"Cayó piedra sin llover” es una frase que se usa cuando alguien se presenta inesperadamente. Hay otros refranes: “lanzar la piedra y esconder la mano”, “el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra”, debajo de las grandes piedras se oculta el alacrán del pasado y ,sin olvidar, que David mató a Goliat de una pedrada lanzada con una honda.
Podríamos relacionar estos dichos populares con los apedreamientos habituales que sufren la línea 4 y 8 que cubren la barriada del príncipe.
¿Qué está pasando? ¿Cuál es la causa o el motivo? ¿Por qué? ¿Para qué?
No es todo tan sencillo como etiquetar de “actos vandálicos, juegos adolescentes o gamberradas peligrosas”.
Una pedrada a un autobús es un proyectil que puede causar daños severos: accidentes, lesiones, inseguridad, miedo y, si me apuran, una tragedia.
¿Qué pasaría si un conductor de autobús pierde el control del vehículo? Imagínense cualquier desgracia.
No sólo son autobuses; también taxis, policías, bomberos y ambulancias.
¿Alguna razón, motivo o propuesta?
Lo suyo sería hablar con los que ejercen de francotiradores aunque desgraciadamente no sé si surtiría efecto pero algo tendremos que hacer.
La barriada del Príncipe debería ser una barriada más de la ciudad: mismos derechos, mismos servicios, misma zonas verdes, misma limpieza y misma seguridad proporcionada policías locales y nacionales.
Pero esto no es un trabajo a corto plazo, es intentar llegar a una concienciación colectiva que pasa por las familias, educadores y una serie de actividades de todo tipo para hacer del Príncipe una barriada que no tenga nada que envidiar a otras zonas de la ciudad.
Para ello todos tenemos nuestra responsabilidad y grado de implicación.
¿Suspender las líneas? ¿No ofrecer servicio de taxis?
No podemos matar moscas a cañonazos pues sería peor el remedio que la enfermedad.
Ante todo ello lo que urge es la seguridad de conductores y pasajeros: cristales blindados, protección de Policía Nacional y Local, guardia de seguridad en horas más peligrosas...
Los taxistas tendrán que pertrecharse lo máximo posible y, los que hicieran este servicio, contar con el apoyo del Ayuntamiento en materia económica: cámaras, alarmas, blindajes y evitar manejar dinero en metálico; son los profesionales los que deben lidiar con el asunto.
Los vecinos se movilizan e intentan luchar en la medida de sus posibilidades, exigen civismo y que no suspendan el transporte público. Ellos son las primeras víctimas y, encima, tienen que convivir con quienes producen los daños.
Podemos señalar una deficiencia en la iluminación pública, problema de los coches estacionados, ya que los autobuses pasan muy justos,
un coche mal aparcado que se altera cuando le dices algo. Hay que ponerse manos a la obra,
La seguridad compete a todos y denunciar cuando se tienen pruebas es una obligación de cada uno.
Los políticos deben visitar el barrio asiduamente y no en época de elecciones, responsabilizar a los padres, hacer campañas, vigilar, educar y proteger.
Si tenemos los medios y la firme decisión de solventar el problema como algo que nos afecta a todos habremos recorrido la mitad del camino.
En muchos aspectos tendríamos que aprender de este barrio; de sus gentes, de sus problemas, de sus dificultades, de sus esfuerzos y de su solidaridad.
No puede haber ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda.
Ceuta tiene muchas revoluciones pendientes.
Hay otras piedras que duelen pero no dejan huella: la desigualdad; también deberemos protegernos de estas pedradas.
Sería todo un ejemplo que nuestro querido alcalde tuviera su residencia en este barrio. Muchas cosas cambiarían.