Categorías: Tribunales y justicia

Organización condenada

La Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional ha condenado a penas de entre 10 y 12 años de prisión a los once ceutíes detenidos, en diversos operativos desarrollados en 2013, en la barriada del Príncipe, al estar acusados de reclutar a jóvenes para que acudieran a combatir a Siria, constituyendo una organización terrorista.

La pena mayor recae sobre los considerados dirigentes de la organización, Marquitos y Stifo, mientras que el resto queda condenado a 10 años, al ser considerados integrantes del grupo. En el caso del llamado Tuita, se le añade un año más de prisión por tenencia ilícita de armas.
La sentencia, de 462 folios y a cuyo contenido íntegro ha tenido acceso El Faro, es la primera condenatoria que dicta la Audiencia Nacional en la que se considera como organización terrorista a los reclutadores de jóvenes para participar de las acciones del Estado Islámico. Ese particular ‘bautismo’ se ha conseguido con la Operación Cesto, la única en la que, coordinados y por orden de la Audiencia Nacional, trabajaron de la mano Guardia Civil y CNP.
En la resolución juducial, que no es firme y contra la misma cabe recurso, el tribunal considera la incriminación de Karin A.M., Marquitos; Abdelkrim Ch. A, Chatarra; Mohamed H.M., Aiuf; Tarik M.H., Conejo; Abdelah A.A., Chepej; Ismail A.A., Stifo; Yassin A.L., Pistu; Abdelhuahid S.M., Pinchito; Abdesamij L.A., Lobezno; Rochdi A.A., Tuita y Nordin A.A., Veneno, en los hechos que estaban investigando las fuerzas de seguridad en Ceuta, al detectarse la captación de jóvenes y su posterior marcha a Siria, para participar de las filas más radicales. En la sentencia, los tres magistrados han mantenido criterios unánimes que, además, han sido similares a las tesis defendidas por el Ministerio Fiscal. El peso de las investigaciones de las fuerzas de seguridad también ha sido determinante, haciéndose hincapié en el fallecimiento de 6 jóvenes tras participar en atentados suicidas o inmolándose. De hecho los tres primeros españoles de los que se tiene constancia de su fallecimiento en estas circunstancias en Siria fueron los vecinos del Príncipe que emprendieron viaje, vía Málaga, en abril de ese año. Sus muertes fueron las que precipitaron unas investigaciones que los Servicios de Información y el propio CNI mantenían dormidas.
El tribunal ha considerado que los detenidos formaban parte de una organización que mantuvo su actividad durante un año y tres meses, en  los que tuvieron tiempo para la captación de jóvenes y la marcha de algunos de ellos a Siria. Fue en los primeros meses de 2012 cuando se detectaron conexiones entre grupos marroquíes y españoles que tenían el único fin de lograr el califato mundial. El desarrollo del operativo impidió que otros jóvenes del barrio que ya estaban siendo aleccionados corrieran el mismo riesgo. De hecho cuatro de los detenidos y ahora condenados fueron jóvenes que iban a partir a Siria, que disponían ya de la infraestructura para hacerlo pero que su arresto lo impidió.
Los magistrados señalan que la razones que inspiraron las acciones cometidas, la radicalización demostrada por los acusados y la peligrosidad de los mismos, evidenciada por los actos reiteradamente ejecutados por la organización en que voluntariamente se integraron, y la indiscutible gravedad de los hechos y de los resultados finales producidos, justifica la imposición de las penas que interesó el Ministerio Fiscal.
  La Sala impone las penas en base a “la radicalización y peligrosidad de todos ellos y a la gravedad de las conductas desplegadas por la célula en la que voluntariamente se integraron; siendo plenamente conscientes del muy notable servicio que hacían mediante continuo envío de yihadistas para el cumplimiento de los objetivos de las organizaciones terroristas filiales de Al Qaeda que operaban en Siria con la finalidad de imposición violenta de la Sharia, el Estado Islámico y finalmente el Califato Global”, explica la sentencia.
A ojos del tribunal, los condenados fueron totalmente conocedores de lo que hacían y de que las personas que estaban enviando se iban a prestar a prácticas como una inmolación. Así fue. El video de uno de los vecinos del Príncipe que marchó a Siria para tal fin le muestra despidiéndose de sus compañeros, montándose en un camión cargado de explosivos con el que terminó empotrándose frente a un asentamiento militar, causando decenas de muertos.
