Siempre he pensado que era una verdadera pena soportar personas inapropiadas en el ejercicio del poder que, por otra parte, nos obliga a todos a ser más conscientes y corresponsables de las obligaciones que conlleva vivir en democracia. Sobretodo, cada vez nos resulta menos soportable observar como continúan las continuas operaciones de maquillaje electoralista por las zonas céntricas de la ciudad, mientras la suciedad y la dejadez posterga nuestro territorio, que queda abandonado a su suerte. Pienso que es la mentalidad y la forma de hacer política la que limita las posibilidades de progreso hacia la sostenibilidad ambiental, económica y social.
Las prioridades políticas son las electoralistas que buscan la perpetuación en los cargos, mientras tantos asuntos ambientales se dejan constantemente de lado y los recursos naturales de nuestro territorio son ignorados a perpetuidad. Como mucho se perciben como apéndices curiosos, adornos a la fiesta consumista y economicista que algunos llegan a señalar como aspectos de interés para conservar, siempre que se pueda obtener rendimiento económico. Y es que el ejercicio del poder está dominado por las mentalidades jurídico-burocráticas para las cuales se hace difícil ver más allá de memorándums y aspectos presupuestarios. Incluso para algunos de estos cerebros de despacho, que dan la vueltecita al Hacho a pie como una gran ejercicio de aprecio por lo ceutí, sospechamos que solo alcanzan a disfrutar del buen tiempo y el paisaje sin percatarse de mucho más sobre lo que encierra nuestra naturaleza en relación con la historia del territorio y con su capacidad para sanar cuerpos, espíritus y psicologías y hacer nuestra existencia más dichosa y plena.
Sin embargo, las cosas son así y los límites del crecimiento urbano de Ceuta se hacen cada vez más evidentes, como hemos estado exponiendo en otros artículos recientes. La percepción de la cuestión política está bastante mal, toda vez que el mito del superhéroe político ceutí lo ha destruido con saña el señor Vivas a base de durar y perpetuarse en su absurdo peregrinaje hacia lo imposible. Ser el gran alcalde de su querida ciudad era entre otras cosas una ensoñación pueril de alguien que se ha pasado toda la vida entre paredes pensando que podía hacerlo mejor que los políticos que le han dado tantas órdenes y a los que él también estuvo asesorando e influyendo en las decisiones que se tomaban. Tanto el señor Vivas como el actual delegado del gobierno en Ceuta no calcularon que conocer ciertos entresijos burocráticos y hablar en lenguaje jurídico no eran avales suficientes para ocupar puestos políticos de forma eficiente y mucho menos para perpetuarse en el poder, cuestión que viene enormemente grande a cualquier ser humano.
Por ello, la perpetuación política no sienta nada bien a nadie y hoy día existe un importante clamor popular que reclama la limitación de mandatos y el reemplazo necesario de cargos. Vitalidad y dinamismo, una participación política dinámica y eficaz donde la sociedad civil participativa es bien recibida y los puestos políticos se renuevan a gran velocidad para que la democracia no se vea secuestrada y los ciudadanos comprometidos, afiliados o no a un partido, puedan ofrecer sus servicios por un tiempo limitado dejando paso a los demás. Puede que estos últimos comentarios sean algo fantasiosos a la luz de los acontecimientos actuales y la forma de entender la acción política en las democracias europeas; quizá poco realista para la acción política estatal pero de gran aplicación a la política local dónde las relaciones con la ciudadanía son estrechas y se producen con suma facilidad y frecuencia. Sin embargo, si la modestia hubiera presidido la acción política en la marinera ciudad los sueldos desorbitados del ayuntamiento no serían tales.
De la misma forma, si la modestia hubiera caracterizado los mandatos de nuestro alcalde perpetuo, la gestión se habría centrado en lo posible y tendríamos un territorio más limpio y controlado y con planes serios y sólidos de ordenación de nuestros espacios naturales en marcha. Posiblemente, se habría centrado menos en crear monstruos de grandes cabezas que consumen nuestros escasos recursos económicos a través de sueldazos y obras faraónicas. Con más dosis de modestia habría escuchado a voces más autorizadas participando, al menos en parte, de la visión del litoral de una forma diferente y sin reducirlo al playeo de temporada. Esta visión más holística del medio, unido al planteamiento serio de ordenación activa del territorio, habría dejado un camino abierto a algunas posibilidades turísticas. De la misma forma, si se hubiera rodeado de personas libres de ataduras y de profesionales competentes sin interés en perpetuarse en política sino de servir a su ciudad no tendríamos tanto colocado por un sueldo o por el enriquecimiento personal y la autopromoción. Con más modestia y buen sentido se podrían haber reformado las empresas municipales o participadas por el ayuntamiento y nos habríamos ahorrado el escándalo de EMVICESA.
Por cierto, lo mal que nos han servido los empleados de la entidad, cachorros de padres influyentes, con buenos sueldos y mirada desviada del constante choteo y compadreo con las viviendas sociales. Ahondando con el tema de la modestia extraviada o que nunca existió, no podemos dejar de comentar como la falta de esta cualidad ha provocado un nombramiento precipitado en la delegación de gobierno. Las constantes críticas y el “desastre total” que se produce a diario, según la opinión del decano, son atribuibles a la falta de capacidad del actual delegado. Porqué tenía que servir un señor que ocupa un cargo burocrático en una empresa municipal, que promociona infraestructuras en Ceuta recolectando fondos europeos, para dirigir algo tan complejo como la delegación de gobierno con una frontera difícil y problemática. De acuerdo con nuestra amiga Carmen, las mentiras vertidas a través de las declaraciones oficiales señalan la incapacidad del señor Cucurull para solucionar problemas y su gran destreza para tratar de encubrir sus grandes fiascos de gestión. Llamar indocumentados a los que lo critican reiteradamente estos problemas no soluciona la situación de la frontera así como tampoco enviar a asesores inapropiados a patear a personas desesperadas por ganarse un dinero “fácil” con el comercio irregular. Pasarse la vida encerrado en un despacho no es mérito alguno para atender estas complejas realidades socio-económicas; un puesto de delegado merece audacia, conocimiento enciclopédico de la cuestión fronteriza y de seguridad y determinación ante los problemas.
Tanta incapacidad de gestión combinada con la obstinada perpetuación en el cargo parece que señala un elevado narcisismo; el actual delegado piensa que merece todos los honores por haber hecho mucho por Ceuta cuando realmente ha estado trabajando cómodamente en un despacho y cobrando un suculento sueldo. La dimisión del señor Cucurull sería de agradecer pero no se producirá hasta que no haya un cambio de mentalidad en el partido del gobierno municipal, cuestión bastante improbable, o se produzca de verdad un altercado de mayores consecuencias.
De todos modos, otra forma de hacer política mejoraría la gestión a todos los niveles si se quisieran compartir las responsabilidades y las cargas. Si se hicieran gobiernos de concentración o al menos se establecieran líneas de colaboración entre todos los partidos políticos ganaría la ciudad y su gobernanza; con la cooperación y la supervisión atenta de la gestión política ganamos todos pero la confrontación permanente entre partidos es estéril y nos aporta poco.
Las organizaciones civiles son una pieza clave y una fuente de datos y experiencias que solo pueden ayudar a plantear mejor los problemas y enfocar con más acierto las posibles soluciones. Solo basta repasar un poco la prensa para saber de algunos colectivos que sí conocen mucho de lo que acontece en la frontera y el paso fronterizo y que estarán deseosos de aportar sus experiencias y su juicio crítico.