Opinión

Personas normales

Miren, quería contarles algo interesante. Alguna de esas cosas que un buen juntaletras pueda desmenuzar en algo más de quinientas palabras, que ustedes pensarán que es poco pero que a mi jefa le parecen una morterá infumable. El caso es que andaba trapicheando entre noticias para ver si componía una buena de esas parrafadas donde se termina sermoneando a mis escasos lectores, a quienes envío un fuerte abrazo si es que son capaces de tragarse estas piezas sin medio buchito de leche de pantera.
Como decíamos ayer, tentado por el repaso semanal de noticias, entre farolillos en el suelo, intoxicaciones alimentarias que ya van en un carrusel de suma y sigue, irregularidades feriantes que nadie ataja –en juego, lid o en amores-, concejales de vacaciones y ‘Amarguras’ aún resonando en la sesera, estuve a punto, primero, de hablarles del asunto de la costalería que tiene de cabeza a la media Ceuta capillita. Menuda vaina se traen. El caso es que recordé aquel consejo que decía que ni entres a porfías ni te metas en cofradías. Así que, de momento, me quedaré en la información a cuentagotas que puedo suministrarles y que, sin duda, ustedes manejan mejor que un servidor. Este novato novelero seguirá escrutando el asunto con la misma paciencia que el Santo Job, la cual no siempre me asiste aunque me procuro de practicar las virtudes.
Después, pensé en hablarles de las farolas. —¿Qué farolas?
—Pues qué farolas van a ser. Las dieciséis artísticas farolas de la Gran Vía, que les han salido a los caballas por 60.000 reales de vellón.
—¿Cada una?
—Cada una, mire usté. El caso es que hablar de semejante asunto, para este novato, además de una novatada sin gracia, podría terminar en descabello. Así que, apartada la tentación, seguí pensando de qué podría hablarles. Porque, si ya estaba descartada la costalería y la cosa pública, pocos asuntos quedaban a mi alcance. Así que, finalmente, decidí escribir estas líneas sobre, llamémosla, María y lo que se entiende por una persona normal.
Sin duda, una mujer peculiar pero muy alejada de esas musas a las que J.D. Benedicto –aquí un fiel lector suyo- ha dedicado sus últimos relatos.
Debo confesarles que esta muchacha de la que quiero hablarles está siendo una epifanía. María es una persona normal. Todo lo normal que puede ser una persona, ustedes ya me entienden. Porque si, en los últimos tiempos, Lakoff ha fulminado eso que hasta hace poco se conocía como sentido común, el sentido de lo normal en las sociedades occidentales ha estallado por los aires. Ya nadie es normal porque, en esta aldea global, ya nadie se parece a nadie. O todos a todos pero estamos demasiado lejos. Pues María, aunque algunos quieran negarlo, es normal.
Les cuento esto porque llegué a María atraído por su físico. Cosas veredes. Pero no en el sentido que se pueda pensar. La muchacha es modelo curvy, es decir, una mujer con curvas o lo que antes era, paradojas de la vida, una mujer normal. Fíjense en las gracias de Rubens. Esas rollizas que danzan fueron, hasta ayer por la mañana, el modelo estético de todos los artistas. Nada que ver con las escuálidas que claquean por las pasarelas de moda de éxito mundial.
Pero, además de esta peculiaridad, María es borderline. No en sentido peyorativo, como popularizó una conocida serie de Mediaset, sino como trastorno diagnosticado. El apelativo psiquiátrico es Trastorno Límite de la Personalidad o TLP. El tema, que es bastante serio, pierde todo ese rictus mortis que se le añaden a las enfermedades mentales –además de vivir en el armario- cuando María te lo cuenta tal cual. “Soy borderline”. En ese momento, uno no sabe si debe reír, si debe callar o si debe decir algo. Entonces, ella, con una sutilidad sorprendente, desmenuza su situación a fuego lento. No voy a contarles qué es un borderline o TLP. Les dejaré que lo descubran ustedes mismos.
Lo que sí les diré, a modo de conclusión es que normal, lo que se dice normal, no es más que un término estadístico para definir la distribución de casos de estudio a lo largo de una curva con forma de campana, en cuyo punto álgido se traza una recta vertical que corta con el eje X. A un lado y otro de la curva quedan un conjunto idéntico de casos. En esa línea vertical coinciden la media, la moda y la mediana. Mientras más cerca estén los casos, es decir, ustedes, de esa línea vertical, más normales serán. Lo que no quita que también, además de ser normales, puedan ser, ciertamente, borders.

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