Peña Zamalatraca

Era la Ceuta de los años 60, cuando un pequeño grupo de amigos deciden formar “su peña” para cubrir las necesidades de disfrutar de su tiempo de ocio y organizar  bailes (guateques) y el fútbol. Para ello crearon lo que dieron en llamar “La Peña Zalamatraca”.
Esta peña  que crearon este grupo de chavales, con cuyo único propósito de divertirse  sanamente  después de una ardua semana de trabajo. Cuando les preguntaban el significado del nombre, cuya traducción no existe, contestaban parafraseando un dicho, con rima,  del cual no me atrevo a reproducir. Formaron un pequeño equipo de fútbol y aportando cada uno lo que buenamente podía, incluso llegaron a comprar una modesta copa para el equipo ganador del torneo. Jugaron entre otros contra otras peñas, entre ellas “La Puntilla”, la del “Pasaje Recreo”. Y Junta Obras del Puerto. Antonio Breviatti, como gran portero, Alfredo, un fenómeno en la delantera, Daniel, que corría por las bandas hasta salirse del campo, Macias, Cañestro, Eduardo Ruiz como defensa, quien en un partido sufrió un fuerte golpe perdiendo el conocimiento y tuvo que ser llevado a la Casa de Socorro.
Muchos años después y a principios de mis “pinitos” en Internet, en la búsqueda de información sobre patios ceutíes, entré a formar parte de un foro, donde uno de sus miembros adoptó el nick de “zalamatraca”, lo que me recordó ese nombre. A mi pregunta de donde había sacado tal nick, me contó la procedencia del mismo. Esa persona, hoy gran amigo, fue la que me propuso escribir sobre los patios de Ceuta; su nombre: Antonio Breviatti.
Antonio Canca Serrano, vecino del Patio Don Juan, Antonio Breviatti, que vivía algo más lejos en la misma calle Falange Española, Manuel Navas, Eduardo Ruiz Dominguez, Francisco Merino (Paquirri), un tal Macias, Gabriel Muñoz Vera, José Luis Vega, “Yeye” (que sería más tarde su esposa) y que vivía en el Pasaje Recreo, Alfredo Martinez Soto, Diego Lopez (algo más joven que el resto de la pandilla) y esporádicamente un tal Alfredo, cocinero, fueron prácticamente los fundadores de esta llamada “Peña Zalamatraca” cuyo único fin era pasárselo bien, dentro de las reglas de buen comportamiento y la sana intención de divertirse en una edad difícil de la adolescencia.
Antonio Canca fue al único que conocí en aquella época, pues trabajaba en un taller de marmolista,  allá en la calle Falange Española muy cerca de “La Africana”. Yo, unos años más joven que él, gustaba de ir a charlar y verle trabajar, mientras sin parar se afanaba  con cincel y martillo en grabar las letras, sobre el duro mármol, del finado para el cual estaba destinada la lápida. Ora el nombre y apellido de un reciente difunto, ora grabar una Virgen del Carmen sobre mármol negro, quedando el dibujo blanco al tallar la noble piedra. Mi admiración llegaba al máximo cuando delicadamente hacía los bajo relieves.  Antonio era de facciones finas, alto y delgado, con su  larga bata yo me pasaba muy buenos ratos charlando con él. Su jefe, primo de mi madre, a quien todos llamábamos padrino, (sólo era el padrino de mi hermana mayor), sólo iba al taller cuando era necesario, pues tenía otros clientes más productivos. Su esposa (nuestra madrina), mujer guapísima a veces le esperaba, sentada en ese taller mirando hacía la calle.
Antonio Breviatti fue otro de los fundadores, pero a los 18 años se alistó voluntario a Paracaidismo a hacer su mili, por aquel entonces trabajaba en Tetuan en el negocio de letreros luminosos. Eduardo Ruiz Dominguez, vecino en Villacampa,  que trabajaba en “Comercial Barchilón”, empleo que dejó para entrar en el Cuerpo de la Policía Armada, yendo a residir a Barcelona y volviendo a Ceuta posteriormente. Gabriel Muñoz Vera, trabajaba en unos Almecenes Frigoríficos de los Parres, con posterioridad se fue a Barcelona a trabajar en la casa SEAT.
Francisco Merino “Paquirri” trabajaba en “El Faro de Ceuta” de dibujante. Manuel Navas, empleado en el Parque de Artillería, como tornero, Manolo Garrucho (fallecido), Rafael Palomar Martinez y Rafael Vargas, más conocido por “El Vargas” fue cocinero y en la Cruz Roja, “La Imperial”, “ Brasilia”,  un miembro más que divertido y que daba un cierto toque de humor, disfrazándose a veces de mujer.
Esta peña organizaba lo que vino a denominarse “guateques” en esa época; compraron su “pick-up” (tocadiscos) que solían ser singles (lo que yo conocía como “microsurcos”. Dicho aparato tenía que ser conectado forzosamente a un receptor de radio que tuviera toma para tocadiscos y la música, sonaba a través de su altavoz, con poca calidad de sonido. Buscaban locales, casas particulares, casas de amigos, cualquier lugar donde pudieran divertirse. En el mismo patio Don Juan, acondicionaron una zona del mismo, haciendo una gran circunferencia recubierta de cemento a modo de pista. La madre del guitarrista Antoñito Arenas, vecina de la calle Linares, les alquilaba un gran comedor por 5,00 pesetas por persona.
Otra veces lo organizaban en la Cuesta del Gallo o en el bien conocido “África ceutí”. Según comenta Antonio Canca “los mejores guateques se dieron en la azotea norte del edificio Trujillo, azotea de unos 30 metros de larga, paralela al paseo de “La Marina”, con la sugerente y atractivas  vistas al puerto de Ceuta”, puerta con puerta con mi propia casa.  Los Carnavales era un motivo más que idóneo para organizar estas fiestas y bailar a tope, que era lo que buscaban. Un año participaron en el Patio Castillo con motivo de estas fiestas.
Hoy, más de medio siglo después, quiero rememorar  para disfrute de estos componentes, muchos de ellos aún permaneces en contacto a pesar de estar repartidos por la geografía nacional, con la nostalgia natural de esos años de la pre adolescencia y dedicarles a todos ellos este pequeño homenaje, chicos que supieron encontrar una formula para pasar divertidas tardes bailando y jugando al fútbol.