Me sentía solo, desesperado. Intentaba salir de una sin razón. No podía creer que el final de un largo peregrinar había concluido. No era la primera, ni la última vez que lo había intentado. Pero había conseguido pisar suelo de un lugar llamado libertad. Pero poco me valió. Tuve que salir nuevamente por la puerta falsa hacia otro lugar no deseado. Era la esclavitud. Yo miraba y no se me metía en la cabeza que una puerta grande y pesada, que tenía en ambos partes alambres de espino, separaba a una persona de ser feliz a entrar nuevamente en una realidad no deseada por las personas que ansían ser libres. Era una cadena que había tenido en mi cuerpo desde que nací. Yo pienso siempre en voz alta y pregunto a esa cosa que es dueña de nosotros: ?Porque nací en mi pueblo? ? Porqué tengo este color tan oscuro?. Soy un desafortunado de esta vida llena de lágrimas. No he sido bendecido con un padrino que me pueda llevar hacia el lugar sagrado y poderme bautizar. ?Son tantos mis pecados, para no estar dentro de la lista de los bien parados?. Entro dentro de una depresión y solo escucho a mucha gente cantando que no debe de haber fronteras. Solo debe de existir amor , paz y felicidad. Pero sigo en mi confusión y pienso que no estoy dentro del país adecuado. Que el gran fallo es de mis progenitores que se equivocaron al darme el ser que soy. Deberían de haberse planteado de no haberme tenido. Ya que para ser infeliz siempre hay tiempo. Veo una imagen en la prensa. Un ángel del señor llamada Luna. No la que vemos todas las noches, cuando su fase está para poderla observar, sino un ser humano de facciones blancas y con un chaleco de color rojo que lleva estampada una cruz. Ella creo recordar fue la primera que me abrazó y poniéndome sus brazos en mi cabeza me consoló y me dijo en el oído: "Hoy no es tu día. Ven otro. Te estaré esperando". Tras estas palabras fui reconfortado y mi autoestima se levantó, en unos momentos de clara depresión por ser interceptado y rechazado hacia el país donde llevo esperando un momento adecuado para poder decir: "Por fin soy libre. He conseguido lo que yo deseo. Ser un ciudadano de primera. No una simple moneda falsa que va de mano en mano y nadie me quiere".
Esta noche tuve un sueño y un hombre me dedico estas palabras que me llenaron de lágrimas mis sábanas. No quiero dejarlas en el tintero y deseo que las escuchéis.