Opinión

Parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro

Pues sí, me dijo Myriam, habéis dejado que os tomen el pelo y la gente que os engañaba se lo ha llevado crudo, gastándose el dinero de vuestro bienestar. Yo asentía como una tonta. “Es lo que os ha pasado”, concluía ella. Por otra parte, me da la sensación de vivir en medio de prolegómenos bélicos, que seguramente formarán parte del miedo que se ha instalado en la sociedad, pues las injusticias, Dios sabrá qué clase de derivadas van tener. Y lo peor es que hoy cualquier país que se precie, vende armamento a países en conflicto. “Aquí parece que ahora quieren recordarse las historias ocurridas en la Choá, pues continuamente se cuentan en la tele situaciones vividas en aquel periodo. A propósito de esto, Morde está escribiendo un libro con todo lo que recopila de aquella época. Muchos judíos húngaros le cuentan sucesos escalofriantes y él no renuncia a escribirlos. Hace unos días mi amiga Ragel me preguntó qué significaba en la antiguedad “pagar los diezmos”. Se lo expliqué y le conté lo que Jesús contestó a los fariseos cuando Le preguntaron si tendrían que pagar los diezmos al César. Él pidió una moneda y con la moneda en la mano les preguntó de quién era ese retrato. “Del César”, le dijeron. “Pues dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”; y con ello separaba la religión de la política. Ragel se quedó sorprendida con la explicación… “Si no fuera por ellos, Israel no existiría, son genialmente extraordinarios. Uno del grupo traía unos huevos pintados, no sé en dónde los habría comprado. “Son huevos de Pascua”, y les conté que entre los cristianos existía esta costumbre. Él recordó que en Holanda los veía para la Pascua cristiana durante su infancia, antes de que estallara la Guerra, pues en aquella época se mezclaban las costumbres.” Myriam me contó además que una mujer en el hospital estaba llena de bultos por todo el cuerpo, había sufrido experimentos del asesino Ménguele. “Le pregunté sobre el asunto y contando sin rencor todas las barbaridades que hicieron para aníquilarlos sin explicación alguna. Pero concluyó con una frase muy explícita:”lo que tenía que pasar, paso”, y un “baruj hachem, dando una vez más gracias a Dios por todo. ¡Este pueblo es así!, pues el nombre de Jehová no se pronuncia nunca por respeto. Hoy han televisado un programa en un canal israelita sobre la historia de Jesús, y me parece muy novedoso, pues nunca hasta ahora se había visto nada igual. Una rabaní explicaba en la tele que había vivido con odio en el cuerpo durante muchos años, y después de estas vivencias, comentaba: “ahora no tengo odio, porque conozco la Verdad”. Concluyó que el pecado que no se perdona es el que no se comete, ¿qué te parece? Yo le dije a mi grupo de la cafetería que para ser un buen judío hay que conocer y entender bien el Antiguo Testamento”. Mientras hablábamos se entonaba el Kaddish en la tele, porque se conmemoraba el aniversario de la Choá. Myriam cantó para mí en arameo un trocito de la letra, fue muy bonito escucharlo. Me comentó que muchas familias sirias habían decidido regresar a sus hogares, hartos de peregrinación y sufrimiento en medio de unos territorios en donde nadie los quiere. Vuelven para instalarse en una espantosa ruina, pues desean sembrar la semilla de la reconciliación, y la esperanza en un futuro mejor, desean dar ejemplo de hermandad, a pesar de la angustia ante tamaña situación. Tienen ganas de vivir a pesar del terror que les rodea, entre la tortura y la violencia, con calles llenas de minas, y juguetes trampa. Con fosas comunes donde yacen cuerpos con signos de violencia y tortura. La sobrecogedora devastación se puede comprobar en el zoco, que había sido el corazón del comercio en Oriente Medio antes del dos mil once, completamente arruinado hoy por los bombardeos, la devastación es sobrecogedora. Y la cantidad de munición que llega a la zona está fabricada en Alemania, Bulgaria y EEUU… “En fin, que una tragedia tan tremenda repercutirá en Siria y su entorno durante décadas”… Jesús ha llegado con los Suyos a Esdrelón, al