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¿Paraísos naturales o nuevos vertederos?

La ciudad se hunde cada vez más en materia medioambiental: toneladas de residuos que se acumulan sin salida a centros de reciclaje de la Península, restos de vehículos abandonados que contaminan irremediablemente montes y badenes, basuras arrojadas en zonas no habilitadas para ello.

Son solo algunos de los ejemplos de cómo la resolución de los problemas medioambientales se le va de las manos al Gobierno de la Ciudad y donde la acción del hombre no hace más que acelerar el problema.

Si bien el entorno medioambiental no ocupa un alto porcentaje del terreno de la ciudad, muchas de las zonas se presentan como auténticos paraísos naturales que se están viendo transformados paulatinamente en los nuevos vertederos incontrolados. Así lo denuncia el presidente de la Asociación Septem Nostra, José Manuel Pérez Rivera, que deja muestra ante la cámara de FAROTV de algunos de ellos.


El Polvorín del Obispo es buen ejemplo de esta denuncia. En pleno Monte Hacho este lugar, alejado del ajetreo de la civilización y con unas vistas privilegiadas, se está perdiendo a costa de la creciente generación de residuos derivados de la actividad humana. “Tiene una consecuencia inmediata que es la contaminación, pero también tiene un impacto a medio largo plazo, ya que altera la calidad de los suelos, lo cual modifica la supervivencia del ecosistema”, señala Pérez Rivera.

Unos efectos entre los que cobra protagonismo, en plena época estival, el riesgo de incendios. “Todos estos plásticos o vidrios pueden funcionar como una lupa y generar un incendio”, asevera. Pero no solo los residuos provocan que este entorno sea blanco fácil para las llamas, también la poca gestión forestal que se hace en los montes hace que Septem Nostra decrete la alerta roja. “La vaguada del arroyo del Desnarigado ahora mismo se encuentra en estado crítico. Está sumida entre arbustos, troncos u hojarasca seca, todos ellos caídos, producto de una falta de labor de mantenimiento y cuyo poder de combustión es altísimo”. De hecho, el presidente de Septem Nostra advierte que de generarse un incendio en esta zona sería, prácticamente, “incontrolable”.

Pérez Rivera se lamenta que la lengua de fuego que devastó un gran número de hectáreas en García Aldave, hace tan solo un mes, no haya supuesto un despertar en la ciudadanía. “Luego vienen las lamentaciones y las desidias, pero es perceptible a la vista, que la mayoría de los incendios se generan por este tipo de negligencias”. Tampoco las autoridades salen impunes del asunto, quienes, en su opinión, mantienen al medio ambiente como la hermana pobre que carece de recursos económicos. “Esta zona está catalogada como Montes de Utilidad Pública lo que obliga a la elaboración de un Plan de Gestión Forestal, del cuál carecemos y que, sin embargo, marcaría los protocolos a seguir, tanto en el uso que puede hacer la ciudadanía del entorno natural, como para determinar las actuaciones en caso de catástrofes medioambientales”, explica Pérez Rivera.

La falta de civismo, irrespetuosidad y maltratado hacia el medio natural se observa en una de las zonas con mayor riqueza de la ciudad: la playa del Desnarigado y sus acantilados, incluidos en la Red Natura 2000 desde hace dieciocho años. Sin embargo, bañarse en esta zona es hacerlo en un mar de plástico.

Es inaudito comprobar cómo el trayecto hacia el acantilado se encuentra ‘decorado’ con latas de refresco o plásticos que fondean las rocas. Más angustiosa es la sensación que produce llegar a ese enclave que, en su estado natural, hace las delicias para los sentidos, pero que nos recibe con montañas de basura y residuos flotando. Latas, enveses, bolsas de plástico o, incluso, restos alimenticios a doquier contaminan las aguas o aniquilan el paisaje. “Tenemos una obligación colectiva para mantener estos lugares protegidos. Pero la responsabilidad trasciende lo local, ya que la Unión Europea creó esta red para destacar los lugares de mayor interés paisajístico y natural, por lo tanto se extiende desde la ciudadanía hasta el Gobierno central para evitar que estos lugares no se pierdan ni degraden”.

Espacios que, por desgracia, están sufriendo una transformación a través de la acción del hombre, con un final que, de no revertiese, las sensaciones que augura no son nada buenas.

 

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