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Paseo Calle Real V Reyes-Azcárate

Iniciamos de nuevo mis recuerdos por la calle Real, sólo que por la acera contraria al recorrido anterior. Dejamos atrás  la plaza de los Reyes, verdadera encrucijada de viandantes, que suben y bajan la calle; y en esta plaza ajardinada se detienen unos para conversar animadamente con amigos y conocidos; otros para vender golosinas, burgaillos, castañas asadas, helados, pirulís,”volaores”…, según nos encontremos en una hoja determinada del almanaque; algunos para leer las noticias del día, que el “ABC” o el periódico local “EL FARO”  nos desgranan en sus páginas. Y finalmente, en esta céntrica plaza ajardinada, retornan cada tarde  -como golondrinas viajeras-, las madres  para que jueguen sus niños liberados, al fin, de sus  manos y de la hayas,   entre carreras, saltos y piruetas, por los bancos y el laberinto vegetal  de los crecidos setos….
Es una plaza para que la tarde se vaya yendo despacio, casi sin sentir, traspasado el crepúsculo de rojo y cárdeno… Como si se musitara una vieja canción en que cada paseante recitara y guardara unos segundos: juegos, lectura, deseos, palabras…Y algún beso familiar, caritativo, pero que también pudiera ser un beso, un beso  de enamorado…
En el frontal Este de la plaza, donde luego estuvo la “Meca de los Pantalones”, existía un famoso bar llamado “Bar Vinícola” y en el mismo vértice del ángulo que forma la fachada del piso de Marañés estaba y está la puerta por la que se accede a “Calzados Cutillas”. En aquellos años, esta zapatería era famosa por poseer la exclusiva de los zapatos “Gorila”. Al adquirir unos zapatos, te obsequiaban con una pequeña pelotita de color verde que traía grabada en alto relieve, la cabeza de un primate que daba nombre a la marca.
A continuación estaba la heladería más importante de la ciudad, “Los Valencianos”. Se accedía a este local a través de dos puertas, lo primero que hallabas era una gran sala llena de mesas y sillas y al fondo de ella  un mostrador. La hija de los propietarios, estaba casada con Lucas, hijo mayor  del dueño del bar “Sin Nombre”, es por eso su presencia detrás del mostrador atendiendo a la clientela. Pertenece a este mismo negocio
varios carros que, repartidos por la ciudad, hacen llegar a los ceutíes estos sabrosos productos, sin que tengan que desplazarse hasta aquí. El más cercano a mi barrio, se ubica en el Puente Almina, justo donde nace la escalera de bajada al Muelle de Pescadores. El carro es como un pequeño mostrador y sobre él, hay dos tapas niqueladas en forma de cono. En una guarda los helados que son de tres variantes: mantecado, fresa y chocolate; y en la otra está la granizada. Los helados se sirven en dos medidas de cucuruchos, el más grande con su correspondiente bola al precio de una peseta y el más pequeño a cincuenta céntimos. Igual ocurre con la granizada, servida en vasos de dos medidas y al mismo precio que los helados.  
Tras la heladería, un inmueble de reciente construcción, en cuyos bajos se alinean  una gran galería con varios comercios populares, al fondo se encontraba la cafetería “Rex”, posiblemente la más concurrida por la juventud del momento. Como empleada en este local, recuerdo a Juani. Esta era una bonita niña de mi barrio, hija de Pepita y nieta de Juana “la Mulera”. Otro comercio importante en la galería era propiedad de Rafael Rivera, donde tenía expuesto siempre en el escaparate, un pequeño acuario, con un barco hundido. También estaba en su interior, una joyería del señor Borras.
Borras era un catalán que llegó a Ceuta para cumplir con el servicio militar y se quedó aquí después de licenciado. Sin saber nadar, estuvo trabajando de submarinista en una empresa catalana, que durante algunos años se dedicó a la recuperación de barcos hundidos. Cuando estos se marcharon, él se dedicó a la pesca de coral, posteriormente se desplazó a Barcelona para aprender la talla y manipulación, montando al final esta joyería.
Seguimos adelante y llegábamos al Bar “Pecino”, famoso por sus futbolines. Seguimos y por la misma acera estaba la “Central Ferretera”. En esta ferretería ejercía de encargado Paco Moreno.
El resto, son pequeños comercios hasta llegar al segundo hotel importante de la ciudad “Hotel La Alhambra” que hacía esquina con la calle Sargento Coriat.
A continuación la calle se estrechaba y recuerdo la existencia de varios comercios, como “Casa Sola”, “Bazar Kimatray” y electricidad Martínez. Así llegábamos a un pequeño ensanche de la calle,  donde encontrábamos la exposición oriental del “Bazar Indio”. Se accedía a través de unos escalones y formaba esquina con la calle Echegaray. También quiero recordar que posteriormente se instalaron a este local las hermanas Pilar, también conocidas, como “las de Mori” que poseían más adelante un comercio de mercería. En la calle Echegaray, subiendo unas decenas de metros, teníamos el cine de verano; Terraza B ”El Cortijo”-verdadero oasis de verdor de enredaderas, damas  de noches y jazmines, de esa calle, donde a la luz de las estrellas y, bajo el fresco de la brisa del Estrecho, se veían las mejores películas de reestreno de la temporada-, perteneciente al Cine África. En el mismo inmueble donde hoy está la joyería de Pedro, en el sótano, estaba la ferretería de Marteache.
