A los hombres y mujeres que estáis en la tierra y no en el cielo. A los que no creéis en dioses, en creadores ni en un Ser que premia y castiga. A los que no tienen religiones, ni salvadores, ni esperanza en una vida después de una vida. A los que no bendicen ni se arrodillan para ser oídos. A los que rechazan las profecías, los libros sagrados como tales, las reliquias, los milagros, las supersticiones, la condena eterna o el paraíso.
A los que no se reconocen en lo sagrado, en lo divino ni en el salvador de nuestras desdichas.
A todos ellos me dirijo para humanizarnos en lo humano, para ser libres, para organizarnos como una sociedad sin fronteras y conquistar la conciencia y la dignidad.
Prometo cuidar la tierra que pisamos.
Prometo no hacer lo que no deseo que me hagan.
Prometo no utilizar a nadie como un medio para un fin.
Prometo no ejercer ninguna forma de violencia.
Prometo dejar el planeta mejor de lo que me lo he encontrado.
Prometo no callarme ante la injusticia.
Prometo reivindicar lo que reivindicaría para mí mismo.
Prometo impedir la corrupción, el hambre, la guerra, la explotación y cualquier atisbo de justificación para lo injustificable.
Prometo no venderme al mejor postor ni comprar cualquier cosa que me esclavice.
Prometo liberarme de todo aquello que no me haga ser yo mismo.
Prometo amar sin esconderme de nada ni de nadie.
Prometo bailar todas las danzas del mundo y saber que puedo enriquecerme como persona en cualquier sitio, en cualquier cultura y en cualquier tradición.
Prometo no usar la fuerza ni el combate.
Prometo avisar de los mercaderes que nos venden sus pócimas milagrosas y sus poderes absolutos.
Prometo buscar la paz, la concordia, la solidaridad y lo que nos iguala como inquilinos de la tierra que pisamos.
Prometo que mi reino es de este mundo y que formo parte de una cadena que no se detendrá con mi muerte.
Prometo que el cañonazo debe seguir sonando a las a las 12 aunque no esté yo para lanzarlo.