mismo día en el que se solicitó y “prácticamente en un tres por ciento no se ha hecho en el mismo día en el que se ha planificado”.
Los rastreadores son conscientes de lo difícil que puede ser la cuarentena y el confinamiento, pero están convencidos de que es la única formar de frenar al COVID-19.
En algunos casos se han topado con situaciones que se deben a que las personas implicadas no han respetado las medidas aprobadas por el Gobierno. El ejemplo confirmado de esto es el aumento de positivos que se produjo la semana pasada tras asistir a un cumpleaños con más gente de la permitida.
“La forma de parar un brote epidémico es mucho más intensa al principio del mismo y al final porque es cuando existe la posibilidad de rebrote y como la inmunidad en Ceuta no pasa del dos por ciento, el 98 por ciento de las personas pueden contaminarse. Solamente un caso podría causar en menos de una semana hasta 200 o 300 más. Lo ideal de aquí a la fase tres es que tengamos muchos ceros”.
Por ello, solo piden una cosa: responsabilidad. “Mientras no haya una vacuna efectiva tenemos que mantener ese distanciamiento social y toda esa higiene de manos”, concluyó.
El proceso de desescalada comenzó hace varias semanas. Pero, aun así, ahora más que nunca es importante el papel de cada uno de nosotros a nivel individual. Si ponemos todos de nuestra parte, cumpliendo con la distancia física y las medidas recomendadas por las autoridades sanitarias, obviamente estos contactos se reducirán. Nos estamos desconfinando, estamos en el buen camino de la desescalada, tenemos permiso para hacer más cosas, pero no podemos olvidar que el virus sigue ahí. Y somos nosotros los que tenemos que adaptarnos a él.
El coronavirus ha hecho que los cimientos de nuestro mundo tal y como lo conocíamos hasta hoy se tambaleen. Con una crisis global a la vuelta de la esquina, ¿cómo será a partir de ahora esa inquietante nueva normalidad de la que todo el mundo habla? ¿Volveremos a la realidad que conocíamos o diremos adiós definitivamente al contacto piel con piel? ¿Aprenderemos los humanos a adaptarnos o seguiremos tirando piedras sobre nuestro propio tejado?
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