Sirvan estas palabras, no como augurio de males, sino como llamada a una acción positiva y consciente.
Si ya la previsión de la Organización Mundial de la Salud apuntaba que para 2030 los problemas de salud mental serían la principal causa de discapacidad, ahora tendremos que redimensionar la incidencia y endurecer la capacidad de respuesta.
Si la seguridad es baluarte del equilibrio psíquico, ¿cómo nos defenderemos en la sinuosa senda de la incertidumbre que se presenta?
¿Cómo responderán los niños y niñas a una distancia social continuada? ¿Qué espacio le hemos dejado a los mayores? ¿Qué espacio de progreso tienen los jóvenes? ¿Quién cuidará de nuestros cuidadores y cuidadoras? ¿Qué sensación le queda a los que han visto interrumpida su historia laboral? ¿Qué esperanza para los que ya sufríamos la adversidad de un malestar psíquico?
Si no queremos que las lluvias de la tormenta desborden el cauce de lo posible, es necesaria una concertación que acelere los procesos de normalización de los problemas de salud mental. Pues, si hay algo que ha despertado en nuestra conciencia en esta situación de pandemia, es que todos y todas somos vulnerables. El equilibrio emocional puede romperse en un estado de fragilidad.
Ya no hay sitio para el estigma, o para el rechazo, más bien tenemos que estrechar nuestros lazos, y aprender a funcionar como un organismo, donde todo el mundo tiene una función. El objetivo: fortalecer la salud mental del conjunto, y que nadie caiga en el olvido.
Las actuaciones en salud mental medirán el grado de cohesión. El grado de cohesión mide el buen funcionamiento de las sociedades.
¿Qué pasa en España? Miremos esta relación: España gasta únicamente el 5% de su presupuesto sanitario en salud mental, siendo la carga total de todas las enfermedades de entre el 10,5% y hasta el 25%. Europa dedica a la salud mental el 7,5% del gasto sanitario. España emplea hasta el 4,2 % de su PIB en atender los gastos derivados de los problemas de salud mental.
¿No merecen estos desajustes una reflexión de los poderes públicos sobre la idealidad en el modelo de atención, y de su eficiencia?
A esto nos dedicamos en Salud Mental España. Tenemos el conocimiento porque vivimos en el día a día las necesidades de las personas afectadas, de sus familias, y también las realidades que ocurren en el sistema de atención.
Para que el modelo de atención comunitaria se materialice son imprescindibles los recursos, la inversión, pero no es inversión cualquiera, ya que pocas veces el retorno de esos recursos al Estado de Bienestar fue tan evidente.
No procede cerrar los ojos ante la actualidad que se avecina. Antes bien, debemos poner remedio como solo saben los seres humanos: con astucia y con sincera vocación.