Todavía recuerdo cuando llegó a Ceuta el nuevo sacerdote, Padre Reinaldo, en sustitución del anterior párroco, Padre Ignacio, que dejó un gran recuerdo en mi alma. Nacho, así lo llamábamos cariñosamente, fue el primer religioso al que le conté mi caso de conversión, y debo decir, que me reconfortó muchísimo aquella primera conversación y posterior confesión que me devolvió una tarde de diciembre, de hace casi dos años, al seno de la Iglesia Católica. Volví a la Casa de Dios después de cuarenta y cinco años de ausencia y en la parroquia encontré un lugar seguro en el que todos me acogieron cristianamente sin hacer preguntas embarazosas ni cuestionar mis intenciones. Dios los bendiga y los guarde por su hospitalidad. De todos ellos aprendo constantemente para llegar a entender el gran regalo de nuestra fe, y la práctica de las tradiciones religiosas católicas. Yo tan imperfecto e ignorante en las cosas de Dios, me siento guiado por el buen ejemplo de unos y otros, arropado por todos mis hermanos, en la querida parroquia del Valle que frecuento con asiduidad. Conocer al Padre Mario, natural de Ceuta, fue también otra bendición en mi vida, pues asumió con alegría, el papel de guía espiritual tan necesario para mi camino espiritual.
Siempre animando mi proceso de entendimiento sobre Dios e impulsando el discernimiento que debía presidir mi vida en la religión católica, acompañada por toda la sapiencia del rico legado espiritual atesorado en el seno de la Santa Madre Iglesia. Cultivar nuestro jardín interior, y despejarlo de las malas yerbas, es lo que Dios espera de todos nosotros para que Él crezca y nosotros disminuyamos, y así poder seguirlo en espíritu y verdad. Ser capaces de servir a los planes para los que hemos sido creados antes de volver a nuestro verdadero hogar en el eterno presente del Altísimo y su santísima trinidad. En este tiempo he tenido también la oportunidad de conocer al Padre Guillermo, un joven sacerdote murciano, lleno de espíritu y ganas de trabajar por la salvación de las almas con el que me une una sincera amistad y el interés por el conocimiento científico. Todos ellos son sacerdotes a los que aprecio y han contribuido y contribuyen al florecimiento de mi amor por Dios y al entendimiento de la doctrina católica.
“Reinaldo, ha sido una persona cercana y cariñosa, siempre dispuesta a la risa y al buen humor”
La presencia del Padre Reinaldo entre nosotros fue una experiencia diferente; un presbítero nicaragüense con sus propias tradiciones y una portentosa voz para el canto y talento musical. Siendo un sacerdote Diocesano, venía de una tradición franciscana que gustaba resaltar desde el principio, por eso su saludo diario de “Paz y Bien”, típico entre los clérigos que siguen a San Francisco de Asís. Debido a la repentina noticia de la marcha en unos días del Padre Reinaldo a su país de origen, se ha producido bastante desazón entre muchos parroquianos y he pensado que sería un buen momento para escribir unas letras sinceras sobre la experiencia vivida junto a él. Soy el único responsable de lo que está escrito aquí, pero mi única intención es que sirvan para reconfortarnos a todos y despedir a Reinaldo dignamente. No estoy predicando, y bien sabe Dios que no pretendo ser mejor que los demás, de hecho soy muy imperfecto e insignificante en la parroquia, pero me parece interesante llamar la atención sobre el hecho de que, en este suceso de la marcha acelerada del que ha sido nuestro párroco, hemos podido dejar de practicar algunos de los comportamientos que se esperan de todos nosotros.
Reinaldo, ha sido una persona cercana y cariñosa, siempre dispuesta a la risa y al buen humor. Su amor por la música y capacidad para cantar ha sido una gran alegría por sus acertadas y emotivas actuaciones en Navidad, Semana Santa e incluso durante algunas adoraciones al Santísimo. Su potente voz musical al servicio del culto ha sido algo que se recordará por mucho tiempo entre los feligreses. Desde el púlpito ha tenido siempre un discurso abierto, sincero y en algunas ocasiones muy poderoso. Valoro mucho su capacidad para la franqueza descubriendo en algunas ocasiones sus propios errores o faltas, también ha sido muy edificante su constante llamada a la concordia de todo el cuerpo de la parroquia. Guardo con sumo cariño algunas alusiones sobre el cuidado de la naturaleza marina que nombró en alguna ocasión durante sus vivas homilías, muchas de ellas, llenas de ardor y pasión.
