El título arriba insertado lo he copiado de una bandera de “mochila” que recientemente me ha enviado el Comandante General de Ceuta, don Alejandro Escámez Fernández, a quien estoy doblemente agradecido por haber tenido ya dos veces conmigo la atención de enviarme varios recuerdos de la Comandancia General, en ambas ocasiones por su propia iniciativa y sin conocernos personalmente, aunque a distancia hayamos intercambiado algunas misivas relacionadas con mis artículos.
Tuve por primera vez referencias del General cuando fue designado para Ceuta, a través de mi hermano Emiliano Guerra Caballero, Comandante de Ingenieros, que antes lo había tenido de jefe en la DIPE (Madrid), comentándome su carácter formal y responsable en el cumplimiento del deber, su capacidad resolutiva en la toma de decisiones y su talante afable y cercano con los subordinados; cualidades que mucho le honran, como también yo me honro de su caballerosidad conmigo. Eso promueve y fomenta la simbiosis pueblo-ejército.
Todas las banderas que sean legales son por mí muy respetadas, resultándome gratificante recibir la española, que representa la Nación y su soberanía, frente a los radicales que la ultrajan quemándola, pisoteándola o retirándola de su lugar constitucional preeminente. Paradójicamente, quienes la vejan, luego, qué enternecidos, reverentes y enaltecidos se vuelven exhibiendo otras que son ilegales.
Esa enseña española recibida, tiene para Ceuta y para mí hondo significado y especial valor histórico, por llevar grabado en su franja central amarilla el Escudo de Ceuta con el bastón de mando y sable cruzados, emblema del generalato, más la famosa frase que en 1415 pronunciara su primer Gobernador-Capitán General portugués, don Pedro de Meneses, aseverando: “Con este palo me basto para defender Ceuta…”. Y esa bandera lleva ya 441 años ondeando la españolidad de Ceuta, porque en 1580 nuestro rey Felipe II reinó simultáneamente en España y Portugal. Desde entonces, Ceuta fue española de “hecho” y por el tratado hispano-portugués de 1668, también lo es de “derecho”.
Ha representado a Ceuta y su soberanía española, más a todos los españoles que tanta sangre derramaron, muriendo muchos miles de ellos defendiendo su españolidad. Por eso, el mejor homenaje que podemos rendirles para honrarlos, es no arriar jamás esa bandera española. Las tropas de Ceuta la han llevado en sus mochilas por casi todo el mundo. Antiguamente, cuando los soldados se licenciaban, era costumbre que sus familiares la izaran en los balcones de sus hogares en señal de alegría cuando el hijo o el hermano regresaban indemnes de Ceuta.
La conquista de Ceuta por Portugal fue todo un éxito, porque apenas encontró resistencia. Pero, tras haberla ocupado, el rey portugués, Juan I, que dirigió la expedición con sus hijos Duarte, Enrique y Pedro, reflexionó mucho en los días posteriores, antes de regresar a Portugal, sobre la persona en cuyas manos debía dejarla para que la ciudad fuera bien defendida y gobernada.
Celebró un Consejo sólo para recabar asesoramiento sobre quién podía resultar más idóneo y capacitado para desempeñar el cargo de Gobernador-Capitán General. Los consejeros con él reunidos le propusieron primero a un militar de prestigio, el condestable Nuño Álvar, que iba en la expedición, fue héroe nacional y representaba la mayor gloria del ejército portugués, por haber sido protagonista de numerosas victorias militares, estando rodeado de gran aureola militar.
"Pues esa simbólica transmisión del mando militar a los Comandantes Generales a través de la entrega del bastón, se lleva a cabo de la forma tradicional siguiente: El Aleo se deposita en el Santuario Virgen de África. Es un “palo” de acebuche; mide 85 cm y pesa 240 gramos, siendo sus 16 nudos su signo más característico. Y el posesionado pronuncia una alocución con su compromiso público de defender Ceuta"
Pero se excusó, muy agradecido, aduciendo como principal razón su anuncio anterior de que se retiraría a la vida monacal en el Convento del Carmen de Lisboa, por él fundado. Este buen hombre, a pesar de estar rodeado de glorias y riquezas, distribuyó sus bienes entre los pobres y prefirió retirarse a una celda en dicho Convento. En 1918, más de 500 años después, fue beatificado por el Papa Benedicto XV.
