Los residentes en los alrededores del antiguo hospital de Ceuta han expresado su malestar por la pachanga de fútbol que, al menos este martes, disputaron los inmigrantes aislados en este improvisado centro de cuarentena. Un partido inofensivo si no llega a ser porque los jugadores, recién llegados a la ciudad, están confinados debido al estado de alerta sanitaria ante el coronavirus, según las explicaciones de los vecinos.
Un grupo de hombres, en su práctica totalidad sin mascarilla, jugaban esa tarde en el exterior de estas instalaciones transformadas en centro de acogida temporal, aunque sin atravesar la valla que separa el viejo hospital de la vía pública. La indignación de estos ceutíes no viene motivada por la presencia de los extranjeros, sino por la aparente despreocupación con la que se comportan en plena pandemia y, a nivel local, coincidiendo con un repunte de casos que ha llevado a las autoridades a endurecer las restricciones. Una desconfianza que creció tras conocerse a principios del mes pasado la confirmación de un positivo entre sus inquilinos.
Las continuas fugas que obligaron a la contratación de seguridad privada no consiguieron sino intranquilizar aún más a un barriada que vivía en relativa calma teniendo en cuenta la amenaza del COVID-19. Ahora las quejas de los residentes son otras y consideran oportuno que exista un mayor control sobre unas personas que guardan cuarentena dentro de unas instalaciones que han permanecido años fuera de uso. Entienden que deberían tener prohibidas las salidas hasta que cumplan con el periodo de aislamiento establecido por las autoridades sanitarias ya que pueden provocar un problema de salud pública.
El viejo hospital, propiedad de la Cruz Roja pero cuya función actual sufraga la Ciudad Autónoma, recibe a diario a marroquíes que cruzan clandestinamente de Marruecos a Ceuta ya sea a nado o bien a bordo de embarcaciones sin que las autoridades puedan atajar el trasiego de esta ‘autopista’ migratoria.
La pachanguita la pueden jugar en el palacete que se ha comprado el rey de Marruecos en París por 80 millones de euros a escasos 700 metros de la Torre Eiffel, le decimos que haga allí una pista de futbito o bien con las inmobiliarias de lujo que maneja en Francia de las cuales es dueño, les busque un pisito a todos, por allí cerca para que le hagan compañía.
Pues si están recien llegados no tienen" pinta" de haber pasado hambre en ningún país.