“Todos los acusados denotaron una gran radicalización religiosa, estaban preparados para la acción y tenían un propósito decidido de contribuir eficazmente a la imposición violenta de sus dictados mediante la ejecución inmediata de atentados en Siria, país al que fueron enviadas por la célula ceutí, en la que todos se integraron voluntariamente, y por la marroquí, que operaba en estrecha relación con la anterior, sucesivas oleadas de yihadistas”, expone la sentencia.
En la sentencia se hace referencias expresas a los condenados como cabezas pensantes de la red. De Stifo, que fue el último de los detenidos y fue localizado en Bélgica, se rastreó su conexión con el líder de la Katiba Abdelaziz el Mahdali, de hecho policialmente se llegó a hablar de la red Mahdali-Al Lal. El ascenso de Mahdali precipitó la marcha de jóvenes a Siria, tanto vecinos de Ceuta como de puntos del norte marroquí. Lo hacían en vuelos regulares comerciales, alegando motivos turísticos. Para evitar sospechas policiales los desplazados se “occidentalizaban” cortándose el pelo y la barba y dotándose de nuevos pasaportes.
Abril de 2012, mes clave en el que se producen las marchas a Siria, también es el mes en el que la actividad del líder Stifo es mayor. Sus desplazamientos a Turquía y Marruecos son constantes. El 1 de abril se refleja en la investigación su marcha de Bruselas a Estambul, quedándose en Turquía hasta el día 8, allí se reunió con el líder radial Mahdali. En Marruecos, otro enlace de los radicales extendía estos contactos con los ceutíes. El triángulo de acción cobraba fuerza, empezarían así los primeros traslados, la brecha que terminó dejando muertes y rompiendo a muchas familias. El 5 de abril, el taxista Rachid Wahbi, el primer español en morir en Siria, recibe en su correo electrónico -intervenido por las fuerzas de seguridad- el mensaje ‘Adelante, Oh Leones de Sham’: se autorizaba el inicio de la operación de envío de yihadistas. A los pocos días El Faro publicaba las primeras informaciones advirtiendo de estas marchas. Era el primer medio de todo el país en poner el acento en un asunto que terminaría siendo un auténtico hervidero de informaciones claves en materia de seguridad.
Stifo controlaba todas las marchas, llevando de la mano a su ‘lugarteniente’, Marquitos, el que fue señalado en la investigación como coordinador de la estrecha relación entre los grupos radicales ceutíes y marroquíes, “su papel era esencial”, relata la sentencia. Disponía de un ordenador, que fue intervenido en el operativo policial, en el que se encontró material de propoganda, audios y la grabación ‘La brigada de los muyahidines en Siria’, un cántico a la lucha armada. Había videos de los yihadistas despidiéndose y fotografías. El ordenador era clave, quizá eso justificó que cuando las fuerzas de seguridad lo detuvieron en su vivienda, éste se arrojara a por él para evitar que hallaran esos contenidos.
La inmolación de Wahbi fue anunciada en su perfil de facebook con la expresión ‘casado’, término yihadista para anunciar su acción. A los ataques suicidas siguieron otros, haciendo uso de camiones y coches bomba o colocándose cinturones con explosivos... así fallecieron los ceutíes en tierra siria.
La actuación de las fuerzas de seguridad que culminó con las detenciones frenó una red que controlaba hasta los detalles: desde la captación hasta los mínimos preparativos del viaje, los contactos entre los miembros de la katiba de destino así como la segura integración de los radicalizados. Nada se les podía escapar, ni tan siquiera la comunicación con las familias o con los yihadistas sirios y marroquíes con los que convivirían.
Hay más. Era tal la organización que los captadores no solo se encargaban de la provisión de fondos económicos sino que daban la asistencia a las viudas en caso de necesidad y enviaban dinero a los desplazados. Un trabajo complementado con la difusión en Ceuta de los designios de la organización terrorista y de sus ideólogos, exponiendo incluso videos de martirio. La captación no debía parar... pero lo hizo: fue la ‘Cesto’.

