Hace dos años, cierto amigo musulmán, con el cual tuve un encuentro casual en el Revellín, me sorprendió al desearme “feliz Semana Santa” cuando nos despedíamos. Sin duda alguna, lo hizo con la mejor voluntad, llevado por ese ánimo últimamente en boga entre ceutíes, a cuyo tenor personas de distinto credo nos felicitamos mutuamente nuestras fiestas religiosas. Pero la Semana Santa, por lo que representa para un cristiano, no es precisamente un festejo, sino la conmemoración de algo tan doloroso como la Pasión y Muerte de Jesucristo.
Era necesaria, estaba escrita y tenía que pasar para completar la redención. Así lo reconoció el mismo Jesús, cuando, dirigiéndose al Padre en el huerto de Getsemaní, le dijo “hágase Tu voluntad, y no la Mia”. Pero el hecho glorioso, el más importante para la fe cristiana, es el de la Resurrección, fundamento básico para aquella.
El apóstol San Pablo, en carta a los Corintios, venía a reconocerlo al decir que si Cristo no hubiera resucitado, no quedaría nada de nuestra fe, para afirmar seguidamente “pero Cristo resucitó de entre los muertos”, como testimoniaron sus propios discípulos y recogen los Evangelios. Y no era una aparición espectral: llegaba en carne y hueso, tomaba alimentos, hablaba con aquellos, se dejaba tocar... Hasta esa Sindone de Turín, esa Sábana Santa tan incomprensible, puesta en duda pero llena de misterios tales como la ausencia de pintura, la presencia de semillas propias de Tierra Santa, la impresión de un cuerpo que solamente puede deberse a una reacción imposible de producir por humanos, las visibles señales, una a una, de un tormento tan exactamente igual al que padeció Jesús que solamente cabe atribuir a aquel, resulta en sí un testimonio palpable de algo sobrenatural.
Por ello, la verdadera fiesta cristiana, llena de gozo, es la que comienza hoy Domingo: la Pascua de Resurrección. La muerte de Jesucristo se conmemora, con dolor su Resurrección se celebra con alegria. La gran mayoría de las naciones con raíces cristianas tienen declarado como festivo el Lunes de Pascua. Así sucede también en muchas comunidades de España, como Cataluña, Valencia, Baleares, País Vasco y Rioja, e incluso en pueblos de Aragón, fronterizos con Cataluña, y -lo que ya es más curioso- en algunos de Cáceres (Trujillo, Jaraiz de la Vera).
La otra parte de España -y en ella entra nuestra ciudad- prefiere profundizar en el drama de la Pasión, quizás a consecuencia de un temperamento que le lleva a sentir más lo trágico y a compartir las penas. Pero es ahora cuando se nos puede desear a los cristianos la felicidad que aquel buen musulmán, con su mejor intención, refería a la Semana Santa. Ahora es cuando cabe decir “feliz Pascua de Resurrección”.
Una Pascua a la que la liturgia dedica siete dias, y que representa nada menos que la redención del género humano y la firme promesa de la resurrección de la carne y la vida eterna. .
Así que feliz Pascua de Resurrección a todos, con el deseo de que la imagen del Santísimo Cristo del Triunfo en su Sagrada Resurrección pueda salir hoy en jubilosa procesión por las calles de nuestra ciudad.