Categorías: Opinión

Pensando en pequeño

Los primeros pasos de la Mesa por la Economía ya han cosechado críticas ácidas de diversos sectores abrigados en el inmovilismo. Nunca resulto sencillo ahormar una causa común en una Ciudad impregnada por el egoísmo hasta el tuétano. La generosidad siempre fue raquítica por estos pagos. La decisión más cuestionada es el intento de radicar en Ceuta empresas que, por sus características y proyección, trascienden a su mera función comercial hasta convertirse en auténticos iconos de una forma de vida muy apetecida por el segmento de población denominado “clases medias”, que representa el componente más significativo de la demanda actual. No es un objetivo menor. La competencia por el emplazamiento de empresas emblemáticas es cada vez más dura. La crisis invita a las instituciones a suavizar al máximo las condiciones de la inversión en sus respectivos territorios, y obliga a las empresas a reforzar los criterios de selección de sus nuevos proyectos. Ceuta no es una excepción. Más bien todo lo contrario. Es impensable plantearse una aventura de este tipo sin hacer sacrificios. En consecuencia, el primer requisito que hemos de cumplir es estar convencidos de la idoneidad del fin perseguido. Sobre ello conviene hacer alguna reflexión previa.
La implantación de un modelo económico alternativo es una opción, no una obligación. La economía de Ceuta está ya exageradamente diagnosticada. Con diferentes matices e intensidades los fundamentos del análisis son coincidentes. Ceuta es ahora una extraña mezcolanza de administración pública y economía sumergida en todas sus modalidades. El resultado es conocido. Y los hechos demuestran que soportable. Los escandalosos índices de paro y pobreza, se amortiguan mediante una combinación de medidas de protección social y revalorización de rentas desviando el consumo a Marruecos. Esta situación es prolongable indefinidamente. El previsible crecimiento de la zona norte de Marruecos y la voluntad emanada de los presupuestos públicos, hacen intuir una economía viable, aunque muy próxima a la de una colonia. Mientras haya funcionarios habrá vida. Lo que sucede es que esta es una posición política sostenida por la indignidad. Una renuncia expresa a la condición de pueblo, sustituido por un magma de aluvión imposible de cohesionar.
La alternativa es hacer una Ciudad capaz de ser económicamente autosuficiente (aunque conserve una importante e inevitable presencia de la administración pública). A pesar de las reticencias iniciales mostradas por los sectores más influyentes de nuestra sociedad, ya se puede hablar de consenso sobre esta cuestión. Vamos a intentarlo. El primer ingrediente de este planteamiento debe ser el realismo. Es necesario involucrar a toda la ciudadanía y para ello lo mejor es no mentir nunca. Las posibilidades de implantar un tejido productivo autóctono, capaz de generar empleo y riqueza en cantidades apreciables, son escasas. Pero existen. Dejaremos al  margen una serie de medidas, iniciativas y propuestas de muy variada naturaleza que están llamadas a desempeñar un papel relevante en el nuevo diseño pretendido, y que serán objeto de tratamiento en otro momento. Nos centramos hoy en el objetivo guía. Todo modelo económico debe tener una referencia que imprima sentido al conjunto. En nuestro caso, no es (no puede ser) otra que el aprovechamiento de las sinergias que produce la vertiginosa transformación del norte de Marruecos. Los indicios son concluyentes. Ceuta sólo puede fortalecer un sector empresarial privado si es capaz de captar, de manera estable, flujos masivos de visitantes y compradores provenientes de Marruecos. Y para lograrlo es preciso dotarnos de una estructura comercial moderna y atractiva que pueda resistir en el tiempo la competencia en el entorno más próximo. Las empresas locales no están en condiciones de asumir este reto. Sólo está al alcance de un puñado de marcas que están en el imaginario colectivo y que no es preciso ni mencionar. Las protestas surgen porque, como siempre, en Ceuta se piensa en pequeño. Los empresarios interpretan que los nuevos establecimientos, a modo de depredadores, van a arruinar sus negocios. El razonamiento correcto se sitúa en otra dirección. No se trata de una competición en evidente desventaja contra los gigantes por el reparto del volumen actual de ventas; sino de aumentar exponencialmente el número de clientes para que, aunque en términos proporcionales la cuota de mercado de nuestras empresas se vea reducida, en valores absolutos se incremente notablemente. La clave está en la generación de nueva actividad. Si la operación tiene éxito, las empresas ceutíes desempeñarán un papel complementario pero primordial mediante una consecuente adaptación a la nueva realidad.
La meta fijada por la Mesa por la Economía es tan complicada como apasionante. Por ello se necesita un apoyo unánime para asumir costes y sacrificios en aras a un logro de rango muy superior al legítimo interés de cada cual. Empezando por los propios empresarios que, conociendo mejor que nadie los problemas, deberían abandonar sus ridículas ínfulas de ser “cabezas de ratón” para convertirse en dignas “colas de león” de un futuro más halagüeño en el que el empleo no sea una utopía.

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