Los consejeros le propusieron luego a Gonzalo Vaz Coutinho, mariscal, héroe de la batalla de Troncoso, con mucho prestigio militar.; excusándose igualmente por su avanzada edad y otras circunstancias que se lo impedían. Algo contrariado el rey, hizo llamar al jefe de su escolta real, Martín Alfonso de Melo, haciéndole saber que depositaba en él toda su confianza y que le agradaría que fuera él quien aceptara el cargo. Pero éste pidió un plazo de reflexión para consultarlo con su familia y, aconsejado por varios de sus hijosdalgos, terminó también declinando el ofrecimiento. Tal negativa enojó ya mucho al rey, que ordenó que quedasen confinados en Ceuta los dos hijosdalgos que adversamente le habían aconsejado.
Ante tantas dificultades para dicho nombramiento, un alférez al servicio del infante Duarte, llamado Pedro de Meneses, se postuló para el cargo apoyándose en dos personas influyentes, Leopoldo Días de Sousa, maestre de la Orden de Cristo y tío del candidato, y Álvaro Gonzálves Camello, quienes lo propusieron. El monarca aceptó el ofrecimiento extrañado, pero a la vez complacido de que alguien aceptara el cargo.
El historiador de Ceuta don Alberto Baeza Herrazti refiere que el origen de dicha frase no es del todo pacífico, existiendo al menos dos versiones. Según la primera, tras presentarse don Pedro de Meneses ante el rey éste le hizo entrega de un bastón que el propio monarca llevaba en la mano, y sobre el que se apoyaba para aliviarse de una herida que días antes había sufrido en una pierna al saltar a una embarcación galeota.
Pero, según la segunda, propuesto don Pedro de Meneses al rey por su hijo Duarte, llamó a su presencia al aspirante cuando éste se hallaba jugando con el “Aleo” a la chueca con otros caballeros, de manera que tuvo que acudir presuroso ante el monarca portando en la mano un nudoso palo de acebuche. Y, al preguntarle el rey que cómo defendería Ceuta, don Pedro de Meneses le mostró dicho “palo”, respondiéndole: “Señor, con este palo me basto para defender a Ceuta…”. Ante tal respuesta, muy complacido el rey, le devolvió el “Aleo” como bastón de mando y símbolo de su autoridad.
Sea como fuere, lo cierto es que, mediante la entrega de dicho bastón, fue como se confirió a don Pedro de Meneses la autoridad y el gobierno de Ceuta y luego ha continuado siendo el símbolo de mando sobre la misma que vinieron ejerciendo los sucesivos Gobernadores y Comandantes Generales que han mandado la plaza durante el tiempo en que la autoridad, tanto civil como militar, se concentraba en una sola persona, de forma que a dichas autoridades con rango militar se les ha venido haciendo entrega simbólica del bastón al tomar posesión del cargo, para posteriormente dejarlo depositado en manos de la Virgen de África, Patrona de Ceuta.
Pero tras la aprobación de la Constitución de 1978, tal autoridad conjunta y simultánea quedó escindida prácticamente en tres: la gubernamental, que ejerce el Delegado del Gobierno de la Nación; la militar, que desempeña el Comandante General de Ceuta; y la civil autonómica, que como primera autoridad de tal naturaleza ostenta el Presidente de la Ciudad.
Lo que más hay que destacar es que, con el nombramiento de don Pedro de Meneses, que era nieto de españoles y desempeñó el cargo durante 22 años con gran acierto, se pusieron las primeras bases de la autonomía y el desarrollo de Ceuta; porque dicho Gobernador llevó a cabo una importantísima y fecunda obra de realizaciones. Fue capaz de defenderla tenazmente y de mantenerla a toda costa bajo el dominio portugués, haciendo de ella una ciudad inexpugnable que, pese a ser sitiada en numerosas y largas ocasiones en los muchos intentos de reconquistarla, empleando contra la población ceutí la mayor crueldad, nunca lo consiguieron.
A partir de su conquista, Ceuta se proyectó hacia el futuro como una ciudad europea moderna y libre, abierta a las distintas culturas, se llevó a cabo su amurallado más eficaz y protector construyendo las Murallas Reales, se creó el Escudo de Ceuta e incluso moneda propia de la ciudad, el Ceitil, se implantó la Bandera local blanca y negra, el Pendón Real, etc.
Vemos así, cómo a base de haber tenido que organizarse, gobernarse y resolver los problemas a distancia del poder central y bajo la dirección de éste, fue como fueron naciendo y consolidándose sus propias instituciones de autogobierno que, asimismo, desde 1580 luego reencauzaron los españoles, y que en la actualidad constituyen la esencia y el fundamento de la actual Ciudad Autónoma de Ceuta.
