Todas las tardes por mi barriada, distrito 3º de la Ciudad, pasan anunciando su venta, tocando una trompetilla, unos pasteleros ofreciendo al vecindario milhojas de crema o chocolate. Así como las conocidas palmeras e igualmente bollos ‘donut’ con relleno también de crema.
Comprendo que todo el mundo, máxime si no tiene trabajo, se busque la vida como buenamente pueda para ganarse un jornalito, que no debe ser mucho si tenemos en cuenta que los citados artículos los venden al precio de 40 céntimos unidad. Pero hay que reseñar que los pasteles los llevan en el interior de unas cajas de cartón herméticamente cerradas y, ya me dirán, con las temperaturas que estamos aguantando, en las condiciones que deben encontrarse para el consumo humano sobre las seis o siete de la tarde…, horas que los pasteleros pasan por mi calle después de haberse recorrido los sectores de Ataque Seco, Canteras del Carmen y Monte María Cristina, aunque igualmente pasarán por otros barrios.
Ignoro donde se elaborarán los pasteles que los citados vendedores ofrecen al público, pero lo que sí estoy seguro es que no será en ninguno de los obradores de confitería acreditados en nuestra ciudad; acreditados y con todas las garantías sanitarias.
Vuelvo a insistir en que todo el mundo tiene derecho a buscarse la vida como buenamente pueda, pero merece advertencia que los pasteles, máxime en la época del año en que estamos, pueden resultar nocivos para su consumo. Además que, según tengo entendido, esa venta ambulante está totalmente prohibida…
Ahí queda mi denuncia para, si es ‘posible’, las autoridades competentes tomen las medidas oportunas.