Opinión

Pensando en Extremadura

Pasado mañana, día 8 de septiembre, los extremeños celebramos el Día de Extremadura, bajo el patronazgo de la Virgen de Guadalupe, que es el centro espiritual identitario de los extremeños. Por lo que, con adelanto de dos días, vaya para todos/todas mi más sincera felicitación, junto a mi solidaridad regional, como extremeño que soy de nacimiento, de espíritu y de corazón, con mis mejores deseos de ánimo, alegría, paz, salud y bienestar para todos en estos momentos desalentadores de pandemia y crisis económica.

Lo digo sin altanería, sin chauvinismo y sin altivez patriotera, pero a mí me emocionan las notas del Himno de Extremadura cuando en uno de sus pasajes la define como "patria de glorias, suelo de historia, tierra de encinas y de paz".  Por eso, ser "extremeño" es el título que más me identifica cuando por todas partes voy pregonando orgulloso e íntimamente satisfecho que lo soy. Siento a Extremadura como algo mío compartido que llevo ínsito en mi propia personalidad, que me marca, me configura y me determina en todo mi ser y mi sentir. El insigne escritor Pedro de Lorenzo, de Casas de Don Antonio. (Cáceres), decía: "Yo soy un extremeño, que fuera de Extremadura, no quisiera ser otra cosa, si para serla hubiera que dejar de ser extremeño". Hago mía la expresión.

Hay regiones de España que, pese a no haber pasado nunca de ser meros señoríos o simples condados, presumen y explotan ser "nacionalidades históricas", tener "hechos diferenciales", "derechos históricos" y hasta de ser "nación" (o "ínsulas de Barataria", de esas que Sancho en El Quijote quería ilusoriamente ser gobernador). Por el contrario, hay otras muchas autonomías que en tiempos medievales de la Reconquista estuvieron constituidas en auténticos reinos que, paradójicamente, ahora son las más pacíficas y solidarias con la unidad de España. Y luego está Extremadura que, pese a ser un territorio histórico con entidad propia, de los tres primeros en que los romanos dividieron la antigua Hispania, pues tampoco nunca ha dado ningún problema al resto de España.

Siempre los extremeños fuimos gente pacífica, trabajadora y solidaria, que ni siquiera reclamamos lo que es nuestro o que en justicia nos corresponde, dados nuestro conformismo e indolencia. Así nos ocurre luego que, habiendo realizado buena parte de las gestas más gloriosas de la historia de España, todo lo que nuestros antepasados fueron capaces de ganar con la espada, con audacia y valor, luego, por desidia, ni siquiera se ocuparon de escribirlo. Ahí es donde los extremeños fallamos. Por eso, vinieron otros de fuera a hacerlo, atribuyéndose los méritos como propios, tergiversando la historia y falseando la verdad. Y creo que, es ya hora de que los extremeños despertemos, defendamos lo nuestro, aprendamos a autoestimarnos, y a poner Extremadura y todo lo extremeños en valor.

Y también tengo en Extremadura mi "patria chica": MIRANDILLA, mi querido pueblo. El sagrado recinto donde tuve mi primer hogar familiar, allí en la calle Arenal, donde con tanto cariño mis padres en mi tierna niñez mecieron mi cuna

Porque el destino ha querido que Extremadura quizá haya sido la región más olvidada de todas por el poder central, pese a haber sido una de las tres regiones de toda España que tuvieron, antes que ninguna otra, identidad propia, ya que lo primero que hicieron los romanos fue dividir la antigua Hispania que invadieron en tres grandes territorios: La Bética, la Lusitania y la Tarraconense. Y esas, y no otras, fueron las más antiguas regiones romanas que tuvieron su propia identidad histórica.

Lusitania, comprendía entonces el territorio de la actual Extremadura, más el Algarbe y el Alentejo portugués, que si bien de éstos los portugueses se adelantaron luego en su reconquista ayudados por la Orden del Temple, sus gentes tienen los mismos rasgos físicos e idéntico arquetipo antropológico que los extremeños, al igual que la zona portuguesa limítrofe con Galicia también los tiene de los gallegos. Incluso existe la Estremadura portuguesa (con "s", en lugar de con "x"). La capital de aquella Lusitania romana fue la antigua Emérita Augusta (actual Mérida), entonces llamada la segunda Roma.