Pues esa simbólica transmisión del mando militar a los Comandantes Generales a través de la entrega del bastón, se lleva a cabo de la forma tradicional siguiente: El Aleo se deposita en el Santuario Virgen de África. Es un “palo” de acebuche; mide 85 cm y pesa 240 gramos, siendo sus 16 nudos su signo más característico. Y el posesionado pronuncia una alocución con su compromiso público de defender Ceuta.
"La conquista de Ceuta por Portugal fue todo un éxito, porque apenas encontró resistencia. Pero, tras haberla ocupado, el rey portugués, Juan I, que dirigió la expedición con sus hijos Duarte, Enrique y Pedro, reflexionó mucho en los días posteriores, antes de regresar a Portugal, sobre la persona en cuyas manos debía dejarla para que la ciudad fuera bien defendida y gobernada"
Desde 1651, dicho bastón ha venido depositándose, ininterrumpidamente, en el Santuario de la Virgen de África, bajo Su protección, ya que fue proclamada Patrona de la ciudad ese mismo año. En esa fecha fue también la primera vez portado por un Gobernador-Comandante General mientras pasaba revista y se dirigía a las fuerzas de su mando. Cada Comandante General, al iniciar su mandato, recibe del Deán de la Catedral este centenario bastón, cuya ceremonia tradicional tiene lugar desde hace siglos, y presta el siguiente juramento: “…Prometo defender la Plaza y mantenerla fiel a España y al Rey”. Inmediatamente después deposita el Aleo de nuevo en manos de la Virgen de África. El ceremonial se recoge luego documentalmente mediante un Acta que se levanta al efecto.
De esa forma, aquel viejo “palo” de acebuche, o Aleo, de tan hondo raigambre en Ceuta, vendría simbólicamente a representar la fortaleza de la Ceuta invencible, fuerte como un roble, o como si también hubiera forjado sus potentes fuerzas como Hércules utilizó las suyas para separar físicamente a Europa de África apoyado en las dos columnas de su mítica leyenda, aunque pareciendo que dejara a la vez unidos a ambos continentes a través de Ceuta. Esto debió enojar tanto a sus vecinos, que Ceuta tuvo que crecerse y hacerse aún más fuerte a base de los muchos “palos” que luego le dieron atacándola tantas veces.
Hace 63 años que por primera vez pisé Ceuta. Alguien me vaticinó que estaría en ella “sólo meses”, porque el Protectorado había finalizado y Marruecos la reivindicaba como suya. Pero todavía me dio tiempo de estar en ella 27 años en las tres veces que con mucho empeño y cariño quise volver destinado voluntario. Y todavía continúa impertérrita y erguida siendo cada día más española; porque los ceutíes de entonces votaron libremente hacerse españoles. Por eso siguen siendo libres. Ceuta, nunca perteneció al Protectorado. Su soberanía española, jurídicamente, está sólidamente asentada, siendo inequívoca e indubitada, conforme al Derecho Internacional.
Todos los Comandantes Generales de Ceuta (entre portugueses y españoles), desde su conquista en 1415, la defendieron durante 606 años a ultranza, valientemente y con firme determinación. Coloquialmente diría que, con uñas, dientes y a capa y espada; apoyados por valerosos soldados que repelieron como verdaderos titanes todos los ataques sufridos, a veces, incluso luchando voluntariamente por ella mujeres y niños ceutíes.
Y, si llegara a darse el hipotético e improbable caso de que alguien nos abocara a tener que volver a defenderla, la solemne promesa hecha públicamente por el actual Comandante General empuñando el Aleo, su inexcusable deber militar de mantenerla española, más su alta capacitación y abnegada entrega, todo ello necesariamente debe hacernos confiar en que Ceuta está segura y en muy buenas manos. Sus habitantes bien que lo necesitan, porque la vida, la libertad y la seguridad son de los bienes que las personas pacíficas y sensatas más anhelamos.
Por eso, nunca hay que bajar la guardia; pues, siendo Ceuta una preciosa joya tan codiciada (cuando yo llegué era llamada la “Perla del Mediterráneo”), en estos tiempos de repentinas invasiones infantiles, chantajes e ilegítimas reivindicaciones, los ceutíes necesitan vivir en paz, seguros y sabiéndose bien defendidos. Durante los numerosos sitios, cercos y bombardeos que cruelmente sufrió, los españoles colocaron en su puerta la siguiente consigna: ¡MUERTOS SÍ, VIVOS NO!, ¡Ánimos a todos!.
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