De la ‘Duna’ a otra realidad, sin quiebras

Una de las cuestiones que fue formulada por las Defensas en las distintas sesiones de juicio oral que se celebraron tuvo que ver con la mítica ‘Operación Duna’, ya que algunos de los ahora condenados fueron absueltos en ese primer operativo. Se pretendía sostener alguna especie de inquina policial, algo descartado por el tribunal, que pone sobre la mesa el oficio de Guardia Civil y el que presentó, ambos por separado, el CNP y en los que sostiene que las investigaciones cruzadas bebieron de fuentes ajenas a aquel operativo. “En el inicio de ambas investigaciones”, resalta la Audiencia, “para nada aparecía ninguno de los acusados absueltos en el procedimiento precedente”. ¿En qué fase aparecen las sospechas sobre éstos?
En el caso de Marquitos, surgieron a raiz de las referencias que, sobre su persona, aparecen en pinchazos telefónicos. Entre ellos algunos que se corresponden con números de desplazados a Siria. Se alude a que, por ejemplo, “los enviados pasan antes por las manos de Karim”, o una conversación en la que su mujer indica que “su marido tenía fama de malo por introducir a los jóvenes en el camino de la fe”, recoge la sentencia. A esto se suma las menciones expresas que hacen los familiares en sus denuncias y las posteriores vigilancias policiales. “Todo esto acaeció en 2012 y 2013, muchos después del proceso de la Duna”, concluye; una absolución que se fundamentó, a diferencia de la condena actual, en la falta de material yihadista intervenido sin que constara que los acusados podían ‘pasar a la acción’ y en la falta de elementos probatorios para desvirtuar la presunción de inocencia, contándose con dos testigos protegidos cuyo peso era prácticamente nulo (uno de ellos, de hecho, ni acudió a declarar).
En el caso de marras, la Audiencia advierte de que “no nos encontramos con un grupo de radicales religiosos que compartieron o difundieron sus ideas extremistas, sino ante una organización que había pasado a la ejecución”, matiza, “imponiendo sus ideas por medios violentos orientados a intimidar a los poderes públicos y a aterrorizar a la población, llegando a causar víctimas en sus atentados”. Un dato que marca la diferencia absoluta con el proceso de 2005.
Las condenas para los once detenidos no encuentran quiebra alguna en el caso de Abdelhuadid S.M., Pinchito, el único retornado de Siria. A ojos del tribunal no era una víctima o un arrepentido, sino que estaba “integrado en la célula yihadista” y fue la propia organización la que hizo frente a los gastos de su viaje. Durante su periodo en Siria mantuvo contactos con otros ceutíes allí desplazados y coincidió en los campos de entrenamiento del ISIL y llegó a recibir entrenamiento militar participando en actuaciones violentas como el asalto a la prisión de Abu Ghraib en Iraq.
En la sentencia condenatoria ha cobrado peso destacado los informes realizados por las fuerzas de seguridad en los que se contó con seguimientos, fotografías, intervenciones de correos electrónicos, telefónicos y cuentas de facebook hasta poder dibujar una auténtica cronología del viaje a Siria que se llevaba a cabo. Por ejemplo tras la marcha de los primeros ceutíes, se tiene constancia, por sus comentarios en la red, de su intención y deseo de morir en acto de martirio: “Reza por mí para que Dios me otorgue el beneficio del martirio”, le comunicó a su esposa uno de los primeros ceutíes fallecidos, indicándole que la única forma que tenía de volver era que Dios le diera larga vida y que volvería con Al Fath (la liberación). Le comunicó que como esposa debía estar orgullosa porque había elegido la Yihad.

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