norte de Israel, en el Valle de Jezrael, entre el mar de Galilea o lago Kinnereth, y un desfiladero de montañas. El Maestro busca por los fértiles campos de Yocana a los campesinos que trabajan allí. Uno de ellos viene corriendo y se arrodilla ante el Señor con enorme devoción. “Bendito seas, Isaías”. El hombre se extraña de que Jesús recuerde su nombre. Pide el Señor que busque a todos, pues el patrón ha marchado al Templo. “A nosotros nos ha permitido ir a Jerusalem y estamos muy contentos. Lo que ocurrió en el campo de Doras, que se ha arruinado por completo, ha servido de lección a Yocana. Tiene miedo de que al ser malo, sus campos también se sequen. Los campos de Doras parecen la destrucción de Sodoma y Gomorra. “Y peor que el mar Salado”, añade Pedro refiriéndose al mar Muerto. Jesús dice que se quedarán con ellos y que traen comida suficiente para todos. “Y hoy dormiremos en vuestras cabañas, pues mañana vendrán también a escuchar, a escondidas, los trabajadores de Doras”. Al día siguiente todos se reúnen junto al Maestro, felices al tenerlo tan cerca y poder escuchar Sus Palabras. Son muy pobres, pero en esos momentos una riqueza incalculable ha entrado en sus corazones. Luego Jesús los bendice y se marcha con los de Yocana para estar juntos en el reposo del sábado. Lo llevan a una cocina llena de humo para tomar algo de alimento. Jesús dice a Iscariote que entregue las limosnas para esta pobre gente y manda que vayan a vigilar los caminos que vienen de Yezrael. A todos les da una tarea para que se dispersen y cumplan sus cometidos. Algunos de los hombres traen dos jarras con vinos que fabrican de los propios viñedos. Todos se sientan alrededor del Señor. “Hoy la Sinagoga está aquí. Yo os enseñaré como un padre de familia. Soy el Esposo, celebraremos las nupcias. Jesús destapa los canastos de comida que llevaban: panes, quesos, verduras y un corderillo recién asado, por lo que los pobres campesinos se quedan sorprendidos. “Cuanto gasto, Señor. ¿Cómo lo has hecho?”- Dice el Señor que hay muchas personas buenas en Israel. “Dad gracias a este hombre, Juan de Endor, que os regala el corderito”. Un hombre mayor junto a su nieto pequeño llora ante la abundancia de comida. “Es que, Maestro, eres muy bueno”. Y se atreve a contarle que el pequeño ha quedado huérfano y que al chiquillo lo tiene escondido en el bosque, pues si lo viese el amo, lo pondría a trabajar como esclavo. “Es mi nieto, el día que se incendió su choza donde murieron sus padres, él se salvó porque estaba en la casa de unos parientes. Su mamá era mi hija. Quiero que vaya a Jerusalem para la Pascua y se convierta en hijo de la Ley”. El anciano llora. Jesús pregunta al chiquillo si quiere irse con ellos. “Sí, Señor mío, no te causaré molestias”. Pedro quisiera tenerlo como hijo. “Simón, ya te lo dije, serás padre para muchos, no te entristezcas. Eres muy necesario a tu Maestro, y Yo soy exigente en este asunto, te quiero todo para Mí”. El pobre Pedro se conforma y acepta la voluntad del Señor. “¿Qué te parece, Simón, si lo hacemos hijo de Mi naciente Iglesia? Los pastores cuidarán de él como cuidaron a “su” Niño Jesús. Este pequeño se llama Yabé, pero quiere que su Maestro le dé otro nombre. El niño invocará al Señor y Él lo bendecirá. Y la mano del Señor estará sobre su mano. Él no será oprimido por el mal. Ahora, escuchad todos la Parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro. Epulón era muy rico, vestía trajes muy costosos y presumía ante sus vecinos, que le adulaban por conseguir de él algún favor. Sus banquetes eran abundantes en comidas y vinos. En esa ciudad vivía un hombre, Lázaro, muy pobre, que jamás incumplía la Ley y era conocido por su bondad. Siempre se acercaba a las puertas del rico por si le daban alguna limosna, pero el rico mandaba que lo echaran de allí, porque daba un aspecto mísero al entorno de riqueza. Lázaro estaba cubierto de llagas, desnutrido y enflaquecido. Los perros de Epulón le lamían las heridas, e incluso, le traían restos de comida de la casa rica. Lázaro se moría y Epulón se alegró pues ya no se acercaría más a su mansión. Cuando