“Debido a la repentina noticia de la marcha en unos días del Padre Reinaldo a su país de origen, se ha producido bastante desazón entre muchos parroquianos y he pensado que sería un buen momento para escribir unas letras sinceras sobre la experiencia vivida junto a él”
Sus actividades pastorales en Nicaragua eran bien distintas en tanto en cuanto, en muchos casos, tenía que recorrer comunidades rurales aisladas las unas de las otras llevando la palabra y los sacramentos. Se le encendía la cara hablando de la humildad y la entrega de estas personas que recibían la eucaristía con mucha distancia temporal por encontrarse en zonas montañosas remotas. Ha sido un presbítero cercano a la gente si bien, en mi impresión personal, siempre tuvo un punto de timidez que no podía ocultar. Su labor pastoral ha sido en general muy valorada pero no ha estado libre de contrariedades que se han ido superando con paciencia y espíritu cristiano. Los presbíteros se pueden sentir solos, más de lo que pueda parecer, y tienen que soportar desavenencias entre unos y otros, y en este punto, hay que llamar la atención a los cargos eclesiásticos, para que velen por el buen clima de sus parroquias, mucho más allá de la atención a las misas. Una buena labor del pastor principal de una ciudad o región es adelantarse a los problemas que pueden surgir. Todos estamos inmersos en una batalla espiritual constante desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, incluso a veces también durante el sueño. Dios pretende nuestra madurez espiritual y por ello, los problemas de las parroquias son responsabilidad de la parroquia en su conjunto. Velar por la salud colectiva y el buen clima de concordia es una tarea de todos.
Somos uno con el espíritu de Cristo y su cuerpo místico, células conectadas para llenar de luz y amor los espacios por donde transitamos. Debemos soportarnos todos con nuestras luces y sombras, evitar los juicios y ser caritativos, misericordiosos y vehículos de paz, amor y reconciliación. La parábola de la mujer adúltera puede ser una buena guía para saber aquello que espera Jesús del cristiano, sobre el comportamiento que debe presidir nuestro día a día. En realidad, en esta parábola, el Maestro nos hace una llamada para mirarnos a nosotros mismos antes de juzgar a los demás y también nos muestra que debemos prestar auxilio y ayudarnos entre todos para superar las faltas particulares y colectivas. El argumento principal es que todos pecamos de una forma u otra y no somos dignos de señalarnos los unos a los otros. El plan divino nunca fue hacer una iglesia perfecta, sino formada por personas que lucharan por mantenerse en el camino del perfeccionamiento constante siguiendo las leyes de Dios. Por lo tanto, teniendo en cuenta este aspecto esencial, debemos mirarnos todos y también a los sacerdotes con mucho amor y piedad, no esperando seres perfectos sino colaborando en su camino de perfección. De la misma manera aquellos hermanos que se sientan contrariados o incluso ofendidos deben ser acompañados y auxiliados para solucionar los problemas.
“Desde el púlpito ha tenido siempre un discurso abierto, sincero y en algunas ocasiones muy poderoso”
Seguir a Cristo puede ser radical en los aspectos esenciales de sus enseñanzas. Estamos obligados a buscar la verdad, practicar el perdón, la caridad, la humildad, la justicia y la misericordia para estar cerca de nuestro Maestro, el Señor. Nos gusten o no las decisiones eclesiásticas debemos acatarlas por obediencia al clero. Eso es una obligación y está bien indicado en los mandatos cristianos y expresado directamente por Cristo-Jesús en las visiones y mensajes a los santos y estigmatizados reconocidos por la Iglesia y en las apariciones de la Santísima Virgen a los videntes. La iglesia es jerárquica y no una democracia pero cuando se producen decisiones tan radicales de sustitución de párrocos deben explicarse (que no es lo mismo que dar explicaciones) ante la parroquia que ciertamente se ha quedado estupefacta por la decisión. Ciertamente, la razón de auxilio al clero de Nicaragua y su situación dantesca, podría ser una razón necesaria para que nuestro párroco se vuelva a su querida patria; pero después de lo expresado por uno, el silencio clamoroso oficial de otro y los rumores de algunos, ya no es razón suficiente y nunca lo será. No tengo dudas, que se ha tomado una decisión en beneficio de todos (parroquia, párroco y Nicaragua). Sin embargo, no puedo dejar de pensar en el lema de la Santa Madre Maravillas de Jesús “Lo que Dios quiera, Como Dios quiera y Cuando Dios quiera”; por la asistencia del Espíritu Santo a la Iglesia, doy por sentado que se ha hecho lo que Dios quiere. No obstante, me pregunto si la misma institución, ha despedido al Padre Reinaldo Cuando Dios quiere, y sobre todo, Como Dios quiere, esto es, con la verdad, la justicia, la dignidad, la caridad y el agradecimiento debidos. Creo que los parroquianos lo hemos intentado a nuestra humilde manera, pero con respecto a la jerarquía eclesiástica, tengo dudas razonables. Al igual que todos vimos al Vicario, hace nueve meses, despedir al Padre Ignacio y dar la bienvenida al Padre Reinaldo, quizá hubiera sido justo que lo hubiéramos visto también haciendo lo propio con el Padre Reinaldo y recibir al nuevo párroco. Todavía está a tiempo de hacer dignamente un acto por un sacerdote valorado por todas las pastorales de la Parroquia del Valle y nuestra emblemática ermita de San Antonio.