Tal y como relata el libro del Génesis en el Antiguo Testamento, una paloma con una rama de olivo fue la señal recibida por Noé para desembarcar en tierra firme. Ya en la V Dinastía egipcia del Imperio Antiguo, hacia el 3.000 a.C. existen noticias sobre palomas mensajeras. Los griegos las utilizaban para anunciar a los vencedores de los primitivos Juegos Olímpicos.
Dentro de un ámbito propiamente militar, Plinio contó como Décimo Bruto utilizó en el sitio de Módena palomas que transportaban mensajes al campamento de los cónsules. Parece ser que César se interesó por este sistema de comunicación durante su campaña de la Galia. Los chinos también utilizaron palomas desde tiempos remotos, pero será con la eclosión de la civilización árabe cuando se ideó un auténtico servicio de comunicación que cubría la expansión musulmana.
Ricardo Corazón de León se comunicó con el sultán Saladino en el sitio de San Juan de Acre durante las Cruzadas. En las guerras de Flandes, concretamente durante los sitios de Harlem y Leyden, los holandeses se comunicaron por medio de palomas mensajeras y evitaron su derrota ante nuestros Tercios, inundando los campos. La derrota de los franceses en Waterloo fue conocida con cincuenta horas de antelación gracias a una paloma por el banquero Rothschild, quien inmediatamente compró una enorme cantidad de valores públicos en Londres, que tras su revalorización tras la victoria, obtuvo unas ganancias descomunales.
A comienzos del siglo XIX en Bélgica experimentaron con su raza autóctona, instruyendo y entrenando progresivamente a las palomas, transportándolas en jaulas en distintas direcciones, comprobando que éstas sabían volver perfectamente a su palomar de origen. En este ambiente se crearon a tal efecto las primeras sociedades y concursos colombófilos. Una nueva moda inundaba aquella Europa decimonónica, la colombofilia o colombicultura, es decir, la cría y adiestramiento de palomas, para convertirlas en mensajeras.
Existen numerosas teorías sobre la capacidad de estas aves para orientarse en la dirección correcta a lo largo de grandes distancias, destacando aquella que relaciona la especial capacidad de estas aves para percibir las ondas magnéticas en su cerebro. Hay palomas que son capaces de recorrer más de 1.000 kilómetros para retornar a su palomar. En aquellos años la velocidad que proporcionaban las palomas en la transmisión de las noticias, era muy superior al correo nacional e internacional, de ahí que según la denominación de la época se hablara de “telegrafía alada”.
Para alcanzar la utilización generalizada de palomas mensajeras por los ejércitos contemporáneos fue determinante la experiencia del asedio de París de 1870-1871 durante la guerra franco-prusiana, hecho que no pasó desapercibido para el Ejército español.
El Capitán de Ingenieros Lorenzo de la Tejera y Magnín publicó un magnífico libro Las palomas mensajeras y los palomares militares en 1890, del que se conserva una copia en la Biblioteca Histórico Militar de Ceuta, donde reflexionaba que «el hombre como mensajero está expuesto a mil peligros: puede ser muerto hecho prisionero, y lo que es aún peor, puede venderse (…); las carreteras y los ferrocarriles se cortan y se interceptan por completo las comunicaciones (…); la telegrafía óptica está expuesta a frecuentes interrupciones, los días de niebla, nieve o lluvia (…); la telegrafía eléctrica, medio sin duda el más rápido y mejor (…), se intercepta fácilmente cortando los conductores, y en iguales condiciones se encuentran los teléfonos».
Las conclusiones del asedio de París eran claras, las palomas fueron el único medio útil que tuvieron los franceses para poder comunicarse con la capital sitiada. Alemania sacó pronto sus conclusiones sobre el asunto y en 1872 crearía su propio servicio colombófilo militar.
En este sentido se encuadra la adopción de las palomas por el Ejército español por medio del Real Decreto de 17 de Enero de 1879, que creó el Palomar Militar de Guadalajara, siendo Director General de Ingenieros el Teniente General José de Reina y Frías. Este palomar, conformado por palomas adquiridas en Bélgica, quedaría ligado a la Compañía de Aerostación allí radicada, dependiente originalmente de los Ingenieros, que siempre a lo largo de los años siguientes controlaría el servicio de palomas mensajeras. En 1884 las palomas mensajeras serían adscritas con clara concreción al Batallón de Telégrafos, reafirmando su adscripción al Arma de Ingenieros del Ejército.
En 1886 apareció un Reglamento para el servicio de los palomares militares. Allí se detalla toda una red de palomares militares extendida a través de España, con 18 palomares: Madrid, Valladolid, Ciudad Rodrigo, Badajoz, Tarifa, Córdoba, Málaga, Ferrol, Oyarzun, Pamplona, Jaca, Zaragoza, Figueres, Valencia, Palma de Mallorca, Mahón, Ceuta y Melilla. Tan sólo las Canarias quedaban fuera de este ingenioso sistema de comunicación, debido a las dificultades de sortear tan gran distancia.