estaba solo en su lecho de muerte todos los ángeles del Cielo fueron a asistirle, llevando su alma al Seno de Abraham con cantos de alabanza. No tardó mucho en morir Epulón. Los familiares hicieron un gran funeral, mostrándolo como un hombre justo y caritativo, pero a Dios no puede engañarlo nadie, por lo que su espíritu entró en el Infierno. Le rodeaba fuego, tinieblas, odio y tormentos. Epulón levantó los ojos al Cielo y vio a Abraham lejano, radiante y feliz, junto a Lázaro rodeado de ángeles, y al que el rico había despreciado tanto tiempo atrás. Epulón gritó y dijo: “Padre Abraham, apiádate de mí y manda a Lázaro que moje la punta de su dedo en el agua y la ponga en mi lengua que me refresque, pues me abrasa y me quema este fuego”. Pero Abraham le respondió:”acuérdate cuando en vida tuviste tantos bienes, mientras Lázaro vivía en la miseria, y tú no quisiste socorrerlo para que no sufriera tantos males. Te dejaste llevar por el demonio y no lo socorriste. Las hierbas del campo están mezcladas, pero cuando viene la siega, se separan las útiles de las inútiles. Ahora existe un abismo entre nosotros y no se puede solucionar”. Epulón gritó:” ¡Oh, Padre Santo, te lo ruego! Manda que Lázaro vaya a mi casa y salve a mis cinco hermanos, pues ahora comprendo lo terrible que es no ser amado. Que mis hermanos no sufran mis dolores y sepan que existe el infierno atroz”. Abraham le respondió: “Tus hermanos tienen a Moisés y a los Profetas. Que los escuchen”. Y Epulón continuaba:… “¡Escúchame Padre bueno. Ten piedad”. Pero Abraham concluyó:” No es justo que un bienaventurado deje mi Seno para ir a recibir ofensas de los hijos del Enemigo. Es inútil hacer tentativas de conversión a los que no creen en la Palabra de Dios, ni la ponen en práctica. Aquí se queda por orden de Dios”. Como veis, esta Parábola no necesita explicación. Yo quisiera ayudaros, pero para Mi dolor, no puedo por respeto a la libertad humana. Pero sí os digo que con resignación, que es una gran sabiduría, se consigue el Reino futuro. No odiéis, aunque el odio se apodere del mundo. Es mejor ser un Lázaro que un Epulón. Y la vida es corta. Yo soy el Amor, pero tuve que entregar a la Justicia a Epulón. Dios es el Dueño de todo lo creado y Él es Quien debe juzgar. Os bendigo. Siempre rogaré por vosotros. Yabé, despídete de tu abuelito y ven luego con tu Salvador, el Buen Pastor. La paz sea con vosotros”. Todos los campesinos se entristecen. Jesús los conforta para que no sientan tanto dolor. Todos se van a descansar. A la mañana siguiente, apenas amanecido, caminan hacia las montañas del Carmelo. “Iremos a donde estuvo Elías, el profeta, (y que fue transportado al Cielo por un carro de fuego). Jesús camina con Su primo Santiago conversando en intimidad. “Juntados los falsos profetas sobre el monte Carmelo, Elías dijo al pueblo “si el Señor es Dios, seguidlo. Si lo es Baal, seguidle a él”. El pueblo callaba. Elías insistió: “soy el único de los Profetas del Señor que ha quedado. Escúchame Señor, para que este pueblo comprenda que eres el Señor Dios. Entonces cayó fuego del Señor y devoró el holocausto, como se dice en el Libro de los Reyes”. Jesús aguarda a que Santiago adivine el significado. “¿Tiene algo que ver Elías con mi futuro? Quiere decir que quedaré solo en Jerusalem. Todos se habrán marchado o serán perseguidos. Me tocara rogar a Dios por la conversión de este Pueblo, como sacerdote y como víctima”. Jesús dice que así será y que pronto le dará más información. Tienen que pasar un río y luego toman camino a Enganim. El niño está algo cansado y el fuerte de Pedro lo toma en sus brazos. Llegan a Meguido. Hace calor, por lo que deciden comer algo junto a unos árboles y un riachuelo. Se ven peregrinos que caminan hacia Jerusalem, y se observa ya un aire festivo. El pequeño no lleva ropas nuevas. Pedro promete al pequeño que llevará su túnica nueva, un cinturón precioso, un talet y unas sandalias. Llenan las cantimploras de agua fresquita y Pedro acaricia al pequeño con ternura paternal. “Llámame padre”, dice al chiquillo. Se acerca Jesús a ellos, sonriente: “Sí Pedro, este