Media hora antes de que comenzara la reconstrucción judicial, la mujer de Hicham esperaba nerviosa junto a su cuñado poder verle “aunque sea de lejos”. Apostados en una pared de las casas que enmarcan Claudio Vázquez explica que todos eran amigos de la infancia y conocidos de la zona. Su intención, además de verle, era la de darle una camiseta “porque toda la ropa que tiene es de invierno... como hace tanto frío en Salamanca...”. Ni siquiera lo intentó. Las medidas de seguridad no daban pie. Nawal tiene 25 años y hace un año que se casó con uno de los acusados de asesinar a Karim. “Eso es imposible, él estaba comiendo con su tía, si no estuviera segura de que es inocente, no estaría aquí, esperándole cada día y pidiendo que se haga justicia”, dice. Hicham es el mayor de seis hermanos. Tiene 26 años. Su detención, nueve meses después de los hechos, cayó como un mazazo sobre su familia. “Nunca se había rumoreado con su nombre hasta que le cogieron y se lo llevaron detenido”, asegura Nawal que no puede evitar que se le caigan las lágrimas fruto de muchos sentimientos encontrados cuando le ve. “Yo no tengo dinero para ir a Salamanca, la verdad, y además trabajo”. Quiere tenerle ya a su lado pero también quiere que haya justicia.
Con la cabeza alta y mirando al frente, Hicham recorre junto a sus compañeros los lugares de la reconstrucción del crimen casi un año después. Primero Los Rosales, frente al centro penitenciario y después el Príncipe Alfonso. Allí, la familia de Mustafa, al que todos conocen como ‘Pajarito’, lleva tiempo esperando en la ventana de su casa del Poblado Legionario. Malika, su madre, baja a la calle y en el mismo portal de su casa le llama cuando pasa frente a ella tragando las lágrimas. “No quiero que me vea llorar”. ‘Pajarito’ se muestra cabizbajo y apesadumbrado en todo momento pero la escucha y mira hacia ella y la llama. Es el tercero de sus seis hijos y tiene 29 años. Su familia lleva insistiendo en su inocencia desde el principio, asegurando que en el momento en que sucedió todo estaba en Los Rosales, que hay testigos pero que nadie se atreve a hablar. Fue la propia Malika la que se presentó en el cuartelillo cuando su nombre empezó a sonar como sospechoso y arropada por sus hijas suplica justicia y repite que “no debería estar ni siquiera un día más ahí encerrado”.
Enumera uno por uno a los acusados, dice que todos se conocían y que para una madre este momento es muy duro: ver a un hijo esposado “y muy mal aunque no nos lo diga”.
Y en la barriada, los vecinos que les conocen nada dicen. Todos coinciden en que debe resolverse lo que sucedió aquel día en que Karim fue tiroteado a pocos metros de su casa. Los que saben algo se callan porque no quieren problemas y los que nada saben tampoco quieren problemas e insisten en la necesidad de que los que lo hicieron, deben pagarlo.
Fotos:QUINO
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