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"Estamos para ayudar, pero la responsabilidad de la pobreza es del Estado”

Las conclusiones que arrojan los informes de EAPN (las siglas en inglés de la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social) suelen caer como losas en los despachos de la Ciudad. La Administración local duda de sus indicadores, pero la coalición independiente de ONG alumbrada en 1990 se defiende y replica que sólo da forma a datos objetivos. De una forma u otra, su presidenta, Isabel Allende, visita hoy Ceuta para tomar el pulso a una desigualdad que, advierte, se ha ensanchado en tiempos de recesión y abismos económicos. Para combatirla receta reformas profundas.
El último informe de EAPN alerta de que el 47 por ciento de la población se encuentra en Ceuta en riesgo de pobreza o exclusión. ¿Es una brecha abierta por la crisis económica o un lastre social de décadas, enquistado?
–Es evidente que la crisis ha agravado la situación, pero antes de que llegara ya existía un gran porcentaje de población en situación de pobreza y exclusión social en España y, en particular, en Ceuta. La crisis lo que ha hecho es agravarlo. Ese escenario se debe sobre todo a situaciones estructurales, y para combatirlas hay que implementar políticas que atajen la raíz de la cuestión. Aunque nos digan que vamos saliendo de la crisis y que aumenta el empleo, siempre habrá un núcleo de población en situación de exclusión, y más ahora que las reformas laborales han dejado a parte de la población en situación de precariedad.
–La Ciudad suele replicar a sus informes que los indicadores que utilizan no son muy fiables...
–Nosotros partimos de la Encuesta de Condiciones de Vida, no inventamos nada. Son datos oficiales a los que todo el mundo puedo acceder. Lo que hemos hecho es ponerlos todos juntitos, a nivel estatal y autonómico. Hay políticos, como ya aseguró Mariano Rajoy, que dicen no verse reflejados en esas cifras... Pues nosotros tan sólo hacemos una comparativa de datos... Manejamos además el indicador europeo Arope, que se utiliza para trazar una comparativa de todos los países y que mide tres cuestiones: la tasa de pobreza, la privación material severa, que implica que de nueve items las personas no puedan cubrir al menos cuatro, desde no poder comer proteínas a no pagar la hipoteca; y por último y la intensidad del empleo en el hogar: no es igual el caso de una familia de dos personas con un hijo en el que una de ellas trabaje a otra con cinco hijos en la que solo trabaje el padre. Las tres tasas se unen y surge el indicador Arope, que para Ceuta arroja una tasa superior al 47 por ciento.
–¿Y qué fallaría en Ceuta para que esa tasa se dispare?
–La diferencia puede estar en la estabilidad en el trabajo, que salvo en el caso de los funcionarios puede ser muy inestable. También en la falta de un tejido empresarial sólido. Habría que aplicar además mejoras en las políticas activas de empleo, pero no limitadas a planes de empleo que tienen resultados dudosos y que en lugar de formar pueden tener un efecto contrario y es que el desempleado, en lugar de formarse, los conciba sólo como un recurso para cobrar de forma periódica un salario medio regular.
Si con esas supuestas tasas desproporcionadas de pobreza no se ha producido un estallido social, ¿se supone que el salvavidas de la economía sumergida es mayor de lo que pensamos?
–Hay, efectivamente, mucha gente viviendo en la economía sumergida, pero también una gran red familiar que es la que está salvando a miles y miles de personas. Hay muchos hijos que han vuelto a sus casas, y familias que han sacado al abuelo del centro de mayores para poder cobrar su pensión y poder alimentarse. Sin eso, esto habría estallado muchísimo antes. Existe ese colchón, pero también hay mucha economía sumergida contra la que hay que luchar.
–¿Seremos capaces de recomponer el escenario social después de tanto desastre?