Y también de aquella Extremadura extremeña y lusitana fue Viriato, el único héroe que dejó a salvo la dignidad nacional de Hispania frente a la invasión romana, derrotando en principio a todo un ejército imperial mandado por los más afamados generales romanos. Y a punto estuvo de expulsarlos de todo el territorio hispano; pero fue asesinado a traición comprando a tres de sus hombres; que por eso cuando luego fueron a cobrar el vil precio de su vida, les dijeron: "Roma no premia a traidores".

Y, a pesar de mi reiteración en otros artículos, no puedo silenciar en éste que este año celebramos el V Centenario de la conquista de Méjico por Hernán Cortés; tampoco, que otro extremeño, Francisco Pizarro, conquistó Perú; Valdivia y Almagro a Chile, Alvarado a Guatemala, y Ovando a Santo Domingo. Entre los descubridores extremeños, tenemos a Hernando de Soto que descubrió la Florida y el río Mississippi, Núñez de Balboa y Orellana descubrieron el Océano Pacífico, más otros muchos grandes exploradores y descubridores.

Marcelo Rivas Mateos, de Serradilla (Cáceres), llamado el "científico universal", dijo: "Los extremeños, dieron por España tantas vidas cuantas vidas se necesitaron. Lo hicieron sin protestar, abrazados a la bandera nacional, y en silencio, que es como se sufre el verdadero dolor". Y José López Prudencio, escritor de Badajoz, aseveró: "Extremadura tiene una acentuada personalidad regional que le distingue de todas las demás regiones de España [...] Este es el temperamento de los extremeños: "Las audacias para innovar, las inflexibilidades para transigir, las firmes aficiones a lo tradicional y castizo digno de conservarse, enemiga irreconciliable con la rutina, los altos ensueños y las feroces ironías. Igualmente, Vicente Barrantes, poeta (Badajoz), escribió: "Extremadura es una región que ha llenado la historia, y luego ella ni siquiera tiene la suya, a pesar de haber dado a la Patria las mayores grandezas".

Extremadura es una preciosa región todavía por descubrir, sobre todo, visitándola en la primavera y en el otoño, es todo un vergel que estalla de verde, luz y colores. Es todo un emporio de obras arquitectónicas y de arte, como son Badajoz, Cáceres, Trujillo y Mérida, estas tres últimas, "Ciudades Patrimonio de la Humanidad". Unamuno dijo de los extremeños: "El que no conozca a los extremeños, de aparente aspecto apático, pero valerosos y apasionados en el fondo, mal puede explicarse la obra de España en América". Y Salvador de Madariaga dijo: "Extremadura es una de las mejores regiones de España, predestinada con justicia a dar los más famosos conquistadores del Nuevo Mundo". Y el poeta, castellano-extremeño Gabriel y Galán, rimó en uno sus versos: "Busca en Extremadura soledades/ serenas melancolías/ profundas tranquilidades/ perennes monotonías/ y castizas realidades".

Y Extremadura ha dado también muchos ilustres hombres y mujeres que destacaron en las diversas ramas de la cultura, las artes, las ciencias, la política y las demás ramas del saber. Tuvo excelentes poetas y escritores, como José Espronceda, Meléndez Valdés, Luis Chamizo, Gabriel y Galán, Carolina Coronado, Luisa de Carvajal, Felipe Trigo, Rodríguez Moñino, Torres Naharro, Bartolomé José Gallardo, Diego Sánchez de Badajoz, etc. O humanistas como Arias Montano, Francisco Sánchez (El Brocense), Pedro de Valencia, Gregorio de Salas, Gonzalo de Correas, etc. Pintores como Francisco Zurbarán, Luis de Morales (El Divino), Eugenio Hermoso, Godofredo Ortega Muñoz. O tres presidentes del gobierno de España: Bravo Murillo, José María Calatrava y Manuel Godoy. Y juristas y parlamentarios de los más elocuentes como Juan Pablo Forner y Donoso Cortés.

Pues a pesar de tener Extremadura propia entidad desde el siglo I a.C; pese a haber dado el mayor ejemplo de dignidad nacional Viriato; y a pesar de haber dado también universalidad a España en América y de haber dado a España muchos otros grandes hombres, desde hace muchos siglos continúa a la cola del resto de las demás regiones. Y nada reivindica, ni exige, ni reclama, ni protesta; por el contrario, ella y las demás Comunidades Autónomas que en el pasado tuvieron una historia relevante son las que constituyen el baluarte más sólido en el que puede apoyarse la unidad nacional y la integridad territorial española. Y todo lo anterior, no es leyenda inventada. Es la propia Historia la que lo acredita. Y todo eso hay que escribirlo, decirlo alto y claro y ponerlo en valor, para que sepa.

