Opinión

Perderse y estar perdidos

Ayer salimos desde Atenas Rumbo Madrid. El vuelo dura tres horas y media y, como todo el mundo debe saber, hay que estar dos horas antes pasando las torturas cotidianas del aeropuerto; de esto no te libras cada vez que tienes que embarcar en el pájaro de metal.

El guía, un chaval con la paciencia del santo Job y más bueno que el pan, nos indica que el desayuno será a las 7 y que a las 10,45 tenemos que estar enmaletados con destino al aeropuerto.

Mi compi de fatigas y yo hacemos el equipaje ordenando ropa, regalos, aperos ( aseo personal, medicamentos, folletos, documentación, billetes de vuelta).

Yo decidí hace una eternidad que no traía regalos a nadie; cuando solía hacerlo la gente se enfadaba poniendo cara de indiferencia a los presentes y yo cara de culo. “Hazte de miel y te comerán las moscas’ que decía mi tía Prudencia que la topó un toro que había criado desde que no tenía cuernos y terminó topándola el día que no le dio las chucherías habituales.

Desayunamos y robamos un huevo duro para la vuelta por si el hambre y para evitar las clavadas de los bares de la terminal.

Teníamos casi dos horas para despedirnos de Atenas. Juanjo hizo de cicerone y yo de cronometrador del tiempo. Así llegamos a los tres museos de “ La academia”. Fue una pasada verlos por fuera y fotografiarnos con Platón y Aristóteles que guardaban la entrada. El tiempo corría como le pasó a Cenicienta o al conejo de Alicia que llegaba tarde.

Y así, mapa en ristre y preguntando pues “preguntando se llega a Roma” buscamos la calle del hotel que no aparecía por ningún sitio. Entre el mal inglés que tenemos, el nulo griego y las indicaciones helenas, nos metimos en una madeja que nos llevó a estar perdidos, aunque cercanos al hotel.

El grupo de 35 personas esperaban, jurando en hebreo me imagino que meterían toda la presión al guía, cuyo nombre es Juan o San Juan.

Llegamos 15 minutos tarde, el conductor moviendo las manos con aspavientos y con gritos atarzanados concedió un minuto de espera, pero fueron dos minutos y nos dejaron compuestos y sin novia en el altar.

Contrata a un taxi y reza para llegar a tiempo. Los dos mudos y acalorados por lo sucedido y por los 45 grados del ala. Pero llegamos sanos y salvos tres minutos antes que el grupo. Me acordé de Einstein y su teoría de la relatividad espacio/ tiempo. Ahora toca

Pesar las maletas y pasar los controles de seguridad. Me despisto y no atino con el sitio , opto por el que menos pegas me ponen. Ya son nervios, taquicardia aderezada con ansiedad. Al menos no pitó la máquina en la que comprueban tu cuerpo por dentro y por fuera.

Estamos secos y hambrientos, compramos agua y guarricomida. Otra vez nos perdemos y me veo solo mirando la pantalla sin atinar con la dirección. El avión sale en media hora. Ya, perdido, hago planes por si me tengo que quedar en Atenas pero veo a mi compañero; él me buscaba a mí y yo a él.

Ya estamos embarcados y sudando como condenados. Todo solucionado. " Estos son los problemas del primer mundo". Pienso en la gente que huye de una guerra sin nada, hacia un destino que no conoce, dejando atrás su vida y dando gracias por poder abandonar su país.

Mi compañero necesita hacer pipi y , por unos momentos, se queda encerrado en el retrete a 14000 pies de tierra firme. Pienso en " la cabina" de Antonio Mercero, cada vez que pasan cosas parecidas.

Ya en los Madriles tenemos que pillar un tren en la misma puerta del aeropuerto para recoger los bártulos. Corriendo de acá para allá hay que averiguar por dónde saldrán nuestras maletas con la espectativas de que no hayan ido por error a la China conchinchina.

Ahora toca ir a Chamartín y Atocha. Nuestro próximo y final destino lo haremos en AVE.

Busca un taxi, saca dinero por si no tiene datáfono e indica al taxista la premura de tiempo.

Madrid en obras y yo otra vez a mirar el reloj como el árbitro que tiene que arbitrar la final de la champions. YA en Chamartín y otra odisea porque no encuentro el nombre de mi destino en la pantalla. Me indican que me tengo que fijar en el número de tren pues solo aparece el final de trayecto. Ahora ve y averigua. Y otra vez a preguntar y preguntar. Por siete minutos alcanzó mi Ave, Todo ha terminado, pero eso es lo que yo me creía pues me equivoco y llego al fin del trayecto dejando mi estación a 60 kilómetros por haber pensado el recorrido al revés. Tengo un cercanías que sale en tres minutos, llego tarde. Llamo a mi cuñado que me esperaba en la otra estación. Con paciencia Y acordándose de mi familia hace sus 6O kilómetros de ida y de vuelta, yo no sé qué decir de la zapitiesta y me disculpo una y otra vez como el que está rezando el rosario.

Ya he llegado, ya estoy en casa, por fin. Me meto en la ducha y, al resbalarme estoy a punto de caerme al suelo.. Y es que “hasta el rabo todo es toro”.

Ya en la cama pienso que Grecia es otra de mis patrias, es la patria de la humanidad.

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