Nadie duda que estamos en crisis. Una crisis inesperada como todas. Nadie las vio llegar, aparecieron como el traicionero viento de levante que lleva las naves a la deriva. La anterior la bautizamos como la “del ladrillo” la actual la conoceremos como la del coronavirus. Esta más cruel, porque miles de personas pierden la vida diariamente, pero ambas con un denominador común: la necesidad de proteger a las clases más desfavorecidas. Nadie debe quedarse en el camino.
En una reunión con José Chamizo, exdefensor del Pueblo Andaluz, en la anterior crisis, nos comentaba que conocía a muchas familias que habían tenido una buena situación económica, pero la crisis los dejó arruinados. Familias que por vergüenza no pedían ayuda a las organizaciones humanitarias que repartían comida entre los más necesitados. Unas ONG que cuando conocían esas situaciones acudían al rescate de estas familias no sólo en lo económico, también en lo social y emocional.
Recuerdo que en una de esas conversaciones Pepe Chamizo, nos comentaba la necesidad de abrir los comedores escolares en verano, porque miles de niños sólo comían como debían en los colegios; también reivindicaba que debían abrir por las tardes para facilitarles una merienda-cena en condiciones. Niños que pasaban hambre. Nosotros desconocíamos que eso podía ocurrir en este país, porque esas necesidades estaban ocultas, unas veces por vergüenza, otras por la cobardía de denunciar esta situación; otras por el egoísmo de los que disfrutamos de una mejor situación económica.
Unos días más tarde de aquella conversación, los medios de comunicación sacaban a la luz el quejido de José Chamizo denunciando que había niños que pasaban hambre en Andalucía. Aquella denuncia en defensa de los derechos de las personas dio sus frutos, pero los andaluces perdieron al mejor Defensor del Pueblo que han tenido. Unos querían justificar el cese por el número de años que llevaba en el cargo; otros buscaban excusas menos convincentes, pero no eran pocos los medios de comunicación que apuntaban a que el cese fue consecuencia de su quejido, aunque cada uno debe sacar sus propias conclusiones.
En esta crisis existe un movimiento solidario muy importante provocado por la capacidad de comunicarnos en las redes sociales. Recibimos a nuestros vecinos cuando les dan el alta; los felicitamos cuando cumplen años con sirenas de policías y altavoces colocados en las fachadas de nuestros edificios. Parece que las nuevas tecnologías nos acercan a nuestros vecinos de los que tan lejos parecíamos estar. Esta nueva forma de comunicarnos, de saber de los demás la debemos utilizar para reclamar ayudas para los vecinos y para acercarnos si lo necesitan, porque millones de ellos han perdido sus trabajos y las familias comienzan a sufrir las carencias de la crisis más brutal que hemos padecido.
De aquella crisis aprendimos que no fuimos capaces de atender como debíamos a miles de niños que pasaban hambre en nuestro país; a miles de mayores que pasaban frío y tenían carencias de necesidades básicas. Aprendimos que con la intervención del Gobierno no era suficiente para socorrer a nuestros vecinos y compatriotas. Aprendimos que había ONG, ciudadanos que trabajaban altruistamente para recoger alimentos y repartirlos entre los necesitados. Aprendimos que había voluntarios que buscaban a ciudadanos incapaces de pedir auxilio o socorrían a los abuelos que no sabían a dónde acudir.
Todo eso aprendimos, así que no tenemos excusas para colaborar con estas organizaciones. Esto es sencillamente PATRIOTISMO, aunque algunos piensen que patriotismo es sólo poner banderas en los balcones y el himno a las ocho de la tarde.
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