niño será tuyo hasta que se haga un verdadero israelita”. Por el camino se ven pelotones romanos y carros tirados por caballos. Uno reconoce a Jesús y lo saluda. Van como refuerzo a Pilatos y Antipas, “al que todos odian porque arrestó al Bautista. Hay mucho descontento. Pero Tú estás seguro. Me gustaría oírte en Jerusalem”. Pedro sudando con el niño en brazos causa pena verlo. El soldado ofrece llevar al niño en su caballo hasta las puertas de la Ciudad, y todos aceptan. Concluido el camino recogen al pequeño y se despiden del centurión. Jesús pide a algunos que vayan a buscar refugio y pasar la noche. Muy de mañana, caminan por terrenos pantanosos y difíciles. Cuando de nuevo llega la noche, Jesús reza una plegaria junto a los Suyos. Deben seguir hasta Samaria y Siquem, con una belleza propia de ciudades romanizadas. Se ven cultivos de olivo, trigo y viñedos entre colinas con bosques de encinas. Su hermosura total la contempla Jesús con agrado infinito. “Pasado mañana estaremos en Jerusalem”, dice Pedro. Jesús asiente; estarán en Getsemaní el jueves al atardecer, y el viernes en Betania, para encontrarse con Su Madre. Y allí dejarán los libros. “El niño se quedará con Isaac el pastor, y Mi Madre lo preparará para su fiesta, Ella lo hará sabio. En verano estará con nosotros en casa, antes tendremos que evangelizar por muchos lugares”. Han llegado cansados a Siquem. Pedro va a buscar alojo y vuelve contrariado, tan sólo un pajar es lo que encontró. “Lugar muy bello para el Hijo del Hombre”, dice Jesús. Por fin se encuentran ya en su última etapa. Andando deprisa llegan a un valle en Silo, con aguas puras de cristal, que discurren cantarinas en medio de un sol que, sin piedad, parece fuego ardiente. Cuando suben por unos montecillos se ve Jerusalem en la lejanía. “Ya están pisando nuestros pies tus umbrales Jerusalem”, entonan los Apóstoles. El pequeño Yabé llora al darse cuenta que faltan sus papás. “No llores. Mi Madre te enseñará pronto muchas cosas y la querrás mucho. Serás un buen discípulo que predicarás la Palabra de Dios y luego vendrás Conmigo al Paraíso con tus padres. Yo te enseñaré a volar como los pajarillos hacen con sus crías”. Jesús besa al crío y el niño se consuela. “Mañana por la tarde estaremos en la Ciudad Santa, para la preparación de la Pascua. En el crepúsculo, con el descanso del sábado, no se podrá andar más de mil doscientos metros. Estaremos orando al Altísimo Señor, Adonai, al que sólo los santos y niños buenos, como Yabé, pueden decir Su nombre. Descansaremos. Así se lo ordenó Dios a Moisés cuando le entregó las Tablas. “Trabajarás durante seis días y descansarás el séptimo. Así hice Yo después de la Creación”. El niño tiene dudas que no comprende. “Dios no se cansa nunca, pero tenía que enseñarnos a todos. Lo dice el Libro Sagrado y hay que creerlo, que no nos engañe el demonio”. El niño repite lo que le enseñaron:”Dios es un Espíritu Eterno, Uno y Trino, y la Segunda Persona ha tomado carne por amor nuestro y por los pobres”. El chico recapacita: “¡Oh Señor! Eres Tú”, y se echa en tierra y adora a Jesús. “Levántate, los niños no deben tener miedo de Mi. Eres un sabio, pequeño israelita. ¿Sabes si se habla de Mí en el Libro?” –“Sí Señor, desde el principio. Tú eres el Salvador prometido, que abrirás las Puertas del Limbo”, y pide a Jesús que Le dé un nuevo nombre. “Cuando estemos con Mi Madre, ¿de acuerdo?”. “Hablan de ti los Profetas, y el Bautista Te llamaba Cordero de Dios. ¡El Cordero de Moisés! ¡Tú eres la Pascua!” Isaías y Daniel hablan de Ti. Isaías habla de los dolores del Mesías. Yo prefiero a Daniel, que habla del Ángel hermoso y de Tu Venida, aunque también dijo que serías inmolado”. El niño está a punto de llorar, entonces Jesús lo distrae con los Mandamientos que se los enseñaba su mamá, y se distrae. Se hace tarde. Descansan en Berot, último pueblo que los aproxima a Jerusalem. BIBLIOGRAFÍA: Poema del Hombre Dios, María Valtorta; Gén. 19-23; Lc. 19-31: Gén.28,10-22; Ex10,18; 1 Paral. 4,9-.10;3Rey. 18,21-22; 36,38; Ex. 10,18-11; Deut.5,12-15.

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