Lo comenté en su día y lo vuelvo a hacer ahora por la gravedad del asunto. A colación del juicio de los neonatos se pudo escuchar ayer la declaración de quien fuera gerente del Hospital en el año 2006 y hasta hace bien poco, Juan Carlos Querol. Duele que después de que el ex directivo de Ingesa haya ofrecido múltiples ruedas de prensa llamando alarmistas a los sindicatos, se descuelgue ahora en plena sesión judicial hablando de la crítica situación en Pediatría. ¿Qué pasa, que cuando conviene contamos que la sanidad que tenemos y pagamos es una puñetera mierda y cuando no conviene matamos al mensajero y hundimos a los sindicatos? No es de recibo que se actúe de esta manera porque todavía recuerda aquella cita en el Hospital Universitario en la que el tándem Lopera-Querol compareció rodeado de toda su cúpula de cargos-amigos para ‘cagarse’ en los sindicatos por lo malos que eran, lo falsos y alarmistas y lo tendenciosos. Amenazaron con denunciarlos pero nunca lo hicieron, así que su denuncia sonó más a un querer asomar la cabeza para rescatarla de la inmundicia en la que estaba metida. Ayer me dio por recordar aquella escena del ‘todo va bien’ mientras escuchaba a Querol lamentarse de la situación que se vive en Pediatría, una situación “desesperada” en la que el Ingesa se ve obligado a contratar a médicos extranjeros de los que no se sabe ni “qué formación tienen”. ¿Tela marinera, no?, ¿cuando conviene usamos un discurso y cuando no otro?, ¿no se merece el ciudadano un mínimo respeto de la cúpula sanitaria dirigente? Qué menos que eso, respeto, algo que ayer, me pareció, se había tomado a cachondeo durante años; años en los que los gabinetes de prensa han funcionado mandando notitas de lo bueno que es nuestra sistema sanitario para que luego, ante un juez, desvelemos la mayor de las verdades oculta siempre por el velo de las mentiras políticas.
Me quedo con la frase del abogado defensor en el caso de los neonatos al lamentar el linchamiento mediático al que se ha sometido a sus patrocinados: los dos médicos que se sientan en el banquillo. Y me quedo con ella porque ese mismo linchamiento podría aplicarse al resto de la sociedad con la diferencia de que nosotros, ciudadanos, no nos sentamos en el banquillo, ni nadie nos defiende, pero nos vemos sometidos a un vapuleo diario, a una desconsideración profesional y a un corporativismo médico que nos aplasta cuando tan sólo queremos una oportunidad.