Perdónenme que no me levante... pero estoy cansada, más que de ver en las noticias las diferentes maneras de matar a mujeres, más que de protestar en el desierto o temer por el futuro, estoy harta de ser salmón en un charco de agua de lluvia. La profesora de mi hija cree que se va este año para no volver y no puedo decir que me entristezca, porque del hastío no salgo, después de tres años consecutivos con tutores diferentes, con el mismo tono laxo, de cuánto les cansan los niños pequeños. En Extremadura sacan plazas para maestros y de cada 44 aspirantes sólo uno lo conseguirá y, aun así, yo siento la desgana, la veo en sus caras, las presumo, cuando se me quejan por hacer su trabajo, de forma tan irreal, como si yo me quejara de haber engendrado a mis cuatro hijos.
Estoy laxa, perdónenme que no haga hoy chascarrillos, ni me rebele, ni les grite proclamas, pero me duelen las carnes magras y los pies me rechinan, más que las ideas. Ni siquiera ya el Face que tanto me gustaba me hace mella en la sonrisa de la Gioconda, para estirarme las arrugas de la comisura de los labios. No es depre, no se me asusten, es jartura, es que se acabó el curso y viene la playa gratis, que es tenerla cerca y embarcar a los críos en la aventura de pringarte de mar y arena , en mitades medias, zumbarles un bocadillo y de vuelta a casa, como si hubierais ido a Disney, pero sin logotipos, ni animales estrellas, ni crionización.
Este año no habrá Warner, ni Port Aventura, ni dará para pasarse siete días de siete en un spa. Este año ensaladilla rusa de la abuela en tapper de los chinos y fiambrera al canto.
Perdónenme que les entretenga, pero ando descuidada, las canas me pesan, los kilos me acosan y Lola, la de Visteon, está estudiando inglés, sin quererse enterar de que las ofertas de empleo no son para mayores de 45.
Las chicas de la gimnasia rítmica no tienen patrocinadores para los europeos y me podría reír, si no les enseñara las mellas de los dientes , pensando en esas madres , corazón de león , que llevan a sus hijos a entrenamientos de fútbol, creyendo que les van a sacar de la ruina pastelera que es tener que levantarte a las seis durante toda tu vida para cobrar una pensión de jubilación de miseria.
Perdónenme que les haga una mueca, pero no me sale la risa, menos la carcajada que ya ni Faemino ni Cansado, ni los payasos de la tele, ni la sonrisa gótica de Crepúsculo esperando a su lado sin tocarla, puro macho vampírico de legajo virginal, en mente calenturienta de señora, con sofocos matronales.
¡Ay, qué sería de mí sin ustedes! ¡Qué sería de mi verbo sin sus abrazos silenciosos! Sin su presencia vacía, en estas páginas que ahora leen, pasándolas rápidos, porque “esta tía es un coñazo” y yéndose a la sección de Deportes para ver a Abidal llorando porque es más difícil superar la desilusión de que te saquen del equipo, después de haber ganado una batalla a la muerte.
¿Saben lo que en realidad me pasa? Que para donde miro, veo, escucho y siento y los sentimientos se me enraízan y parece que conduzco el coche sin inmutarme, llevo a los niños al cole a sabiendas de cómo puede acabar todo, crezco para envejecer, temiendo ser longeva y que mi pensión se reduzca, como el sabor de los chicles sin el azúcar y sin la bufanda de Joe Bazooka.
Estoy perdida porque no veo el sol y no sé dónde amanece y la humanidad se me desvanece por entre la comisura de los labios cada mes cuando vegeto. Me secaré en necedades, proferiré falsas aseveraciones y me haré una con el mundo, a poco que sienta aún más cansancio, aún más desilusión, aún más apego a lo vacío y estético. Perdónenme que no me levante, porque ando quebrada de los cuartos traseros, ando lastrada de ideas, ando pendiente de una resurrección que no llega.
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