Para el ámbito de Ceuta podemos seguir la pista documental de las palomas mensajeras en el Archivo Intermedio Militar de Ceuta. Tanto en el fondo del Cuartel General del Ejército del Norte de África, así como en el fondo de la Comandancia de Obras de Ceuta, encontramos información sobre palomas mensajeras entre 1893 y 1904, que nos permiten rememorar como fue el origen del servicio de palomas mensajeras en la fortaleza del Hacho.
Un oficio de noviembre de 1893 dirigido al Coronel de Ingenieros atestigua el pase de varias parejas de palomas y pichones procedentes de la Península, concretamente de la Capitanía General de Castilla la Nueva. Sin duda es la primera noticia que tenemos explicitando la inminente llegada de palomas mensajeras a Ceuta, sin embargo desconocemos cualquier noticia sobre la existencia de un palomar que las albergara, así como su emplazamiento concreto, aunque dada la evolución posterior del asunto, no sería de extrañar que se ubicase un palomar rudimentario en la fortaleza del Hacho.
En 1894 se creó la Real Sociedad Colombófila Española, cuyo primer presidente fue el Comandante de Ingenieros Pedro Vives y Vich, quien destacó por tratar de adaptar las afamadas palomas belgas a las condiciones de nuestro país.
El 16 de junio de 1898 se publicó en la Gaceta de Madrid un importante Real Decreto sobre palomas mensajeras, que partía de la Presidencia del Consejo de Ministros, que regentaba entonces el liberal Mateo Práxedes Sagasta.
Entre la documentación del Archivo Intermedio Militar de Ceuta sobresale un expediente del fondo de la Comandancia de Obras de Ceuta, Sección 3ª de Material, Subsección 3ª de Ingenieros, que proyectaba en 1898 un edificio destinado para palomar militar en la fortaleza del Hacho. Allí se planificaba todo un nuevo edificio en la zona del antiguo almacén del Baluarte de San Antonio, emplazado allí desde el siglo XVIII.
Siguiendo la estupenda trilogía del Hacho del Coronel Juan José Contreras Garrido, sabemos que allí también se ubicó un antiguo semáforo de señales que servía para comunicarse con Algeciras. El edificio proyectado en 1898 por el Capitán de Ingenieros Roberto Fritschi y García, sufriría diversas reformas en el futuro.
Reproducimos su lugar de ubicación concreto dentro del Hacho, su planta y detalles del alzado. En la planta baja se reservaban unas estancias para el servicio de palomas, y en la planta superior, el palomar propiamente dicho, tal y como fue diseñado originalmente.
El 12 de junio de 1899 se publicó el primer Reglamento para el servicio de palomas mensajeras. Entre otras cosas promovía la creación de una “Escuela de Palomeros”, que mientras se organizaba, delegaba en el Regimiento de Zapadores Minadores la extracción del personal para el control de los palomares. En Ceuta y Melilla fueron las propias Compañías de Ingenieros quienes llevaron a cabo esta labor.
A través de otros expedientes conservados en el Archivo, inscritos en el fondo del Cuartel General del Ejército del Norte de África, Sección 2ª de Asuntos, Subsección 10ª de Organización tenemos diversas noticias sobre el funcionamiento del palomar en sus orígenes, especialmente entre 1899 y 1904. Resulta muy interesante contemplar la minuciosidad de los Ingenieros en el control del palomar miliar del Hacho a la altura de 1900, conociendo el número de palomas que se conservan, así como todo el gasto desglosado de su alimentación, así como de los costes generados por el servicio. Llama la atención, la variada alimentación de las palomas que se componía principalmente de alverja y trigo, contando también con aportes de yeros, alazor, colza, avena o habas.
En la memoria descriptiva de 1900 se especifica que a principios de año se contaba con una dotación de 140 mensajeras, entre palomas y pichones. También explica los resultados de las sueltas o recepciones de palomas desde Algeciras, Tarifa, Los Barrios, Castellar, Bobadilla o Ronda, de este modo queda claro su utilización de las palomas más expertas para las comunicaciones con la Península; mientras que los pichones eran adiestrados para volver desde el Campo Exterior con distancias progresivamente superiores. En cada operación se contabilizaba minuciosamente el número de las bajas.
En 1900 el edificio del palomar fue reformado por el maestro de obras Clemente López de Letona.
En 1902 el edificio fue acondicionado nuevamente como estación de “telegrafía eléctrica sin hilos”, será ya conocido como la casa del palomar, tal y como reflejan los distintos proyectos posteriores. Por ejemplo, cuando en 1928 se adaptó el edificio como enfermería se le denominaba como casa palomar.
La documentación del Archivo cubre hasta 1904. Después de 1904 hay un largo vacío de un cuarto de siglo, hasta volver a tener noticias en 1929. Es difícil saber que sucedió con el palomar militar del Hacho.
Probablemente se decidió trasladar la ubicación del palomar desde el Hacho al Cuartel de la Reina o quizás al Cuartel de las Heras, pues lo cierto del asunto es que a las palomas les asustaban los cañonazos del Hacho, el simple cañonazo de las 12 las ahuyentaba. La desoladora pérdida de la documentación de Ingenieros nos impide conocer con detalle la evolución de los palomares en el desarrollo del siglo XX, aunque queda claramente probada la vinculación de las palomas a la fortaleza del Hacho en el cambio de siglo.