–Esperemos, seamos optimistas. Pero advertimos de que se necesita una política fiscal fuerte, no como la que se ha hecho que al final ha obligado a las clases medias a mantener el sistema mientras a las grandes fortunas no les ha afectado o incluso se les ha aliviado la presión fiscal. Se debe recaudar en función de las necesidades y de derechos, y no sólo gastar en función de lo que tenemos. Luego entramos en el problema de la evasión fiscal, porque también hay que luchar contra esos paraísos, a nivel global, para que los impuestos no se nos escapen. Se debe elaborar un plan integral contra la pobreza y la exclusión, con auténticas políticas activas de empleo. Nosotros apostamos por la inclusión activa, que se basa en el acceso al empleo y la formación, el acceso a servicios de calidad y además la garantía de unas rentas mínimas mientras las personas no encuentran un empleo decente.
–¿Se ha multiplicado durante la crisis el empleo 'indecente'?
–Sí, porque todo empleo no es decente. O lo que es lo mismo, trabajar no quiere decir que la persona esté fuera de la pobreza. Un 12 por ciento de los españoles trabaja con un empleo pobre, con salarios mínimos y con empleos de dos meses, precarios, de jornadas partidas, contratos basura... y eso no es lo que queremos. Se dice que se ha generado empleo, pero es de muy mala calidad. Y luego hay colectivos específicos y concretos que son más vulnerables, como personas sin hogar, inmigrantes, personas que arrastran problemas de drogas... para las que hay que impulsar medidas concretas que favorezcan su integración. Por un lado hay colectivos vulnerables para los que va a ser muy complicado encontrar trabajo porque la gente normalizada se ha quedado sin él y hay que reintegrarlos, pero es que luego están los que siempre han estado en condición de vulnerabilidad a los que les va a costar mucho más integrarse porque están a la cola. Hay que tomar medidas concretas para ellos.
–¿Comparte ese nuevo mensaje de que "lo peor ya ha pasado"?
–Realmente no. Creo que estamos en un año de elecciones y todos los partidos, tanto los que están en los gobiernos como los que quieren entrar, nos dicen que estamos saliendo de la crisis porque ellos nos han ayudado o que nos sacarán cuando lleguen. La cosa es bastante más profunda. Nunca se sabe si realmente mejoramos o simplemente alguien nos dice que algo se mueve y nos animamos a gastar más. Hay un poco de todo. El efecto psicológico es importante, pero en la población no se está notando.
–¿Se perdió la oportunidad durante la época de bonanza de recortar la brecha de la desigualdad?
–Cuando las cosas iban bien se podía haber hecho mucho. España ha sido uno de los países que menos ha invertido en políticas sociales y podíamos haber hecho mucho para disminuir la desigualdad. Si antes teníamos una proporción parecida a la media europea ahora somos los primeros de toda la UE. Esa franja ha crecido mucho. Se perdió el momento, pero deberíamos aprender de aquello para que cuando remontemos, que remontaremos, no quiero ser negativa, implementar otras políticas. Si lo hubiéramos hecho antes, la crisis nos habría afectado menos. Con una red de protección social fuerte de verdad, no una que parece que es buena pero que en realidad no lo es tanto, hubiéramos superado esta crisis mejor.
–¿Qué cara se le queda cuando lee titulares que hablan de millones de euros malversados, difuminados en tarjetas opacas, en ERE, en cursos de formación ficticios...?
–Pues pensamos que con todo ese dinero podríamos hacer muchísimo. Pero no nosotros, las ONG, sino el
Estado, que es quien debería. Las ONG trabajamos en aquello en lo que el Estado no llega con sus diferentes políticas, que debería hacerlo. Se necesita mucha voluntad política para solucionar la situación en la que estamos inmersos y evitar que ese dinero se despilfarre, que vaya a los bolsillos que no debería ir. O esos fondos que no se gestionan, porque vienen muchos fondos de la UE que no se gestionan, que se han devuelto incluso, como los estructurales. Esto no consiste sólo en dar. No se trata de dar pez, de dar comida con dinero, sino de formar para que la gente encuentre empleo, darlo, tener servicios sociales adecuados y universales, que una persona pueda acceder a ellos siempre, no promoviendo servicios pobres para pobres sino que cualquier persona en un momento determinado de su vida puede acceder a ellos porque los necesite. Eso es lo que queremos crear. Y una sanidad universal, para todos las personas, vengan de donde vengan, y una educación universal también gratuita y que no sea víctima de esas subidas que provocan que sólo puedan acceder a ella unas pocas personas, las que se lo pueden pagar.
