A mi , España, no me convenció, será seguramente porque esperaba juego bonito y goles a mogollón y , en cambio, solo escuchaba los aullidos de mi pareja, cuando la” colota”- como dice mi hijo de tres años- no entraba , por donde debía entrar. Estaban nuestros chicos -de la roja- como ansiosos y créanme que lo digo en estrictos términos médicos , para referirme, a que andaban a empujones de furia o laxitud, sin un término medio ,donde no sé si está la virtud, pero sí desde luego el buen juego que nos hace disfrutar hasta a los neófitos- como yo misma -que solo vemos un partido , cuando todos los futbolistas llevan la camiseta del país , con la piel más taurina.
Supongo que el futbol- y esto es de mi cosecha- es como la política y todos lo vemos desde la puerta de muleros que nos toca, ahora que el país anda alicaído y revuelto, juraría que hasta Zapatero rezó porque ganáramos por goleada, para animar al personal, que, como digo , anda en la cuerda floja , más que por el paro- que joroba lo suyo, pero que ya viene de lejos y lo vemos como el pariente coñazo que se cuela a la menor ocasión, comiéndose los ahorros y vaciándonos la nevera- por la inquietud generalizada de no saber a qué carta quedarnos, mismamente es esa arpía a la que temen los políticos como a Caín, porque hace perder elecciones y es sintomática en un país en el que vayas a donde vayas y hables con quien hables, siempre está presente , la desilusión y la apatía , como telón de fondo.
En el Instituto de mi hijo mayor se llama a los que están curados de espanto, por su fortaleza física, “los petados”, lo que me hace pensar que lo mismo sería hora de que nos “petaramos” todos, no sé si físicamente-que no me parece mal, que la cosa puede estar mala, pero la celulitis y lo que es peor la mala circulación o los riesgos cardiacos no creo que ayuden- pero sobre todo moralmente, en eso tan extraño para esta nueva sociedad y tan en boga, en la de nuestros abuelos, de aguantar, o de petarnos moralmente.
¿Ven ustedes?...ahí me sale la vena marujil y feminista y no puedo eludir la comparación de sexos, en las que las mujeres -que me disculpe quien no lo crea así- parece que hemos sido dotadas por la naturaleza para sobrevivir, a los tiempos difíciles, y me dirán, si no conocen más de dos economías domesticas y hasta tres, o cuatro , en las que las mujeres estén ahora mismo sosteniéndolas .
Y es que con la crisis del ladrillo y los trompicones varoniles, han sido las hormiguitas del hogar, esas , que solo se dedican a cuidar niños y viejos y a limpiar las basuras de los demás, a tirar ahora del cabo suelto e ingresar algo de dinero, a base de limpiar en casa propia y también en ajena.
Como les decía, la roja, debería meter goles, no porque ganen mucho dinero y los hoteles sean una gozada y haya de todo, sino porque nos hace falta para auparnos la moral, para sentirnos especiales, para saber- quizás - que solo es intentarlo y podemos alcanzar la gloria, aunque sea solo lo que dura un partido , los maravillosos noventa minutos, partidos en dos, en que miramos al televisor y no solo nos olvidamos de que la hipoteca nos vence y que no tenemos dinero, no para las vacaciones, sino para casi comer , y nos sentimos más grandes que los grandes y se nos olvida hasta el nombre de nuestro padre y ya se nos hinchan las venas del cuello y salimos a la calle a gritar y a perdonarnos las cuentas pasadas, de “el no haber guardado”, “el haber invertido” o “el haber confiado”, y , en cambio, solo gritamos y lloramos, porque la roja ha goleado, al que sea Dios bendito, al que sea, porque oe… oe, los tiempos no corren, sino que vuelan y queremos meter y meter y olvidarnos de todo.