Al principio de este verano me encontraba sacando de paseo, para que haga sus necesidades, mi perrito por la zona de influencia de mi barriada cuando un amigo me dijo que tenía una cosa muy interesante que relatarme, que había leído alguno de mis artículos y que le parecía si el me narraba una anécdota muy rara que le había pasado hacía ya unos años durante una noche en un lugar muy conocido por todos las personas que le gustan las pesqueras. Yo como es lógico estoy abierto a escuchar todo lo que pueda para como es lógico nutrirme de información para después de filtrarlas servir como plato de tapas a mis lectores, y como de costumbre nunca diré si es viable que pueda o no ser divulgado en este medio escrito, aunque siempre si veo que se puede publicar pediré permiso al susodicho informador. Pero este relato la verdad, que desde que me empezó a narrar y llevaba unos minutos escuchándolo me sedujo en mi vena narradora que merecía la pena de ser trascrito por lo raro, interesante, sorprendente, emocionante y a la vez entretenido: “Me dirigí sobre las dos de la mañana a una zona del puerto de Ceuta, donde todos los que han estado saben que hay un alto porcentaje para tener una buena pesquera”. No tuve las molestias, gracias a Dios, ya que siempre tendríamos el inconveniente que nos hubieran echado del lugar pero tuve la suerte de que nadie me dijera nada durante las horas que me dediqué a mi menester, entretenimiento. Para ello llevé mi fórmula secreta que cosiste en recoger todas las sobras sólidas de comidas que dejan en la casa, durante un periodo de tiempo de una semana aproximadamente, recolectándolas en un cubo y mezclándolas todas con una gran tranquilidad con agua y aceite de pescado, quiero añadir que la mezcla se hace con las manos. Eso suponía lo que los pescadores denominamos el “enguao” para atraer a los pescados que me interesan que en este caso eran los besugos. Los primeros en llegar como era lógico eran las lisas que son la infección de los cuerpos ya que se comen todo lo que encuentran, formando el espectáculo de saltos, chapuzones, etc., para intentar comerse todo lo que puedan antes de que se acabe. Por eso mis arreos estaban preparados para eludir a estos peces y bajar un poco con las plomadas para llegar al terreno libre que suelen entrar los peces de categoría que estaba yo buscando. Y la verdad que era una interesante captura la que estaba generando mi fórmula mágica, aunque el olor fuera fuerte e insoportable, y lo digo por lo que siempre me dice mi mujer, aunque ella siempre ve que un poco de sacrificio trae consigo unos buenos manjares para el honor de la casa. Para la misma hasta una piedra es bueno traer. El cubo que había traído para atraer a los pescaditos se estaba llenando a un buen ritmo, previo enjuague del mismo con agua de la mar sino no se quien podría entrar en la casa el mismo. Y tan sólo eran sobre las cuatro de la mañana cuando de repente pasó una cosa que en mi vida, y mira que llevo un montón de noches pasándolas disfrutando del deporte que más me engancha. Sucedió que observé como si fuera una sucesión de luces que se iban encendiendo y apagándose con una progresión hacia el fondo del otro ramal del muelle. Es difícil de explicar imagínate como si se encendieran unas luces con una dimensión de unos cinco metros de ancho por otros cinco metros de largo, esas luces eran de un color verde luminiscentes e iban encendiéndose, y apagándose, además también iba progresanba hacia arriba con la misma dimensión y así hasta llegar al otro muelle de donde me encontraba. Desaparecía y la misma maniobra empezando de nuevo desde donde yo me encontraba hasta el otro muelle fueron aproximadamente unas siete veces lo que vi hacer esta maniobra. Cada vez que lo observaba empezaba a mirar sorprendido el mar para intentar relacionar lo que estaba viendo con algo evidente que se pudiera decir que tenía la razón por ese motivo determinado. Pero aunque intentaba ver, observar, escudriñar, la impresión que me dio era que no era nada explicable de lo que podía estar pasando. Pero esto no quedó así cuando de repente al cabo de los siete movimientos de las luces que iban hacia el otro muelle apareció unas nuevas luces que salía del agua y que formaban como si fueran una fuente del mismo color con una altura de aproximadamente unos diez metros de alto. Un espectáculo que la verdad que en mi vida había visto, era la primera vez que había observado todo esto. Todavía hoy no se lo que pudo ser aquello. Por eso te digo que ¿si algunas vez has observado tu esto y qué podía ser?”. Recogí este testimonio, y testigo como un reto para mi como siempre hago con todas las informaciones que tengo en mis manos y lo primero que hice es buscar la solución a este enigma, de lo relatado, poniéndome en las manos de alguien que supiera de la mar y como no eché mano de mi buen amigo Luis y este hombre me dio una explicación bastante razonable y que la verdad que pasé a mi amigo para que se quedara un poco más tranquilo de lo que había visto en aquella impactante noche que se estaba dedicando a practicar su deporte favorito. Lo que me dijo mi amigo Luis fue: “Existe una evidencia bastante razonable sobre esto que ha pasado este hombre. Mira cuando hay una acumulación bastante grande de pescados, que es lo que se le denomina banco de pescados, y con la influencia de la luna que hace como emanadota de una fuente de luz y con las escamas de los pescados que había acumulados en esos momentos hizo el efecto óptico que me estas describiendo y lo de la fuente de luminiscencia del color verde pues es lo mismo pero esta vez con la salvedad que los pescados estaban saltando. Existen una raza de los mismos que pueden saltar, aquí en esta tierra se le llaman los “volaores”. Pues gracias tanto a uno como a otro por este relato que ha sido muy interesante y a la vez esta incógnita que tenía nuestro amigo ha sido traducida en una explicación lógica de otro pescador con más kilómetros que el otro que se quedó “anodado” por lo visto en esa madrugada mágica.