Los fieles de la Virgen del Carmen de la Almadraba llevan años esperando a que las promesas se hagan realidad, a que lo prometido se cumpla, a que, sencillamente, dejen de tomarles el pelo.
Es lo que se ha hecho hasta la fecha. Se les ha mentido y engañado, porque prometer lo que luego no se cumple es eso: mentir y engañar.
Desde que dejaron la capilla de la Almadraba se ha ido cambiando de lugar a la imagen del Carmen según conveniencia. Ahora tocó Los Remedios, antes la Catedral, después...
En plenas elecciones la Ciudad no tuvo reparos en anunciar el inicio de la obra de la nueva capilla. Lo más que hicieron fue colocar unas vallas y poner durante unos días unas máquinas. Lo justo para recoger votos. Nada nuevo.
Luego llegó el momento de pasar la pelota a la Delegación, un plazo para que esta anunciara que ellos sí moverán algo más que un dedo, y la posterior vuelta a su lugar. El hecho es que se ha tenido que celebrar otra festividad del Carmen sin un templo, sin un lugar fijo para la reina de los mares, sin una sede que sirva además de reunión para todos los feligreses.
Aquí se habla de sentimiento y de historia. Una combinación marcada en todos lo que forman parte de este amplio colectivo que, como bien decían en las camisetas que lucían el pasado martes, tenían un tesoro perdido.
El fin de aquella capilla fue el resultado de una suma de factores. La Ciudad y la Delegación obviaron su debida atención, pero también lo hizo la Iglesia, como ha sucedido en otros templos de Ceuta. Para cuando se quiso actuar no se podía. Mucho antes se tenía que haber trabajado y previsto soluciones para evitar las consecuencias de ahora.
Este 16 de julio se llevaron nuevas promesas. Todas ellas marcadas por la temporalidad de una clase política que no sabe lo que es la palabra, por eso no tienen vergüenza en no cumplirla. Como con la Virgen de la Almadraba, sus fieles y todos los que la admiran y les admiran.