En la esquina contraria de la misma calle, se ubicaba “La Glacial”, su propietario era conocido como “El Chato Machuca”. Esta heladería se caracterizaba por sus famosos refrescos espumosos. Contaba con cuatro variedades: limón, naranja, fresa y zarzaparrilla. Unas botellas contenían el jarabe o néctar. En un vaso vertían una pequeña cantidad y completaban la totalidad del vaso con agua de seltz o soda, a través de un grifo que había en el mostrador al estilo de los existentes en los bares para verter cerveza. Yo era un asiduo cliente. Me encantaban.
Siguiendo la misma acera, encontrábamos la mercería Pilar, antes mencionada, y sin que llegue a mis recuerdos nada importantes, llegamos a la calle Duarte, donde destacaba el estudio fotográfico de Arbona. Y hemos de decir, para ser sincero, que pocos ceutíes se han librado, antes que se pulsara el disparador, de los imperativos consejos del fotógrafo, a saber: “Alza la cabeza, inclina un poco la barbilla; no cierres los ojos;  mira al frente; ladea un poco  la cara”… Verdaderamente, fotografías con arte…
A partir de aquí, es de destacar la anchura de la acera que no sobrepasaba el medio metro. Por esta acera, frente al la Iglesia de Nuestra Señora de los Remedios, existía una academia de mecanografía que a la vez, vendía instrumentos musicales. Este local comercial era propiedad de don Luis Fernández de Castro. Este señor con fama de buena persona y que pesaba más de doscientos kilos, era conocido como “El gordo de la música”. Le era imposible andar por esta acera y se veía obligado a cruzar a la de enfrente, que aunque no fuera muy amplia, al menos cabía su cuerpo. Eso sí, los que se cruzaban en su camino, se veían obligados a bajar a la calzada. Por encima de la entrada a su local, un cartel perpendicular a la fachada, mostraba una radio gramola y un perro, donde decía “La voz de su amo”. Seguimos y en un pequeño ensanche, antes de llegar a la calle Martín Cebollino, se hallaba “Casa Cabello”.
La esquina contraria la ocupaba la tienda de comestible del señor Pérez y a continuación hallábamos el Colegio de la Sagrada Familia.
Seguimos el recorrido y tras dejar atrás varias viviendas, llegamos a otro ensanche donde estaba y está, la confitería “La Africana” que era propiedad del señor Fernández. Su hijo Fidel, se casó con mi prima Alicia Castillo.
Dejando la confitería, la calle de nuevo se estrecha y hallamos en primer lugar la "Bodega Fortes". Es la histórica y típica "tasca", donde la gente acude con el único deseo de saborear un buen vino. El local lo compone un rústico mostrador y en el fondo una batería de barriles de noble madera de roble, donde se guardan los diferentes néctar que según la mitología, son el alimento de los dioses. Aquí no hay mesas, ni sillas, ni tapas, sólo buen vino. En la bodega hay algunas barricas de pie, con el fin de que si entre trago y trago, desea dejar la copa descansar un rato, no hay mejor lugar que este, ni que dibuje estampa más bella.
¡¡No!!. No me une ningún parentesco a los propietarios, sólo la coincidencia del apellido. Estos señores proceden de Málaga y mi familia paterna es de Almería.
Seguimos por la misma acera, algo más alegre después de saborear una copita en la bodega y tras unos metros de recorrido, llegamos a la funeraria de Curado. Al frente de la misma se encuentra don Francisco Curado, popularmente conocido en Ceuta como Paco. Es un hombre muy dinámico. Capataz de uno de los pasos de Semana Santa de la Parroquia de los Remedios y también suele acompañar a don José López, también como capataz el paso de la Patrona, Nuestra Señora de África.
Seguimos nuestro caminar y cruzamos ante una pendiente y estrecha calle. No recuerdo su nombre pero que más de medio siglo después es conocida como Antonio Machado.
Varios metros más abajo, se nos presenta el mismo caso, Otra calle pendiente y estrecha, sólo que en ésta sé que reside don Carlos de los Huertos, y que su vivienda hace esquina y posee un balcón a la Calle Real. Como en el caso anterior, sé que actualmente la calle se llama “Valdeflores”. Haciendo también esquina y bajo el balcón de don Carlos estaba la Sastrería Aranda. Tras el fallecimiento del titular, su viuda doña Pilar Perpén -hermana de don Bernabé, párroco de la Iglesia de África y arcipreste de la ciudad-, convirtió la sastrería en tienda de regalos, llamándola "El Tirol"; y al frente de ella puso a su sobrino Enrique Lozano Perpén, conocido por Quique, vecino y buen amigo mío.
Continuamos hasta llegar a un pequeño despacho de pan, ubicado en un portal donde reside Serafín Ruiz, propietario de "Casa Serafín", famoso comercio ubicado en la esquina de la calle Teniente Arrabal.
Casi finalizando el recorrido, llegamos a uno de los bares de más renombre en Ceuta, "Bar Nieto" que limita con la calle Conrado Álvarez. A través de esta calle, se accede al cine de verano "Terraza Cervantes", para inmediatamente y tras pasar la calle, llegar al Colegio Lope de Vega.
Termino mi recorrido, esperando que a todos aquellos que conocieron estas personas y comercios y me lean, sepan que es posible me haya olvidado de algunos; pero después de más de medio siglo, esto es todo lo que he podido recordar; con el único interés que las personas que he nombrado no sean totalmente olvidadas y perduren en el  “corazón de Ceuta”… Por hoy hemos terminado el paseo, mañana, con nuevos ánimos,  continuaremos desde otra pintoresca plaza: la Plaza  Azcarate….

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