Y también tengo en Extremadura mi "patria chica": MIRANDILLA, mi querido pueblo. El sagrado recinto donde tuve mi primer hogar familiar, allí en la calle Arenal, donde con tanto cariño mis padres en mi tierna niñez mecieron mi cuna; cogidito de sus manos me enseñaron a dar mis primeros pasos; fue el lugar que primero me cobijó y sustentó, el de mi infancia, donde aprendí mis primeros juegos infantiles, fui a las escuelas públicas y me enseñaron mis maestros, donde aprendí a sentir el espíritu extremeño; donde tuve mis primeras ilusiones y acaricié mis anhelados sueños, con creces hoy realizados.

En el pueblo donde reposan eternamente mis seres queridos, mis padres, mis tíos mis abuelos y las raíces de las que procedo; es el lagar que me hace nacer los más puros sentimientos, nostalgias, añoranzas e imborrables recuerdos; en el que más pienso cada día y en cada momento y con mi imaginación más me recreo. Porque, cuando de niño se vive y se crece en el pueblo, se graban tanto las cosas en él vividas que ya no se olvidan nunca y duran para siempre. Allí en Mirandilla soy feliz siempre que vuelvo a reencontrarme con sus campos, sus lindos paisajes, sus preciosas vistas placenteras y su gente noble, sencilla y acogedora, respirando a pleno pulmón en la más pura naturaleza extremeña.

Esa es mi asignatura pendiente. No poder vivir de continuo en mi pueblo, como yo desearía, donde estoy seguro que sería sumamente feliz, recordando sus calles, eras y regatos de los lugares de mi infancia por los que de pequeño jugueteaba con los amigos de mi edad; andando por los alrededores del pueblo por caminos, veredas y cañadas, entre frondosos encinares, preciosos campos con densos olivares a la ladera de la sierra recostados. Teniéndose allí un pleno encuentro con la naturaleza pura y limpia, sin ruidos, sin prisas, sin humos, sin alborotos ni bullicios y sin polución atmosférica de las grandes urbes. Y allí sé que sería feliz entre la gente de Mirandilla, sencilla, noble y buena.

Por eso, cada vez que regreso a aquel bendito lugar y llegando al cerro de la carretera vuelvo a ver al fondo el pueblo que aparece abajo, plácido y sosegado, como si fuera un remanso de paz a propósito buscado, como si la naturaleza hubiera querido recrearse en él. Y al frente su preciosa sierra, pues se me ensancha el corazón y se me alegra el alma. Y hasta llego a emocionarme. Pero la familia nos condiciona mucho a los mayores que hemos emigrado. Más, también soy feliz al lado de mis hijos, viendo de crecer a mis nietos ya prácticamente mayores, que van para arriba con las mismas fuerzas que yo para abajo. Aunque, cuando Dios quiera, en él terminaré refugiándome para allí tener mi eterno descanso, al lado de mis mayores.

Al pueblo de uno, como más se le recuerda es desde la distancia, porque es cuando no se tiene cuando más se necesita y más se echa de menos. Quienes viven en él disfrutándolo a diario, no lo echan en falta, porque lo tienen. Decía el gran jurista y elocuente orador, Juan Donoso Cortés, de Don Benito (Badajoz): "Me debo y entrego a la 'tierra' entre los míos. Hago pasar y repasar aquí, como sombras queridas, los días de mi infancia, y así me vuelvo niño para ser feliz". Y cuánta razón tenía el insigne poeta Antonio Machado, al decir: "Quien no ama a su pueblo, no es bien nacido". Luis Chamizo, de Guareña (Badajoz), fiel intérprete de nuestra vieja lengua extremeña, lo decía así a su manera: "La patria querida (se refería a la "patria chica") y la madre de los hijos, son lo 'mesmo'". Y el poeta Juan Pablo Fornés, llamó a su Mérida natal: "Solar querido, donde la apacible virtud meció mi cuna".

Paisanos-paisanas: ¡Feliz Día de Extremadura!.

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