–Una de las consecuencias extremas de la pobreza es la emigración. ¿Cuál es la posición de EAPN ante ese fenómeno?
–En cuanto a Ceuta creo que no se trata de implementar políticas locales, ni siquiera nacionales, sino europeas. Todos los países de la UE tienen que aplicar políticas de gestión de los flujos migratorios, que tienen mucho que ver con la colaboración al desarrollo, que la gente venga por voluntad, no por necesidad. Ésa es una de las políticas que primero se tienen que implementar. Por ejemplo aquí los CETI creo que funcionan muy bien, pero son centros de acogida: tienen que sacar a la gente a la península para que no se queden estancados aquí. Se deben dotar recursos tanto para acogida como para intervención social mientras la gente esté aquí, pero sobre todo políticas de colaboración. El recorte en la ayuda a la cooperación internacional ha sido muy fuerte, y eso va a redundar en que venga mucha gente, porque los problemas están allí. Y está el problema del asilo, de la trata... todo eso hay que trabajarlo.
–¿Y sobre la nueva Ley de Seguridad Ciudadana?
–En el tema de la seguridad ciudadana se ha criminalizado la pobreza. Hay gente que está en la calle porque lo necesita, que no tiene otros medios, personas sin hogar, inmersas en la prostitución, gente que ha estado drogándose... Y multar por estar en la calle... Se debe legislar e implementar políticas que saquen realmente a la gente de esa situación, no que las penalicen... No estamos muy de acuerdo... Hemos hecho aportaciones a la Ley de Seguridad Ciudadana, pero no nos las han admitido.
–¿Qué va a aportar la nueva Ley del Tercer Sector?
–Nos aportará una regulación, porque hasta ahora nos regulábamos por legislaciones generales, pero sin una específica y esto no va a favorecer mucho en el sentido de tener en cuenta las características propias de las entidades sociales. Además, ha sido una ley muy consensuada por todo el sector, no nos la han implantado. Se nos ha pedido opinión, se nos reconoce además como interlocutores con la Administración Pública y en la definición de las políticas, no sólo sociales, también de empleo, porque nosotros cuando hablamos de pobreza y exclusión social no nos referimos sólo a política social, eso hay que implementarlo después cuando las demás no han surtido efecto y han dejado a la gente en la marginación. Nosotros también hacemos aportaciones a las diferentes políticas de empleo, educativas, de fiscalidad.. y esta ley nos hace un reconocimiento mayor, aunque falta mucho. Nos hace falta por ejemplo una ley de financiación específica, porque no es igual una ley de subvenciones para empresas que para entidades sociales, y también que se nos refuerce más. Y sobre todo, que asimilen que somos complementarias, que en ningún momento se nos vuelva a decir, como nos dijo un determinado alto cargo político, que ellos están para ayudarnos. ¿Perdone? Aquí los que ayudamos somos nosotros. Estamos para ayudar, pero la responsabilidad es de ellos, del Estado, y la ciudadanía tiene que participar, por supuesto, en mejorar la sociedad porque es la casa de todos. Pero la responsablidad última es de quien es.
–¿Imagina un escenario sin la cobertura social de las ONG a las que representa? ¿Sería viable?
–Las entidades que están aquí, como todas las sociales en todos los ámbitos, lo que hacen es abrir brecha para ir cambiando poco a poco el discurso. Hay un discurso determinado, dependiendo de los gobiernos, neoliberales o más sociales, y no digo un partido u otro, porque al final son todos parecidos, pero lo que sí se hace es ir poniendo sobre la mesa un montón de cosas que si no estuvieran las entidades se olvidarían. Y en la intervención con las personas estas entidades hacen una labor fantástica porque trabajan para empoderarlas, no sólo para dar pez, que estamos cansados de oír que estamos para dar... No, damos el pez porque mientras trabajas con la gente es necesario que coman, pero no queremos mantenernos vivos sino con vida. Trabajamos enseñando a pescar, pero sobre todo limpiando el río para que baje limpio, o para que las licencias para esa pesca sean en igualdad de condiciones para todas las personas.

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