Suele ocurrir por suerte, de vez en cuando. La maquinaria se desajusta y permite un virus te tumbe, te fastidie con mal de cuerpo global, con calenturas intempestivas, apetito en huelga, sudaderas de gimnasio doméstico, en fin, síntomas y efectos que te dejan después de una semana hecho puré, como si te hubiese pasado una apisonadora.
Por mucho que te resistes a cesar en tu actividad laboral, por lo que los alumnos perderán (¿?), porque serán los compañeros del centro los que irán cubriendo el expediente dadas las dificultades para que la Administración te ponga un sustituto, por mucho que te pese, llega el momento en que te faltan las fuerzas y cobra vigor, el ¡primero yo y tengo que cuidar mi salud, auténtico tesoro! Precisamente son en estos días de decaimiento cuando vuelves a valorarlo, te haces un análisis vital y te propones reconducir excesos, licencias, cada vez más en serio. Te propones esta vez la cosa va en serio, ser más comedido y controlar grasas, tensión, alcohol social de fin de semana azúcares y el puñetero tabaco que te va limitando tu esperanza de vida. Queda por ver en que quedará todo, estos buenos propósitos.
Los días se te hacen eternos, las noches con atisbos de sueño entrecortado, el despertar un cuerpo derrotado al que cuesta mover la sábana, pesada como una losa. El pastilleo “de por vida”, el clásico, se ve engrosado por el circunstancial, y las comidas se convierten en un forzado suplicio, asegurando no bajar el listón de ingesta de líquidos por lo de la necesaria hidratación. Cuando comienzas a bajar la cúspide transcurridos esos siete u ocho días, la flojera que te invade es de campeonato, pero notas la mente más despejada e inicias los primeros contactos con tu rutina diaria: leer la prensa, consultar internet, preparar la vuelta a la actividad profesional e introducir los correspondientes mecanismos correctores de la parada forzada, la nueva quincena a programar, actividades...incluso te decides como hoy Miércoles a escribir un posible artículo opinión, y en ello estamos, aunque haciendo más parones de los de costumbre.
Del repaso de lo noticiable a nivel local, me rebela, ver como nuestra Ciudad vuelve a salir en escena por el “acto de la Falange”, y en la Plaza de las Culturas ni más ni menos. Siento vergüenza propia y ajena de lo fácil que lo han tenido, cómo han conseguido su objetivo de proyectarse. ¿Y la de nuestra Melilla? ¿Cómo se les ha podido dar cobertura a aquellos que defienden la españolidad con sectarismo a aquellos melillenses que lo son, aunque de diferente confesión? ¿Cuánto han pagado por el uso de semejante lugar? ¿Quién ha concedido el preceptivo permiso? ¡Cuántos interrogantes a despejar!
Me alegra, cómo no, la réplica de la Copa del mundial de fútbol y la de la Eurocopa, en Melilla, para disfrute de la chavalería y mayores, todo un auténtico hito histórico para nuestra Ciudad.
Bueno será cuestión de ir acabando, pues comienzan a pesar los dedos sobremanera. Por cierto en mi modesta línea de colaborador y remisor a los medios impresos y digitales locales, hacer mención al MELILLENSE.NET de mi estimado Miguel G. Bernardi. Lo hago por dos razones, una por remitirle en cuento acabe, el artículo opinión nº 100, en un transcurso de seis meses, iniciado un pasado y siempre recordado 17 de Abril; la segunda razón mi reconocimiento a las facilidades e ilusión que me transmitió para reencontrarme con una faceta que tenía aparcada. Simplemente, gracias.
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