Quizá algunos recuerden los “Pactos de la Moncloa”, con los que se acordó aprobar la Constitución y hacer la transición pacífica del anterior régimen autoritario a la democracia.
Fueron caricaturizados por sus detractores llamándolos: “Pactos de patos consuelo de gansos”, título que he adoptado para este artículo, porque pienso que qué más quisiéramos hoy en España que poder contar con políticos de la talla de aquéllos, que siendo de signo político tan radicalmente opuesto como que incluso estuvieron frente a frente en las trincheras matándose unos a otros e la siniestra Guerra Civil, pues, llegado el momento de dialogar por España, unos y otros cedieron y renunciaron a sus posiciones más radicales, se olvidaron de viejos odios y resentimientos, se sentaron juntos en una misma mesa para dialogar y pensar juntos sobre qué era lo que más convenía a nuestro país. Y lograron el pacto, se fundieron en un abrazo y asombraron al mundo al haber hecho pacífica una transición que incluso se presentía bélica. Otros países hasta nos copiaron el modelo. Pues de hombres juiciosos y sensatos como aquéllos es de lo que hoy está más necesitada España; porque parecía que ellos habían puesto ya fin a las eternas “dos España”, pero ahora aparece como si muchos de de sus nietos políticos estuvieran empeñados en reeditarlas.
Digo lo anterior, porque, tras las recientes elecciones, ha sucedido lo que ya se veía venir, que los dos grandes partidos habían venido abusando tanto de su poder dual, que han dado lugar a que la gente, ya harta, hayan confiado sus votos a otros partidos populistas y radicales que les venden cantos de sirena. Y ahora los dos que desde 1978 se han venido turnando en el poder, pues ya no pueden conformar gobiernos como no sea formados por los dos partidos juntos, con un tripartito, o ya veremos si todavía vamos a tener bastante con los once partidos que van a conformar el nuevo arco parlamentario, con todo un conglomerado de fuerzas de la más diversa y opuesta procedencia. Y eso sucede en el gobierno de España; pero no digamos luego con los tres meses que llevamos esperando a ver si la montaña en Cataluña acaba de “parir el ratón” que quieren engendrar la derecha, la izquierda radical y la extrema izquierda anti sistema. Con la gravedad añadida de que allí para lo que pretenden gobernar juntos es para romper con España. ¡Menudo lío están montando!. Y uno se pregunta: ¿podría Cataluña formar un gobierno de Estado sin ser capaz de formarlo y gobernarse como región?. Sin tener en cuenta la monarquía visigótica de hace 1500 años, hace ya otros 533 años que España fue reconquistada y reunificada en la monarquía de los Reyes Católicos, tras haber luchado 781 años para poder recuperar todo el territorio nacional que los árabes nos arrebataron. Para conseguirlo, tuvieron que morir cientos de miles de españoles, correr ríos de sangre y hacer esfuerzos y sacrificios que costarían a nuestros dignos antecesores sangre, sudor y lágrimas. Por eso, permitir ahora que España se rompa, sería traicionar a la Patria, a su historia, a la sagrada memoria de los millones de españoles que entonces tanto lucharon y sufrieron, y a sus sucesores, que somos nosotros.
Admiro a los políticos honrados y honestos que de verdad sienten como vocación trabajar por el bien común, que a diario se esfuerzan por resolver los problemas de la comunidad y por defender los intereses generales del país. Pero son tan pocos de ésos los que van ya quedando… Y es que, con mi mayor respeto tengo que decir que a mí las muchas canas que peino me han enseñado que la política es el “arte de decir mentiras”. Lo decía ya a comienzos del siglo XX el poeta Gabriel y Galán, cuando en uno de sus preciosos poemas advertía al pueblo de El Guijo (Cáceres) que lo nombró hijo adoptivo: “La política de ahora que al bien ajeno no aspira/ la política traidora, que es una inmensa mentira/ favores viene pidiendo, mentiras viene a decir/ y cuando triunfa y se aleja para hundirse en la ciudad/ la guerra en los pueblos deja y ella se lleva la paz/ Que venga, sí, cuando quiera, y servidla como queráis/ pero por una embustera, jamás vuestra unión rompáis/ porque pueblos bien unidos son pueblos bien gobernados, pueblos al bien dirigidos, pueblos bien administrados/ Y está en la paz la riqueza, y está en la fuerza la unión, y en la guerra la pobreza, la ruina y la perdición”. Y ya en democracia, el político Tierno Galván también nos dejó dicho que “las promesas que los políticos hacen en campaña electoral, se hacen para no cumplirlas”. Pues vaya magistral lección, la que nos dejó el “viejo Profesor”.
