Decía el filósofo Sartre, uno de los fundadores del pensamiento existencialista, que el ser humano está condenado a la libertad, somos seres para la muerte. Argumentaba que el “infierno son los otros” pues nos impiden realizar nuestro proyecto vital, la esencia que nos da la posibilidad de hacernos a nosotros mismos. También defendió la tesis sobre EL COMPROMISO proyectando un plan para diseñar un proyecto vital tratando a los otros como compañeros de lucha. De esta manera nos salvamos porque los proyectos son semillas de futuro que seguirán estando en esta “carrera de relevos” de la Historia.
Frente a los horrores de la guerra queda la muerte, la destrucción masiva y la incapacidad de llegar a acuerdos para detener el genocidio. Frente al miedo también emerge el compromiso, el activismo, la solidaridad y la lucha encarnizada para crear una trinchera en donde permanezca a salvo la esperanza.
Hace unos días interrumpió uno de los informativos del Canal 1 de la televisión pública rusa con una pancarta contra la invasión de Ucrania. Marina Ovsiannikova, empleada del canal, que ha sido detenida y llevada a una comisaría.
Mientras la conocida presentadora Ekaterina Andreyeva hablaba, Ovsiannikova ha aparecido detrás de ella con un cartel que decía “no a la guerra” y estaba adornado con las banderas de Rusia y Ucrania:
“Detengamos guerra. No os creáis la propaganda. Os están mintiendo”.
Ovsiannikova se enfrenta a 15 años de cárcel bajo una Dictadura en la que pones en riesgo tu propia vida.
¿Qué es el compromiso? ¿Qué significa para cada uno la opción de esta periodista lanzándose al vacío para detener todos los tanques de Ucrania concienciando a su pueblo sobre las mentiras y manipulaciones del Régimen?
Siempre encontraremos a personas como Ovsiannikova; las aplaudiremos, serán referentes, pero nos esconderemos en el anonimato, bajo el paraguas que nos proteja de las bombas cotidianas que contemplamos en un cielo amenazador.
Mi madre se pasó toda la vida diciéndome que me callara, que nunca manifestara lo que pienso, que no me señalara frente a nada y que me limitara a andar de puntillas en un terreno minado en el que te juegas perderlo todo. Me vendió el anonimato como un escape. Mi madre me vendió el silencio como un arma de defensa. Con el tiempo fui desarmándome para recobrar la dignidad, el compromiso del que hablaba Sartre para darme un motivo en el que buscar mi autenticidad, mi aportación a la resistencia ante a la falsedad, frente a los convencionalismos, frente a los conflictos trazados por el Poder en todos sus ámbitos.
Mi cuerpo está lleno de cicatrices que narran las batallas en las que he participado , pero me puedo mirar a mí mismo sin la vergüenza de no haber cerrado los ojos.
Veo silencio por todas partes esperando que hablen otros. Esperamos de los demás lo que somos incapaces de hacer por una autocensura que tapa la boca y el alma. Por ello renunciamos a cualquier forma de comprometernos en cualquier asunto que nos pueda causar una pérdida. La cobardía nos secuestra en un extraño manto convirtiéndonos en rehenes de la sociedad y del tiempo en el que nos ha tocado vivir.
Decía Gandhi: “Más que las acciones de los hombres malos, me duele el silencio de los hombres buenos”.
Por todas las Ovsiannikovas que no se rendirán nunca, por todos los que toman la palabra para gritar, para visibilizar, para denunciar. Por ellas y ellos la humanidad seguirá adelante.