En el arranque de los años 70, el por entonces pujante sector pesquero ceutí empleaba a unos 1.500 trabajadores. Hoy cuenta con menos de 30, a una media de entre 2 o 3 por cada uno de los 12 barcos que sobreviven en la ciudad. La frustrante comparación la traza Juan Manuel Sánchez, secretario general de la Cofradía de Pescadores y patrón mayor accidental tras la reciente dimisión de Antonio Sosa, en el cargo algo más de cinco años, por motivos personales. “Esto está muerto, en decadencia total. No hay solución y va a peor”, lamenta.
El rosario de problemas que enumera no invita al optimismo. El primero de ellos, la competencia desleal que ejerce el producto que entra a diario desde Marruecos. “No paga impuestos y al no llegar debidamente reglamentado nadie sabe su coste, ni quién lo vende, ni quién lo compra. Nada. Comprendemos que la ciudad se beneficie de un pescado más barato, pero eso no se puede hacer a costa de dejar morir al sector en Ceuta”, denuncia Sánchez, quien se pregunta además por qué las capturas del otro lado de la frontera pueden acceder sin restricciones y con un mero “boleto que les dan en un chambao instalado en la aduana”.
Además de perder a diario la batalla contra el producto que desembarca del país vecino de forma masiva, “colocado incluso directamente en los mercados o en los restaurantes”, el ahora máximo representante de los pescadores censura que la normativa actual prohíba que las capturas de los caladeros próximos a Ceuta se exporte más allá de la ciudad:“Por orden ministerial, lo que se pesca aquí no puede venderse ni consumirse en otro lugar. La exportación de productos de origen animal está prohibida. Dicen que trabajan en ello, pero llevan ya seis años para arreglarlo. Es como tener un lingote de oro y no poder usarlo”. Esa limitación está provocando que la mitad de los barcos matriculados en Ceuta en realidad faenen fuera, en zonas como Algeciras o Estepona, donde sí pueden dar salida a la mercancía.
Esos dos factores, unidos al contratiempo constante de los temporales, han hundido el volumen de capturas, que según los datos de Puertos del Estado ha pasado en 20 años de las 1.383 toneladas de 1984 a las exiguas 17 registradas entre enero y noviembre de 2013, el último mes con datos oficiales. “Es normal. Muchas veces hay pescado, ¿pero para qué cogerlo si al traerlo a tierra no lo vas a poder vender? ¿Para qué pescar 40 cajas si sólo vas a vender como mucho 20? Es todo un círculo vicioso en el que los compradores ya ni aparecen porque se aburren y cada vez vienen menos”, define Sánchez con resignación.
La Cofradía asume que el futuro no está garantizado porque no hay relevo generacional: “¿Quién va a querer venir a trabajar si lo que se pueden sacar ahora mismo son 10 o 12 euros diarios? Sí llegan trabajadores de Marruecos, hay unos 50 ahora mismo que van y vuelven todos los días, porque con 300 euros al mes y el pescado que puedan llevarse pueden sobrevivir en su país, pero aquí no. Vas al paro, pides un trabajador, está un día y no vuelve más. Normal”. Y es concluyente: “Vengo de familia de pescadores, de toda la vida, pero no quiero que mi hija se dedique a esto, porque lo están dejando morir”.
Sánchez también se queja de que la interlocución con Madrid es farragosa, porque la Ciudad “no ha querido asumir las competencias”, y que las constantes reuniones con Delegación del Gobierno y la Administración local “sólo sirven para recibir buenas palabras, pero luego no se traducen en nada”. La Cofradía de Pescadores, sumida en un proceso electoral en el que no se prevén muchas candidaturas, reclama ayudas para no morir lentamente. “No voy a abandonar. Si las autoridades quieren que el sector se pierda, yo al menos no lo voy a permitir”, asegura convencido.