Pero sigamos con las pasadas elecciones. Porque hay que ver la desfachatez y la insolencia con que se trataron los dos políticos más votados en el debate público que mantuvieron, con una absoluta falta de respeto a sí mismos, a los electores y a todo el pueblo. Nada más por la forma como se descalificaron e insultaron tienen más que merecido pasar por una buena cura de humildad en la oposición. Comenzó uno increpando para terminar embistiendo a modo de como lo haría un elefante entrando en una cacharrería, con el semblante desencajado, interrumpiendo constantemente a su oponente y sin dejarle de hablar dentro de su turno de palabra, máxime cuando su acritud la basaba en la corrupción, un campo en el que a ninguno de los dos partidos hay por donde cogerlos en pulcritud. Pero, ¿es que se creen que el pueblo somos ignorante y nos toman por tontos?. Ahí están las hemerotecas y lo declarado en sede judicial, de un lado, por un ex tesorero y, de otra parte, por un ex director general autonómico, sobre los cientos de millones que los imputados de los unos se han llevado a Suiza y que los otros investigados también tenían en casa hasta para “asar una vaca” y gastárselos en salas de alterne y drogas, dinero público destinado a sufridos trabajadores en paro. Y claro, tal acometividad del uno, pues llevó a reaccionar al otro. Se dijeron de todo: indecente, ruin, miserable deleznable, etc. Y podían haberse dicho lo mismo, pero sabiendo ambos ser y estar ante un público de millones de oyentes y televidentes, guardando la compostura y con más educados modos y maneras, que parecían gallos de pelea en corral ajeno. ¿Pero, les oyó alguien hablarnos de compromisos electorales y de programas serios?.
Viendo tal panorama, ¿qué de extraño tenía que los electores quisieran confiar su voto a nuevos partidos populistas y radicales?. Nada más por eso, merecieron no ser votados. Pero ahí viene el problema, porque España, en este momento tan crítico en que está metida entre laberintos económicos y secesionistas, con separatistas acechando que el Estado se haga débil, crisis económica, etc, pues no debe quedar en manos de políticos inexpertos o que lleven como prioridad en su programa anacronismo de la celebración de un referéndum para que España se rompa y salte en pedazos. El político que con su obcecación por conseguir el poder no quiera ver la barbaridad y el peligro que eso encierra, o es que su país no le duele o es que es tan corto de miras que no ve más allá de sus narices. Hoy alguien me dice en e-mail: "Estoy muy preocupado por la situación de mi país, por la deriva que está tomando desde hace unos años; preocupado y, sobre todo, triste. Este país no tiene remedio; está abocado a ser un infierno, una nación en la que lo que prima es el odio a la ideología rival y a la propia España, los intereses partidistas en vez del bien común”. Ese correo me ha movido a escribir este artículo. Y cómo se las arreglan luego los políticos manipulando y retorciendo los votos para convertir sus derrotas electorales en victorias personales. El partido que pretende gobernar de nuevo, con los peores niveles de votos y escaños. El líder de la oposición, que la noche del escrutinio electoral, gritaba: “¡Hemos hecho historia!”. Y claro que la hizo, pero en votos y escaños de su partido por la cola. O los separatistas catalanes para hacer ver que su independencia es legal y legítima porque actúan de forma pacífica y democrática. ¿Habrá ilegitimidad más antidemocrática y menos pacífica que saltarse la Constitución, las leyes y desobedecer a los Tribunales de Justicia, o no querer ver que la soberanía de España debemos votarla todos los españoles?.
Ya se ha celebrando la primera rondas de consultas para intentar formar gobierno. Y todos ambicionan sentarse en el sillón presidencial. Con tal de conseguirlo, no les importa de aliarse, si hace falta, hasta con el diablo o con quienes puedan resultar más perjudiciales para España, incluso rompiéndola. Ni siquiera respeta alguno de ellos los mayores votos del que tiene la mayoría minoritaria que los españoles le han dado, que hasta le han tenido que leer la cartilla y marcarle líneas rojas sus propios “barones”. Lo que sí les preocupa mucho es adelantarse en la lucha por el poder, ver si unos antes que otros alcanzan el sillón presidencial, aparecer en los medios como ganador, pese a haber obtenido menos votos y escaños que nunca. ¿Cómo no va a sentir así el pueblo desafección por la política y los políticos, si la mayoría, en vez de preocuparse del bien común, lo que más les importa es hacer de lo común su propio provecho?. Y, claro, así la gente cada vez vota menos y los que votan se refugian en el “voto desencantado” o en el “voto protesta”.
España en este momento lo que necesita son políticos de talla, que tengan altitud de miras y sentido de Estado para saber dialogar y pactar, sin resentimientos, sin rencores y sin apetencias de poder, como aquellos políticos de la transición que nos dieron una Constitución que, por supuesto, tiene defectos que algunos necesitan ser corregidos, pero que ya nos ha dado 37 años de paz en libertad, grandes avances y notable bienestar. ¡Cuánta falta nos están haciendo ahora políticos con capacidad de diálogo, de llegar a acuerdos congruentes y sensatos!, que sepan hacer renuncias en aras del bien de España, y que defiendan de verdad los intereses generales y el bien común de todos los españoles. Hoy, por el contrario, a algunos de aquellos viejos dirigentes políticos, les han sustituido sus nietos, que antes de acudir a debatir y dialogar ya declaran ensoberbecidos que los pactos los dirige sólo él y que su partido jamás negociará con el contrario; lo mismo que antes no se cansaron de prometer en las pasadas elecciones autonómicas y locales que jamás pactarían con algún otro partido emergente que abogaba por la celebración del referéndum secesionista, pero con el que luego mutuamente se repartieron gobiernos autonómicos y alcaldías, en detrimento de la lista más votada.
Pues señores políticos, sepan leer lo que los electores han querido decirles con su voto. No se revistan de tanta prepotencia y arrogancia. Miren, ante todo, por el bien de España y piense más en el bienestar general de los españoles antes que en el suyo propio. Dialoguen, alcancen pactos lógicos, más o menos razonables y homogéneos. Y, por favor, se den más las manos, se miren cara a cara y no de reojo, ofuscados y rencorosos. España lo necesita y es su obligación conseguirlo, que para eso el pueblo les ha votado.